Internalización
de valores machistas en mujeres de diferentes
identidades
culturales
Internalisation of machismo values
in women of different
cultural identities
Ikram El
Kabir Hanin |
María
de la Villa Moral Jiménez |
Universidad de Oviedo - España |
Universidad de
Oviedo - España |
Recibido: 21-01-2023
Aceptado: 06-06-2023
Resumen
El objetivo de este
estudio es analizar las actitudes machistas internalizadas por mujeres de
diferentes identidades culturales en función de su edad, nivel educativo,
religión y nivel de desarrollo humano del país de origen de las participantes.
La muestra está integrada por 592 mujeres de entre 13 y 63 años (M =
21.94, DT = 7.855). Se ha comprobado que existen diferencias
estadísticamente significativas en las actitudes machistas según el nivel de
desarrollo humano del país de origen, el nivel educativo y la religión. Se
concluye que hay una internalización de los valores machistas por parte de las
mujeres debido a influencias de sus creencias religiosas, por su nivel
educativo y por el desarrollo de su país de origen.
Palabras clave: machismo, sexismo,
mujeres, actitudes, identidad cultural.
Abstract
The aim of this study
is to analyze the machista attitudes internalized by women of different cultural identities according to their age, educational
level, religion and level of human development in the participants' country of origin. The research
sample consisted of 592 women between 13 and 63 years of age (M = 21.94, SD = 7.855). It has been
verified that are statiscally significant differences in macho attitudes according to the level oh human development of the country of origin, educational leven and religión. It
is concluded that there is
an internalization of macho
values by women due to influences
of their religious beliefs, by their
educational level and by the development
of their country of origin.
Keywords: machismo, sexism, women, attitudes, cultural identities.
1. Introducción
“Una
actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres” o “una forma de
sexismo caracterizada por la prevalencia del varón”, así es como define la Real
Academia Española (s.f.) el término machismo en su diccionario. En un sentido
más amplio se hace referencia a actitudes, valores, normas, comportamientos y
prácticas culturales vigentes desde hace siglos que articulan el dominio de los
hombres en aspectos relativos a la sexualidad y la procreación, así como a las
relaciones afectivas, familiares y laborales.
Relacionado
con el concepto de machismo, el sexismo se definiría como una actitud negativa
hacia las personas en virtud de su pertenencia a un determinado sexo biológico
(Lameiras-Fernández, 2004). Según Glick
y Fiske (1996) el sexismo no solo hace referencia a
las conductas negativas o violentas en contra de las mujeres, sino que
representa un fenómeno ambivalente que recoge tanto formas tradicionales de
hostilidad como actitudes que, tradicionalmente, y siguiendo los estereotipos y
roles de género culturales, han sido considerados como positivos, de modo que
son actitudes que vinculadas a conductas de cuidado, protección, ayuda o
búsqueda de intimidad.
Tanto
el sexismo como el machismo son producto de una construcción social patriarcal
desde hace cientos de años que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un
rasgo sociocultural mediante el que se perpetúa el sistema de dominación de los
hombres sobre las mujeres. De este modo, para explicar semejante proceso
debemos remontarnos al comienzo de la dominación como un mecanismo de
estructuración social. Así, Méndez (2012), en su estudio sobre la reproducción
de la conducta machista, explica la dominación entre los sexos como un objeto
de interés de los últimos siglos vinculándolo al sistema patriarcal, a modo de
“manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y
niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la
sociedad en general” (Lerner, 1986: 340-341). Como producto del patriarcado, el
machismo constituye una problemática presente, entre otras, en la sociedad
occidental, siendo de naturaleza dinámica y manifestada de formas diferentes,
de acuerdo con Zabala (2017).
En
relación con esto, recordemos que Pierre Bourdieu (1999) recoge estas formas de
dominación bajo los conceptos de violencia simbólica y habitus,
siendo la primera un mecanismo que complementa el habitus
que, a su vez sería semejante a lo que actualmente se denomina “socialización
diferencial de género”, los primeros procesos de aculturación de los niños y
las niñas que determinan las construcciones de los roles y estereotipos
relacionados con lo que es ser mujer u hombre (Bourdieu, 2007). Mediante ambos
conceptos se explicarían, en parte, la internalización de los valores machistas
por parte de las mujeres, aunque sean ellas las más afectadas por dichos
valores y pensamiento. La violencia simbólica se legitima cuando la parte
dominada reconoce y aprueba (de manera inconsciente) los procesos de dominación
de modo que se tiende a una normalización de los mismos en la sociedad. Así, se
podría decir que, mientras la violencia simbólica se internaliza, el habitus hace que se reproduzca pasando de una
persona a otra durante generaciones.
La
socialización diferencial de género como proceso de reproducción e
internalización de los valores machistas en mujeres durante generaciones es un
concepto del que se derivan múltiples implicaciones a nivel psicosocial (Lamas,
2000). A su vez, Meynen y Vargas (1991) argumentan
que el sistema sexo/género es el conjunto de actitudes que la sociedad utiliza
para transformar la sexualidad biológica en un producto de la actividad humana
y mediante el cual se satisfacen estas necesidades. Por su parte, Walker y Barton (1983) desarrollaron la teoría de la
socialización diferencial en función de la cual se explica cómo las mujeres
y los hombres adquieren identidades diferenciales de género desde el inicio de
su vida social y cultural en la infancia temprana siguiendo la influencia de
diferentes agentes socializadores que al final hacen que su comportamiento esté
determinado por su género. En esta teoría se recoge además dos aspectos importantes:
los mandatos de género y las expectativas de género. El primer
término hace referencia a las normas sociales implícitas que dictan cómo deben
o cómo deberían ser los hombres y las mujeres, así como lo que se espera de
ellos. Relacionado con esto están las expectativas de género mediante las que
se alude al conjunto de comportamientos, pensamientos, actitudes, intereses,
preocupaciones, emociones, etc. que se espera de una persona por pertenecer a
un género determinado. Ciertamente, el éxito de la socialización está en la
congruencia entre los diferentes agentes socializadores para emitir el mismo
mensaje, fomentando los mismos valores y roles para cada género facilitando de
esta manera su asunción e internalización por parte de la población. Hace décadas,
los citados Walker y Barton (1983) aludieron a cuatro
agentes socializadores por excelencia: la escuela, los medios de comunicación,
la familia y la religión.
La
escuela es un agente socializador clave en la sociedad actual, pues es donde se
empiezan a transmitir valores que las niñas/os interiorizarán para el resto de
su vida. Valores como los que subyacen en ciertos estereotipos por género que
posteriormente influirán en su desarrollo como mujeres y hombres y en las
decisiones que tomarán en su futuro personal y profesional (Veganzones,
2018). En relación con ello, de Díaz y Anguita (2017) estudiaron los
estereotipos del profesorado en torno al género y a la orientación sexual
comprobando que apenas hay variaciones en la forma de pensar del profesorado en
la actualidad en comparación con el profesorado de finales del siglo pasado.
Sigue habiendo prejuicios relacionados con el sistema sexo-género, se siguen
atribuyendo diferentes capacidad intelectual y rasgos de la personalidad en
función del sexo biológico. El único hecho que difiere es que el profesorado
pone más empeño en disimular sus opiniones ya que ahora el sexismo es bastante
rechazado socialmente (Díaz y Anguita, 2017). Conclusiones similares obtuvieron
Sales-Oliveira et al. (2016) con
docentes universitarios portugueses confirmando que el tipo de sexismo que más
predomina es el sexismo ambivalente y que los docentes varones tenían actitudes
sexistas más hostiles que las docentes.
Los
medios de comunicación son otro agente de socialización al que nos vemos
expuestos desde la infancia. Verdú et al. (2016) analizaron las
representaciones simbólicas de las mujeres y los hombres en los medios de
comunicación, confirmando que siguen manteniendo tendencias que suponen una
forma de violencia simbólica y cultural contra las mujeres. Las imágenes
mediáticas no son neutrales, las expresiones simbólicas y culturales en
relación con el género siguen exponiendo significados de masculinidad y
feminidad relacionados con el esquema jerárquico tradicional que no encaja en
la sociedad actual. Las mujeres se siguen representando con una identidad
femenina ligada a la imagen de sus cuerpos y al ámbito doméstico (Bandrés-Goldáraz y Serrano, 2021; Chirino, 2020). Además, existe
una sobeexposición e hipersexualización
de las adolescentes mujeres asociada a una percepción social de
vulneración de esta imagen, de acuerdo con Llovet-Rodríguez
et al. (2022).
Un
agente socializador clave en el desarrollo de los seres humanos es la familia,
siendo un agente de socialización primaria donde se reproducen y se transforman
las creencias, valores, estereotipos y las formas de poder que existen en las
relaciones humanas (Musitu y García, 2016). En el
estudio de Bonelli (2019) se concluye que, a pesar de que siguen existiendo
estereotipos de género tradicionales en la desigualdad en la distribución de
tareas domésticas y en la crianza, las familias actuales están redefiniendo las
relaciones entre los roles de género, ya no existe tanta asimetría entre los
roles de las mujeres y los hombres, sino que cada vez están más difusos los
límites entre ambos.
El
último mecanismo de socialización al que se hará referencia es la religión. Las
creencias religiosas tienen mucho peso en la formación de la persona y
contribuyen en la construcción de la identidad personal y social. Son producto
de las características socioculturales que resaltan los roles de género y de
pareja (Armet, 2009; Vermeer,
2014). Así, según Burn y Busso
(2005) en Estados Unidos, Gaunt (2012) en el
Territorio Palestino Ocupado (Israel), Glick et al. (2002) en España y Taşdemir y Sakallı-Uğurlu (2010)
en Turquía, entre otros, sostienen, que las religiones influyen en las
expectativas de roles de género. Según Mikolajezak y Pietrzak (2014), existe un vínculo directo y otro indirecto
entre la religión y el sexismo. El vínculo directo se vincula al hecho de que
las autoridades religiosas enseñan y fomentan de manera explícita los
estereotipos de género a sus seguidores. El vínculo indirecto está más
relacionado con la jerarquía de valores que tiene cada religión que atribuye
importancia a una estabilidad y certeza que afectan en el mantenimiento de los
estereotipos que fomentan.
La
problemática de la internalización de los valores machistas en las mujeres es
de gran relevancia. Así, Fields et al. (2009) hallaron que las mujeres participantes en el estudio
tenían una mayor aceptación del sexismo benevolente y apoyaban inconscientemente los estereotipos de este
tipo de sexismo por su naturaleza “beneficiosa” para la mujer. A la misma conclusión
llegaron Lee et al. (2007) hallando
que la aceptación del sexismo benévolo era la principal causa de la prevalencia
de la desigualdad entre los dos sexos. A su vez, Sibley et al. (2007) observaron que las mujeres
que aprobaban el sexismo benevolente presentaban una mayor aceptación del
sexismo hostil hacia su género que las mujeres que rechazaban este tipo de
sexismo. Por su parte, en opinión de Cross y Overall
(2017), esta preferencia de las mujeres por el sexismo benévolo se debía a la
seguridad que les ofrecen las relaciones heterosexuales.
En
consecuencia, los valores machistas y sexistas hacia las mujeres no sólo están
sustentados por los hombres, sino también por las mismas mujeres manteniendo de
esta manera una jerarquía de dominancia masculina que determina la desigualdad
entre ambos sexos.
1.1. Objetivos
En
función de lo expuesto con anterioridad, en este estudio se propone como
objetivo general analizar la internalización de los valores machistas en las
mujeres de distintas identidades culturales. A su vez, se plantean los
siguientes objetivos específicos: a)
Determinar el grado de machismo internalizado en las mujeres por rangos de edad
y en función del nivel educativo; b)
Analizar si la religión influye semejante grado de internalización y,
finalmente, c) Comparar el nivel de
machismo internalizado en mujeres según el nivel de desarrollo humano de sus
países de origen.
En
función de estos objetivos se proponen las siguientes hipótesis de
investigación: H1) Las mujeres de más
edad tendrán más valores machistas internalizados que las mujeres más jóvenes; H2) Las mujeres con menor nivel
educativo reportarán una mayor internalización de valores machistas; H3) Las mujeres que profesan una
religión presentarán una mayor internalización de los valores machistas y,
finalmente, H4) Las mujeres de países
más desarrollados tendrán menos valores machistas internalizados.
1.2. Método
1.2.1. Participantes
Mediante
un muestreo intencional u opinático con submuestreo de bola de nieve se han seleccionado 592
mujeres con edades comprendidas entre los 13 y los 63 años (M = 21.94,
DT = 7.855). Han sido distribuidas en mujeres menores de 20 años (n =
333, 56.3 %) y en mujeres mayores de 20 años (n = 259, 43.7 %). Respecto
al nivel educativo se ha desglosado en dos niveles Medio (Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación
Profesional Grado Medio) (n = 292, 49.3 %) y Superior (Formación Profesional Grado Superior, Universidad,
Máster, Doctorado) (n = 300, 50.7 %). Se recogió también información
acerca de la religión de las participantes: Ateísmo (n = 211, 35.6 %),
Cristianismo (n =183, 30.9 %), Islam (n = 154, 26 %), Catolicismo
(n = 34, 5.7 %) y otras como Hinduismo (n = 8, 1.4 %) y Budismo (n
= 2, 0.3 %). Por último, se preguntó por el país de origen de modo que han
participado mujeres de 50 países diferentes. Para facilitar su estudio se
clasificaron por el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Siguiendo
el ranking publicado en 2020 se han clasificado los países de la muestra en
cuatro grupos: DH muy alto (n = 274, 46.3 %), DH alto (n = 217,
36.7 %), DH medio (n = 97, 16.38 %) y DH bajo (n = 4, 0.7 %),
Teniendo en cuenta esta clasificación se han agrupado los países de desarrollo
humano medio y bajo en un mismo nivel formado por 101 mujeres (17,1%) (véase
Anexo 1).
1.2.2. Instrumentos
de medida
Con el
fin de evaluar los valores machistas en la mujer se creó un formulario
integrado por treinta ítems medidos mediante una escala de tipo Likert de cinco
opciones de respuesta, siendo 1 “estoy
totalmente desacuerdo” y 5 “totalmente
de acuerdo”. El formulario está constituido por dos subescalas
validadas. Por una parte, se ha utilizado la Escala de actitudes hacia el
machismo en las mujeres (EAMM) de Riofrio y Yanayaco (2019), es un
instrumento cuyo objetivo es determinar las actitudes que presentan las mujeres
hacia el machismo, pudiéndose aplicar exclusivamente a las mujeres. En su
formato original está constituido por 52 ítems, de los que se han aplicado 15
ítems seleccionados por acuerdo inter-jueces. Los ítems de la escala original,
además de dar una puntación total acerca de las actitudes hacia el machismo en
mujeres exploran tres dimensiones:
actitudes frente del dominio masculino, actitudes frente al control de la
sexualidad ejercida por los hombres y, finalmente, actitudes hacia el rol
familiar y socialización del rol sexual femenino. Utilizando un coeficiente
omega para la escala original encontramos valores para las tres escalas de
.964, .826 y .771, respectivamente.
Por
otra parte, se ha aplicado la Escala de Actitudes hacia el Machismo (Bustamante,
1990) cuyo objetivo es identificar las actitudes machistas y que en su forma
original cuenta con 59 ítems (de los que se han seleccionado 15 ítems por
acuerdo inter-jueces) que se dividen en cinco subescalas
diferentes (Maldonado, 2018): actitudes hacia el dominio masculino, actitudes
frente a la superioridad masculina, actitudes hacia la dirección del hogar,
actitudes frente a la socialización del rol sexual masculino y actitudes frente
al control de la sexualidad ejercida por los varones. Bustamante (1990)
mediante un coeficiente de Beta de Kuder – Richardson
obtuvo valores en la confiabilidad superiores a .80, siendo de .833 en este
estudio.
1.2.3. Procedimiento
El
formulario ha sido creado en la plataforma de Formularios de Google con el
nombre de “Machismo y mujeres de diferentes identidades culturales”,
todas las preguntas han sido traducidas a tres idiomas: español, inglés y árabe
para poder acceder al mayor número posible de participantes de diferentes
identidades culturales. Para recabar los datos se ha enviado el enlace de
acceso al formulario a través de correo electrónico a fundaciones del
Principado de Asturias (España) como Fundación
Mujeres y Fundación de acción social
Mar de Niebla para su aplicación a las usuarias de la entidad y también fue
enviado a través de las redes sociales como Twitter, Instagram, Facebook y Whatsapp a mujeres de diferentes países. Se ha solicitado
la firma de un consentimiento informado para la utilización de los datos
recogidos con fines de investigación. Este estudio se ajusta a las normas
éticas para la investigación con humanos, de acuerdo con los estándares éticos
del manual de la American Psychological Association (APA, 2020).
1.2.4. Diseño
Se
aplicó un diseño expost-facto, ya que no se tuvo
control sobre las variables ni sobre la clasificación de los sujetos en las
mismas. Se trata de un estudio exploratorio, descriptivo, correlacional y de
corte transversal.
1.2.5. Análisis de datos
Se
utilizó en primer lugar la prueba de Kolmogorov -Smirnov para verificar la normalidad de las variables dependientes,
de modo que al no cumplirse la normalidad se optó por aplicar estadística no
paramétrica. Se utilizaron dos tipos de pruebas no paramétricas. Para
establecer diferencias en las actitudes hacia el machismo en función de los
países de origen y la religión se operó estadísticamente con la prueba de Kruskal-Wallis, mientras que para establecer diferencias
respecto al nivel educativo y la edad se empleó la prueba U de Mann-Whitney. En
los casos en los que se obtuvieron diferencias estadísticamente significativas
se calculó el tamaño del efecto utilizando el coeficiente Eta al cuadrado (η₂) para tratar de establecer si estos
efectos significativos son relevantes en el campo de aplicación de esta
investigación.
2. Resultados
En primer lugar, se procedió a determinar el grado de
machismo internalizado en las mujeres por rangos de edad y en función del nivel
educativo.
Respecto a la primera cuestión objeto de análisis, se ha
comprobado que no existen diferencias estadísticamente significativas en actitudes
hacia el machismo en función de la edad en ninguna de las dos escalas aplicadas
(p = .061 y p = .420, respectivamente) (véase Tabla 1).
Tabla 1. Diferencias en actitudes
hacia el machismo en función de la edad (prueba U de Mann- Whitney)
Factor |
Rango promedio |
U de Mann-Whitney |
p |
Tamaño del efecto |
|
≤ 20 |
> 20 |
||||
EAMM |
308.00 |
281.72 |
46.952 |
.061 |
.006 |
EAM |
290.40 |
301.24 |
44.702 |
.420 |
.001 |
Nota. Tamaño del efecto correspondiente a la η2 de
Cohen.
Fuente: elaboración propia.
Por lo que respecta al nivel educativo, como se ha indicado,
se clasificó la variable en dos niveles: el nivel superior formado por 300
mujeres (50.7%) y el nivel medio que recoge 292 mujeres (49.3%) y se ha
eliminado el nivel bajo por ausencia de participantes. Para el análisis de las
diferencias se utilizó la prueba de U de Mann-Whitney, de modo que se
encontraron diferencias estadísticamente significativas solo en la escala EAM
(p = .003) con un tamaño de efecto muy bajo (η₂ = -.002), de ahí que haya que ser
prudentes en la interpretación de los resultados (véase Tabla 2).
Tabla 2. Diferencias en actitudes
hacia el machismo en función del nivel educativo
(U
de Mann- Whitney)
Factor |
Rango promedio |
U de Mann-Whitney |
p |
Tamaño del efecto |
|
Medio |
Superior |
||||
EAMM |
303.38 |
289.81 |
41.791 |
.329 |
.002 |
EAM |
316.27 |
277.26 |
38.027 |
.003 |
.013 |
Nota. Tamaño del efecto correspondiente a la η2 de
Cohen.
Fuente: elaboración propia.
En lo relativo a la religión practicada para obtener niveles
equilibrados en cuanto a número de participantes, se han tenido en cuenta
cuatro niveles: el primer nivel corresponde a Ateísmo con 211 participantes (35,6 %), el segundo es Cristianismo con 183 participantes (30.9
%), el tercero es el Islam con 154
participantes (26 %), el cuarto es el Catolicismo
con 34 participantes (5.7 %). Se ha eliminado el hinduismo y el budismo debido
al escaso número de participantes de dichas religiones (1.7 %). A objeto de
contrastar la correspondiente hipótesis se ha empleado la prueba H de Kruskall-Wallis. En la escala EAM se han hallado
diferencias estadísticamente significativas entre Ateísmo e Islam
(p = .000), Cristianismo e Islam
(p = .001), Ateísmo y Cristianismo (p = .002) y Catolicismo e Islam (p =
.028). En la escala EAMM se ha
encontrado diferencias entre Ateísmo e Islam (p= .000) y
Cristianismo e Islam (p =
.005). En cuanto al tamaño del efecto encontramos que para la escala EAM
tiene un valor mediano (η₂ = .089) y disminuye
en la escala EAMM a un efecto bajo (η₂ = .034) (véase
Tabla 3).
Tabla 3. Diferencias en actitudes
hacia el machismo en función
de la religión practicada (Prueba de Kruskall- Wallis)
Prueba |
Muestra1-
Muestra 2 |
Estadístico
de contraste |
Error |
DT |
Significación
Ajustada |
EAMM |
Ateísmo /
Cristianismo |
-19.810 |
16.776 |
-1.181 |
1.000 |
|
Ateísmo /
Catolicismo |
-44.536 |
30.691 |
-1.451 |
.880 |
|
Ateísmo /
Islam |
-80.308 |
17.602 |
-4.562 |
.000 |
|
Cristianismo
/ Catolicismo |
-24.726 |
31.015 |
-.797 |
1.000 |
|
Cristianismo
/ Islam |
-60.498 |
18.161 |
-3.331 |
.005 |
|
Catolicismo
/ Islam |
-35.771 |
31.470 |
-1.137 |
1.000 |
EAM |
Ateísmo /
Cristianismo |
-56.925 |
16.097 |
-3.536 |
.002 |
|
Ateísmo /
Catolicismo |
-56.925 |
29.449 |
-1.322 |
1.000 |
|
Ateísmo /
Islam |
-124.434 |
16.889 |
-7.368 |
.000 |
|
Catolicismo
/ Cristianismo |
17.987 |
29.760 |
.604 |
1.000 |
|
Cristianismo
/ Islam |
-67.509 |
17.426 |
-3.874 |
.001 |
|
Catolicismo
/ Islam |
-85.509 |
30.196 |
-2.831 |
.028 |
Nota:
Cada fila prueba la hipótesis nula de que las distribuciones de la Muestra 1 y
Muestra 2 son las
mismas.
Fuente: elaboración propia.
Mediante la prueba de Kruskal-Wallis
se analizaron las diferencias en la internalización de los valores machistas en
función de los niveles de IDH de los países de las mujeres participantes en el
estudio. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas tanto en la
escala EAMM (p = .008) como en la EAM (p = .000).
Como se expone en la Tabla 4, en ambas se encontraron diferencias
significativas entre los niveles DH Muy Alto y DH Medio-Bajo y
los niveles DH Alto y DH Medio-Bajo, de modo que se ha comprobado que las mujeres participantes de países
con IDH más alto presentan menos
actitudes machistas internalizadas que aquellas otras de niveles medio y bajo.
El tamaño del efecto en ambos casos es bajo: η₂ = .029 para la escala EAM
y η₂ = .015 para la escala
EAMM.
Tabla 4. Diferencias en actitudes
hacia el machismo en función del nivel
de desarrollo humano del país de
origen (Prueba de Kruskall- Wallis)
Prueba |
Muestra1-
Muestra 2 |
Estadístico
de contraste |
Error |
DT |
Significación
Ajustada |
EAMM |
DH Muy
Alto / DH Alto |
11.765 |
15.356 |
.766 |
1.000 |
|
DH Alto /
DH Medio-Bajo |
60.632 |
19.671 |
3.082 |
.006 |
|
DH Muy
Alto / DH Medio-Bajo |
48.867 |
20.355 |
2.401 |
.049 |
EAM |
DH Alto /
DH Muy Alto |
-.189 |
14.744 |
-.013 |
1.000 |
|
DH Alto /
DH Muy Alto |
76.077 |
19.543 |
3.893 |
.000 |
|
DH Muy
Alto / DH Medio-Bajo |
75.888 |
18.886 |
4.018 |
.000 |
Nota:
Cada fila prueba la hipótesis nula de que las distribuciones de la Muestra 1 y
Muestra 2 son las mismas.
Fuente: elaboración propia.
3. Discusión
Mediante la socialización diferencial
de género, los niños y las niñas aprenden e internalizan roles sociales,
valores culturales y normas de comportamiento mediante la influencia de
diferentes agentes de socialización (Bonilla-Algovia
y Rivas-Rivero, 2018). Este proceso de socialización en roles de género
determina, en parte, la esfera actitudinal y la asunción o posicionamiento
acrítico frente al dominio masculino, así como de los roles familiares,
laborales y sociales de uno y otros, de lo cual se derivan múltiples
implicaciones a diversos niveles. Por ello, el objetivo principal de este
estudio se ha centrado en analizar la internalización de los valores machistas
en las mujeres de diferentes culturas en función de su edad, nivel educativo,
religión y el nivel de desarrollo de su país de origen.
Al realizar el análisis de datos se ha
confirmado que existe una relación estadísticamente significativa entre las
actitudes machistas internalizadas y el nivel educativo, la religión y el nivel
de desarrollo del país de origen. Esto indica que algunas condiciones de las
personas influyen en la internalización de los valores machistas, de modo que
el nivel educativo de las mujeres está más relacionado con la actitud hacia su
rol dentro de la familia y en la sociedad, la crianza diferencial de los niños
y niñas, la dominancia masculina y la dirección del hogar, de acuerdo con Díaz et al. (2020). Así, se confirma la
existencia de menores creencias
sexistas y de justificación de la violencia machista a mayor nivel educativo
(Barrera-Hernández y Moreno-Jalabera, 2022;
Fernández-García et al.,
2022).
Se apunta al hecho de que seguir una religión o no también
está relacionado con la internalización de los valores machistas e incluso hay
diferencias entre religiones. En este sentido, los valores de las personas son
diferentes en función de las creencias religiosas, así Haggard
et al. (2019) comprobaron que hay
valores de la religión judía y cristiana que incrementan la aceptación del
sexismo benévolo en mujeres de diferentes países. Donde más variabilidad se ha
observado es dentro de aquellas corrientes ideológicas que están ligadas a
actitudes vinculadas a la crianza, sexualidad y roles de género en la familia.
Con esto se concluye, como defendían Burn y Busso (2005) y Glick (2002),
entre otros, que la religión es uno de los factores que contribuye al
mantenimiento de las expectativas de género. En este sentido, tradicionalmente
se ha utilizado la religión para educar a los individuos en un marco de valores
que se concebían como prevalentes, de modo que las creencias y normas de
comportamiento se justifican sobre la base de una moral religiosa que
trasciende al individuo y le vincula a unos valores
socioculturales (Potter, 2003). Así, en las religiones suele dictarse preceptos
con los que se rigen unas pautas de comportamiento, las cuales se acompañan de
un sistema de premios y castigos que pueden condicionar las creencias y
acciones del individuo (Paloutzian y Park, 2021),
como en el caso que nos ocupa sobre los valores dominantes en sistemas
patriarcales que conlleva un razonamiento internalizado. De acuerdo con Ward y
King (2018), los creyentes muestran un mayor razonamiento internalizado, así
como mayor obediencia.
Al tomar en consideración factores socioeconómicos,
educativos y culturales agrupados en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) se ha
comprobado que las actitudes hacia el machismo se vinculan al modo de crianza
de las personas y a sus condiciones contextuales. De esta manera, se ha
encontrado que hay más diferencias entre aquellos países de nivel muy alto y
alto respecto al medio-bajo. Resultados similares se habían obtenido en el
estudio de Moya et al. (2002) al
estudiar el sexismo en diferentes países en función de indicadores de
desarrollo social (IDH), donde se demostró que el sexismo hostil y la
diferencia entre acuerdo de hombres y mujeres en sexismo benevolente era mayor
en sociedades de menor desarrollo. Estos resultados han sido confirmados por
Bonilla-Algovia (2021) en su estudio con docentes en
España y América Latina donde defiende que en aquellos países donde el
desarrollo humano es menor, existe más desigualdad de género y se constatan
mayores niveles de sexismo hostil y benévolo. En relación con ello, Lagarde (2011) aboga por la necesidad de lograr una
sinergia internacional, nacional y local, mediante la que se potencien acciones
conjuntas entre países con diferente IDH fruto de un fortalecimiento mutuo
institucional, civil y político.
En
este estudio, en contra de lo hipotetizado, no se han
obtenido diferencias estadísticamente significativas en la
internalización de los valores machistas entre mujeres participantes menores y mayores de
veinte años, lo cual puede ser atribuido unas actitudes de mayor concienciación
en contra del machismo tanto en mujeres jóvenes como adultas, aunque subsista
la mentalidad de dominio-sumisión. En cambio, en otros estudios realizados
con mujeres y hombres se ha comprobado que las actitudes sexistas o machistas
tienen cierta estabilidad entre los 18 y 54 años y se incrementa a partir de
los 55 años (Garaigordobil, 2015). Esta misma
tendencia es comprobada por Fernández-García et al. (2022) al confirmar que la edad también presenta una relación
positiva con las actitudes sexistas. Sin embargo, baste recordar que, de
acuerdo con Díaz-Aguado (2022, p. 11), se han producido avances significativos
en la lucha contra la violencia sobre las mujeres, así como en la construcción
de una sociedad más igualitaria, pero se asiste a un avance de posturas entre
hombres jóvenes que justifican o niegan las actitudes machistas y violencia
contra las mujeres. En palabras de la directora general del INJUVE (Pérez,
2022, p. 7): “Si bien muchas mujeres han aprendido a identificar todos los
niveles y formas de agresión machista, -y aunque más de la mitad de la
población joven reconoce que el machismo es la causa de la violencia de género-
la mayoría de ellas y ellos participan del sistema de creencias del machismo en
el que hemos sido educados, exponiendo a las mujeres a situaciones de
subordinación y violencia”.
Este estudio no está exento de limitaciones. En primer
lugar, se ha aplicado un diseño de corte transversal y un muestreo de tipo no
probabilístico lo cual no permite una generalización de los resultados ni
establecer mecanismos de influencia. Otra limitación es la relativa al país de
origen de las mujeres que han participado en el estudio ya que sería deseable
contar con una muestra más amplia y representativa. En lo referente al nivel de
estudios todas las participantes tienen estudios de secundaria o superiores de
modo que para futuras investigaciones han de incluirse mujeres con niveles
elementales de enseñanza. A nivel estadístico, los efectos de tamaño hallados
son bastante pequeños por lo que pondrían en duda la significatividad de los
resultados.
Finalmente, como futuras líneas de investigación se propone
profundizar en el estudio de la internalización de las actitudes machistas
mediante un estudio transcultural. Asimismo, evaluar tales creencias y valores
en niños y niñas de edades tempranas resultaría de gran interés a objeto de
poder comparar tales actitudes con población adulta.
A nivel de intervención han de promoverse medidas desde una
perspectiva integral, incidiendo tanto en la implementación de programas en el
ámbito escolar sobre educación en igualdad de género (Gallardo-López y Gallardo-Vázquez,
2019; Resa, 2021), como potenciando las
medidas socializadoras a nivel familiar (Marín y Avilés, 2021; Ojeda y
González, 2019). Asimismo, ha de promoverse una labor sociocomunitaria
de concienciación (Altamirano, 2020) e institucional contra la violencia
machista (Ministerio de Igualdad Gobierno de España, 2021; Observatorio de
Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, 2022; ONU-Mujeres, 2020;
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2021), dada la multifactorialidad y los impactos psicosociales de la
problemática objeto de análisis.
4. Conclusiones
En base a los
resultados hallados, se concluye que los valores machistas siguen estando
internalizados en las mujeres, independientemente de la edad. Esto es aplicable
tanto a las actitudes frente del dominio masculino, como a las actitudes frente
al control de la sexualidad ejercida por los hombres y por lo que respecta a su
rol familiar y, por extensión, al proceso de socialización del rol sexual
femenino.
Las mujeres que
tienen un nivel medio de estudios han mostrado una mayor aceptación de los
valores machistas vigentes en la sociedad actual en comparación con mujeres con
estudios superiores, tal como se había hipotetizado.
Esta tendencia también es aplicable al tomar en consideración la religión, de
modo que, como se había propuesto, se ha confirmado que las mujeres que profesan una religión presentan una mayor internalización de los valores
machistas.
El desarrollo humano
del país de crianza de dichas mujeres es otro factor que determina el nivel de
asunción del machismo por parte de ellas, de modo que se ha comprobado que en
los países donde hay menor índice de desarrollo humano se manifiesta más
desigualdad de género y más internalización de valores machistas, sobre todo de
aquellos valores relacionados con el cuidado de la familia, la crianza, las
tareas domésticas y el acceso al mundo laboral.
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ANEXO 1 -
Participantes en el estudio (N =
595). Clasificación en función de los países de origen según el Nivel de
Desarrollo Humano (ONU, 2019)
Nivel DH Muy Alto |
n |
% |
Alemania |
1 |
0.8 |
Arabia Saudita |
3 |
0.5 |
Argentina |
30 |
5.1 |
Austria |
2 |
0.3 |
Bélgica |
1 |
0.2 |
Bulgaria |
1 |
0.2 |
Chile |
18 |
3 |
Chipre |
1 |
0.2 |
Corea del Sur |
1 |
0.2 |
Costa Rica |
5 |
0.8 |
Emiratos Árabes Unidos |
1 |
0.2 |
España |
163 |
27.5 |
Estados Unidos |
5 |
0.8 |
Estonia |
1 |
0.2 |
Francia |
4 |
0.7 |
Georgia |
1 |
0.2 |
Italia |
7 |
1.2 |
Malasia |
4 |
0.7 |
Mauricio |
1 |
0.2 |
Panamá |
17 |
2.9 |
Portugal |
2 |
0.3 |
Rusia |
1 |
0.2 |
Singapur |
1 |
0.2 |
|
|
|
Nivel DH Alto |
n |
% |
Albania |
1 |
0.2 |
Argelia |
1 |
0.2 |
Armenia |
1 |
0.2 |
Bolivia |
2 |
0.3 |
Brasil |
1 |
0.2 |
Colombia |
39 |
6.6 |
Cuba |
2 |
0.3 |
Ecuador |
17 |
2.9 |
México |
95 |
16 |
Moldavia |
2 |
0.3 |
Paraguay |
12 |
2 |
Perú |
35 |
5.9 |
República Dominicana |
2 |
0.3 |
Venezuela |
6 |
1 |
Ucrania |
1 |
0.2 |
|
|
|
Nivel DH Medio |
n |
% |
Bangladesh |
1 |
0.2 |
El Salvador |
7 |
1.2 |
Guatemala |
8 |
1.3 |
Honduras |
7 |
1.2 |
India |
7 |
1.2 |
Nivel DH Medio |
n |
% |
Marruecos |
61 |
10.3 |
Nepal |
2 |
0.3 |
Nicaragua |
1 |
0.2 |
Pakistán |
3 |
0.5 |
|
|
|
Nivel DH Bajo |
n |
% |
Gambia |
2 |
0.3 |
Senegal |
1 |
0.2 |
Costa de Marfil |
1 |
0.2 |