La agenda
anti-género contra los derechos sexuales y reproductivos:
contextos
diferenciales en los casos de España y Polonia
The
anti-gender agenda against sexual and reproductive rights:
differential
contexts in the cases of Spain and Poland
Mónica
Cornejo-Valle |
Jennifer Ramme |
José Barrera-Blanco |
Universidad
Complutense de Madrid - España |
Universität Viadrina
Frankfurt - Alemania |
Universidad Complutense de Madrid - España |
Recibido: 28-02-2023
Aceptado: 21-05-2023
Resumen
La agenda
conservadora contra los avances en igualdad y derechos sexuales y reproductivos
durante las últimas dos décadas ha sido calificada por la literatura como
movimiento anti-género, dada la centralidad del concepto “género” en la
producción de pánicos morales en torno a un conjunto heterogéneo de políticas
progresistas. Ante la ausencia de estudios comparativos, este artículo aborda
los casos de España y Polonia para explicar cómo los contextos nacionales
definen las diferencias en la movilización de una misma agenda elaborada a
nivel internacional. La relación de la Iglesia católica con el pasado
autoritario, los significados de la identidad nacional y las diferentes
estrategias de victimización son tres factores domésticos que enmarcan el
diferente desarrollo del movimiento anti-género en cada país.
Palabras clave: género, derechos sexuales y reproductivos, iglesia
católica, pánicos morales, anti-feminismo, nacionalismo.
Abstract
The conservative
agenda against the progress in gender equality and sexual and reproductive
rights during the last two decades has been described by literature as
anti-gender movement, given the centrality of the concept “gender” in the
production of moral panics around a heterogenous set of progressive politics.
Facing the lack of comparative studies, this article addresses the cases of
Spain and Poland to explain how national contexts define the differences in the
mobilization of a same agenda produced at the international level. The relation
between the Catholic Church and the authoritarian times, the meanings of
national identity and the strategies of victimization are three factors that
frame the different development of the anti-gender movement in each country.
Keywords: gender, sexual and reproductive rights, catholic church, moral panics,
anti-feminism, nationalism.
1. Introducción
Uno de los
aspectos más interesantes de los procesos ideológicos globales es la forma en
la que diversos países y sociedades reaccionan ante una misma agenda de
carácter transnacional. Las campañas de los actores conservadores contra las
políticas de género y los derechos sexuales y reproductivos están siendo
estudiadas como una gran movilización de recursos simbólicos, económicos y
políticos al servicio de una agenda elaborada a nivel internacional donde el
ataque a su propia definición del concepto “género” es uno de sus ejes
discursivos (Korolczuk, 2015; Paternotte,
2015; Kuhar y Paternotte,
2017). Sin embargo, a pesar de que la literatura incluye
varios volúmenes con estudios de caso por países, y también de que en sus
orígenes la investigación de los movimientos anti-feministas y anti-LGBT+ ha
tenido un enfoque localista (como muestran los trabajos de Graff,
2014 para Polonia, Béraud, 2014 para Francia, Wiesnerova, 2013 para Eslovaquia o Aguilar, 2013 para el
caso español), se ha prestado poca atención a la comparación de contextos y a
la exploración de los factores concretos que varían y, en consecuencia,
modulan, domestican y afectan a los éxitos y fracasos de las versiones locales
de movimientos políticos transnacionales.
En 2019 Polonia
se situó a la vanguardia de la represión conservadora contra los derechos
sexuales y reproductivos con la declaración de varias ciudades como “zonas
libres de ideología LGBT+”, regiones en las que símbolos, discursos o prácticas
no heterosexuales se consideran desterradas (Ramme,
2020b). En el otro extremo, España fue el tercer país europeo en hacer posible
el matrimonio de pleno derecho entre personas del mismo sexo en 2005 y hasta
2011 desarrolló un buen número de leyes de igualdad de género y derechos
reproductivos y sexuales que, a pesar de provocar la movilización conservadora
en oposición a las reformas, la gran mayoría siguen vigentes y con amplia
aceptación social. Aunque en 2019 la extrema derecha obtiene representación en
el Congreso de los Diputados de España, la clave de su inesperado ascenso no
fue su ideología anti-feminista y anti-LGBT+, como veremos. En Polonia, por el
contrario, el primer éxito electoral de Ley y Justicia (PiS)
en 2005 ya estuvo envuelto en la persecución contra el “terrorismo gay” (Machajski et al.,
2006), y en la última campaña electoral
de 2019 el uso de retóricas contra el feminismo y los derechos sexuales y
reproductivos fue recurrente en el espectro de la derecha.
2. Objetivos y metodología
Siguiendo en parte
la invitación de Kuhar y Paternotte
(2017) al estudio comparativo de las movilizaciones anti-género en distintos
contextos locales, el objetivo general de este artículo es explorar y proponer
algunos factores de análisis que permitan la comparación de los casos de España
y Polonia, a fin de entender mejor el papel del contexto político en el
desenvolvimiento de la agenda contra los derechos sexuales y reproductivos y la
igualdad de género. Se propone la comparación de dos casos que comparten
algunos elementos comunes pero que son especialmente significativos porque
representan dos modelos distintos de despliegue de las campañas anti-género en
el escenario europeo. A través de la comparación esperamos comprender
mejor cómo los contextos locales se vinculan con las tendencias
transnacionales, cómo se reformulan las ideologías en función de las memorias
colectivas y las definiciones de la identidad nacional, y cómo las estructuras
de oportunidad política hacen que determinadas retóricas sean más o menos
plausibles, desencadenando las reacciones colectivas de forma diferente. En
otras palabras, nos preguntamos cómo las políticas de igualdad de género llegan
a ser acusadas de “dictadura” o los derechos sexuales y reproductivos se han
convertido en un “terror” y, en ese marco de conflicto, cómo es que ese “terror”
se activa en un caso y no en otro.
Para la recogida de
datos se ha priorizado la revisión documental de fuentes periodísticas,
documentos eclesiales, activistas y de partidos políticos, gran parte de ellos
producidos entre los años 2005 y 2022 ya que estas campañas se han llevado a
cabo en ese período de tiempo en España y Polonia, y siguen activas en la
actualidad. También se ha realizado una extensa revisión bibliográfica de la
literatura científica publicada en la última década sobre el tema en cuestión.
De manera complementaria, se han incluido en la muestra información obtenida a
través de observaciones no participantes realizadas en protestas en el espacio
público entre 2017 y 2022. Para el análisis de los datos utilizamos tres
herramientas teóricas de épocas y disciplinas distintas: la idea del “pánico
moral” de Cohen (1972), el encuadre de la acción colectiva según Snow y Benford (1988) y las tácticas de manipulación cognitiva
DARVO estudiadas por Freyd (1997). Se discuten los
contextos históricos de los dos países, los actores clave (partidos
conservadores, activistas, Iglesia católica, gobiernos), las retóricas
empleadas (morales, nacionales, familiares, etc.) y sus paradojas para examinar
qué variables o factores específicos influyen en los resultados políticos de la
agenda anti-género.
3. El estado general de la agenda anti-género
El 24 marzo de 2019, los organizadores de la Marcha
Nacional de la Familia[i] en Polonia
gritaban por sus altavoces: “Estamos aquí porque las autoridades de Varsovia
están introduciendo el terror arcoíris. Este acto es una oposición contra la
desmoralización de los niños” (Ślusarczyk, 2019)[1], seguido del
lema “No queremos el terror arcoíris” (Ibídem). Esta era la respuesta de los
activistas católicos a las recientes Declaraciones LGBT+ del Ayuntamiento de
Varsovia y otras capitales polacas, que se comprometían a establecer centros de
ayuda, medidas contra la violencia y los crímenes de odio, educación sexual y
antidiscriminatoria basada en las normas de la OMS, así como un mejor acceso a
la administración pública para las personas LGBT+ con el fin de mejorar
situación. A pesar de que estas declaraciones municipales no tienen un efecto
legal vinculante, son una de las no muy numerosas muestras de la agenda de
protección de los derechos humanos del colectivo LGBT+, que incluyen medidas
tanto nacionales como regionales y locales en el ámbito laboral,
jurídico-sanitario (cambios de nombre, eliminación de la esterilización forzada
después del cambio de género) y del derecho de asilo (para los perseguidos en
otros países por su orientación sexual).
A estas políticas han contribuido especialmente
sectores de la sociedad civil como las ONGs, que han
participado en la introducción de estos cambios en el ámbito educativo,
organizando talleres sobre diversidad sexual en las escuelas o lanzando
campañas anuales como el Rainbow Friday,
a pesar de convivir con una fuerte oposición y numerosos bloqueos políticos y
legales. De hecho, la oposición a la protección de los derechos a las que
aspiraban las Declaraciones LGBT+ de algunas capitales no se ha quedado
únicamente en unas declaraciones puntuales el año de su aparición, sino que
numerosos municipios (especialmente en el sureste del país) respondieron
creando sus propias declaraciones que incluían medidas contra la introducción
de la llamada “ideología LGBT”, y firmando otras declaraciones análogas
llamadas “Carta familiar” (Karta Rodziny), centradas en blindar el concepto católico de
la familia y en desterrar la libertad sexual (Ramme,
2020b).
En la escena española, el 24 de marzo de 2019 varios
candidatos del Partido Popular (PP, conservador) y Vox
(extrema derecha[2]), además de
otros partidos de extrema derecha extra-parlamentarios, participaban en la
Marcha por la Vida (la contraparte española de la Marcha Nacional de la Familia
polaca)[3], envueltos en un
cierto ambiente pre-electoral. Pero, aunque el activismo llamado “pro-vida” y
el activismo anti-género se compone esencialmente de los mismos actores en
España, las consignas no hablaban de nada relacionado con LGBT+. De hecho, las
movilizaciones específicas contra los derechos sexuales y reproductivos se han
ido aminorando en comparación con el periodo 2005-2010 (Cornejo-Valle y
Pichardo 2017), cuando se introdujeron algunas reformas clave como la
legalización del matrimonio entre parejas del mismo sexo (Ley 15/2005), la
inclusión del respeto a la diversidad sexual en el currículo escolar (Ley
Orgánica 2/2006), la agilización de los procesos legales para el cambio de
género (Ley 3/2007) y la ampliación del derecho a la interrupción voluntaria
del embarazo (Ley Orgánica 2/2010).
Las reformas del periodo 2005-2010 tuvieron amplia
contestación en el movimiento anti-aborto, la Iglesia y los partidos de la
oposición (en ese momento Ciudadanos y PP), pero se amortiguaron
cuando el PP llegó al gobierno y cambió su posición de partida,
manteniendo la mayoría de las leyes anteriores vigentes. Sólo los partidos de
extrema derecha (sin representación en el parlamento nacional durante cuarenta
años) y el movimiento anti-aborto mantuvieron su agenda original alineada con
la Iglesia católica hasta el ascenso de un nuevo partido, Vox, en 2019,
que reintrodujo la retórica anti-género en el debate político. Aunque hay
cierto consenso en que su repentino ascenso entre 2018 y 2019 (obteniendo el
15% de los escaños en el Congreso de los Diputados) fue una reacción social al
movimiento independentista catalán, lo cierto es que desde la entrada de Vox
en las instituciones regionales y nacionales comenzó una campaña de ataque a
las políticas de igualdad de género y diversidad sexual. Una de sus más
llamativas intervenciones en las primeras semanas de su presencia parlamentaria
fue solicitar el acceso a la información gubernamental para crear listas negras
de profesionales implicados en programas anti-discriminatorios y de educación
sexual (León, 2019; Cela, 2019). Mientras tanto, también han sacado partido de
su protagonismo mediático para difundir en el debate público la retórica
internacional contra los derechos sexuales y reproductivos.
4. Pánicos morales
El hecho de que una expresión como “terror arcoíris”
sea hoy en día inteligible para los lectores de este texto, incluso si no se
siente miedo de la población LGBT+, da cuenta del éxito de una política
cognitiva basada en la producción del pánico moral. Stanley Cohen (1972: 9)
definió el pánico moral como un proceso en el que una “condición, episodio,
persona o grupo de personas pasan a definirse como una amenaza para los valores
e intereses sociales”. Partiendo de este enfoque procesual, el fenómeno
comienza cuando aquellos que se consideran a sí mismos como las personas que
piensan correctamente (Cohen menciona a obispos, editores y políticos como “emprendedores
morales”) perciben sus valores o intereses amenazados por ideas emergentes,
situaciones, personas, etc. Estamos de acuerdo con Thompson (2014: 24) cuando
señala que los pánicos morales son algo más que un simple pánico: indican que
el peligro percibido es “una amenaza al orden social en sí mismo o a una
concepción idealizada (ideológica) de alguna parte de tal orden social”. Los
emprendedores morales (sean quienes sean: débiles o fuertes, mayoritarios o
minoritarios) invocarán la esencialidad de ciertos valores comunitarios, la
identidad y el sentido del orden y la seguridad como los núcleos y la verdadera
naturaleza de la sociedad.
Una de las típicas paradojas de los discursos de
extrema derecha consiste en la auto-victimización (Kuhar
y Paternotte, 2017) por la cual los fuertes dicen ser
los más débiles para ganar legitimidad en sus abusos. Entendemos este proceso
como una expresión política de la táctica DARVO (Freyd,
1997), que consiste en negar las acusaciones, atacar de nuevo y convertir a la
víctima en el atacante. Esta táctica fue revelada y denunciada por Jennifer Freyd como la típicamente utilizada contra las mujeres por
parte de los maltratadores cuando estas denuncian, pero el alcance de la idea
es más amplio ya que se aplica a las dimensiones estructurales del maltrato,
como la posición de superioridad social del maltratador, los recursos
disponibles, los valores dominantes, etc.
Para navegar por esos escenarios confusos de
producción de pánicos morales, adoptaremos la perspectiva clásica de David Snow
del análisis de marcos (Snow et al., 1986; Snow y Benford,
1988). Desde nuestro punto de vista, los pánicos morales de extrema derecha son
el resultado de procesos de encuadre cuyo punto de partida es una tarea de
diagnóstico de la realidad y la elaboración de operaciones discursivas,
simbólicas y estratégicas para alinear diferentes temas en el mismo marco.
Teniendo en cuenta el funcionamiento de ideologías similares en Polonia y
España, también analizamos las diferentes estructuras de oportunidad política,
o lo que Snow y Benford (1988) llamaron “restricciones
empíricas”, bajo las cuáles se dan los procesos de encuadre. En nuestros casos,
la misma representación de las mismas amenazas obtuvo resultados diferentes, de
acuerdo con las diferencias estructurales que existen entre ambos países.
5. El espejo Polonia/España: antecedentes sociales,
políticos y religiosos
5.1. Un boceto sociológico
A pesar del arraigo histórico del catolicismo en
ambos países, la importancia de la religiosidad en España ha disminuido
notablemente mientras que se mantiene fuerte en Polonia. En comparación con el
92% de polacos que se definen como católicos y el 50% que asiste regularmente a
oficios religiosos (CBOS, 2017b y 2018), en España el 66% de la población se
define como católica hoy en día, pero sólo el 11% acude con frecuencia semanal
a oficios religiosos (CIS, 2021). El 34% de los polacos consideran que la
religión es muy importante para definir su identidad nacional, mientras que
sólo el 9% de los españoles considera que la religión tiene sentido para
definir su identidad nacional (Stokes, 2017). En ambos países, los estudios
demoscópicos muestran una correlación entre la pertenencia a una organización
religiosa, el voto a partidos conservadores y la adscripción a los valores
situados en la derecha y extrema derecha de la escala ideológica (CBOS, 2017b;
CIS, 2019).
La relación entre la Iglesia católica y la sociedad
es ambigua tanto en España como en Polonia. En términos generales, los
católicos españoles y polacos muestran una discrepancia entre su moral
religiosa declarada y sus prácticas sociales reales como el sexo antes del
matrimonio, el divorcio o la anticoncepción (Bericat,
2015 y Cornejo-Valle y Pichardo, 2017a para España; CBOS, 2014 para Polonia).
La religiosidad también tiene poca influencia en la elección del aborto (Mishtal y Dannefer, 2010 y CBOS,
2012 para Polonia; CIS, 2008 para España). Incluso en Polonia se ha observado
un rápido proceso de secularización moral, y en 2014 sólo alrededor del 20%
estuvo de acuerdo en que es Dios, y no la sociedad, el que debe decidir sobre
el bien y el mal (CBOS, 2014). La gran diferencia entre ambos países está
directamente relacionada con nuestro tema: la mayoría de la población polaca
está muy en contra del matrimonio y la adopción por parte de parejas del mismo
sexo y hay un nivel relativamente alto de homofobia (CBOS, 2014; CBOS, 2017a; Wike et al., 2019: 5); en España, sin embargo,
incluso la mayoría de los católicos están de acuerdo con el matrimonio entre
personas del mismo sexo y consideran que la orientación sexual es irrelevante
para determinar si una persona está lista o no para llevar a cabo un proceso de
adopción de niños (Toharia, 2011).
Las diferencias están vinculadas a la distinta
legitimidad de la Iglesia católica en ambos países, marcada por su relación con
los legados autoritarios. Aunque los españoles declararon ser ampliamente católicos,
la popularidad de la institución es baja debido a la memoria colectiva de la
alianza entre la Iglesia española y el fascismo durante la Guerra Civil
Española y la siguiente dictadura (1936-1975). De hecho, diversos estudios
antropológicos señalan un anticlericalismo latente en la cultura católica
española (Behar, 1990; Cornejo-Valle, 2008). Por el
contrario, la popularidad de la Iglesia católica en Polonia es bastante alta
debido precisamente a su función de oposición política durante el régimen socialista
(1945-1989). Al asumir un papel crucial en la promoción de un patriotismo
vinculado a los valores morales conservadores, la Iglesia polaca logró obtener
una posición de autoridad moral durante la transformación del sistema político
a partir de 1989. Además, la elección en 1978 de un pontífice polaco (Juan
Pablo II) fortaleció la imagen de la institución y promovió la religiosidad
popular en Polonia.
5.2. Aproximación a las redes anti-género
Hemos mencionado a la Iglesia católica y a los
partidos políticos (PiS, PP y Vox)
como los principales actores de la oposición contra los derechos sexuales y
reproductivos en España y Polonia. Los partidos e iglesias actúan como actores
políticos formales, pero su impacto también depende de la sociedad civil que
los respalda. Desde 2005 las asociaciones del laicado conservador cumplen una
función crucial en el movimiento anti-género, organizando y liderando las
movilizaciones. Generalmente pequeñas y agregadas en plataformas, gran parte de
ellas provienen de redes anti-aborto previas y todas tienen un trasfondo
religioso explícito o implícito que es visible en el uso del mismo lenguaje
doctrinal y argumentos sobre los derechos sexuales y reproductivos, ampliamente
compartidos y similares en todos ellos (Cornejo-Valle y Pichardo, 2017;
Blázquez-Rodríguez, Cornejo-Valle y Pichardo-Galán, 2018). En Polonia, aunque
la agenda anti-aborto sigue siendo importante, la atención de la extrema
derecha, partidos conservadores, Iglesia católica y asociaciones laicas se ha
desplazado cada vez más hacia temas anti-género desde mediados de 2005.
En España, la plataforma más importante en el primer
lustro de movilizaciones (2005-2010) fue el Foro Español de la Familia,
vinculado al Opus Dei, que lideró las grandes marchas contra el matrimonio
entre personas del mismo sexo. Cuando el PP consiguió el gobierno en
2011, la movilización en las calles se descompuso y la plataforma CitizenGo (proyección internacional del lobby
ultraconservador HazteOir) logró el
protagonismo político y mediático del movimiento anti-género en España, por
ejemplo, siendo los anfitriones del influyente Congreso Mundial de las Familias
(WCF) de 2012 celebrado en Madrid. Sus campañas basadas en la estrategia del
impacto alcanzaron la atención internacional desde que en 2017 fletaron un
autobús que recorrió diversas ciudades españolas con un mensaje tránsfobo en su cubierta. Otras organizaciones como Abogados
Cristianos se encargan de la estrategia de judicialización del conflicto,
denunciando a activistas feministas y LGBT+ y ofreciendo asesoramiento legal a
activistas anti-género. Vinculada de diferentes maneras a todos esos grupos se
encuentra la organización transnacional One
of Us, dedicada al lobby conservador en la Unión
Europea y fundada por el ex-alto cargo del PP Jaime Mayor Oreja. Dos
grupos de lucha contra el aborto polacos también pertenecen a esta plataforma:
la fundación Jeden z Nas,
perteneciente a la Federación Polaca de Movimientos Pro-Vida (PFROŻ), y
la Asociación Polaca de Defensores de Vida Humana. También tienen
vínculos con el Vaticano a través de la fundación pontificia Ayuda a la
Iglesia Necesitada. Con la colaboración de la asociación PFROŻ, el
IV Congreso Mundial de las Familias se celebró en Polonia antes que en España,
en 2007, apoyado y patrocinado por el entonces presidente Lech
Kaczynski (Kaczynski,
2007).
Entre 2015 y 2019, el gobierno polaco ha continuado
manteniendo la alianza con el movimiento anti-género y los sectores más
radicales de la Iglesia. Por ejemplo, en diciembre de 2018 la mayoría de los
miembros del gobierno celebraron el 27º aniversario de Radio Maryja (Piotrowski, 2018). La
popular emisora católica fue un actor protagonista en las movilizaciones
anti-aborto de la década de 1990 y está fundada un movimiento mediático-empresarial
y religioso liderado por el sacerdote de gran influencia Tadeusz
Rydzyk. El clérigo es conocido por su antisemitismo y
sus posiciones de extrema derecha basadas en el corpus ideológico etno-nacionalista del movimiento de entreguerras Endecja (Pankowski, 2010). Las acciones antifeministas y anti-género
más radicales (como las habituales contra-manifestaciones) están organizadas
por facciones de la extrema derecha como “Juventud Pan-Polaca” (Młodzież Wszechpolska),
“Campamento Nacional Radical” (Obóz Narodowo-Radykalny) y el recién formado partido Konfederacja, que entró en el parlamento en 2019.
Estos grupos de corte filo-fascista mantienen alianzas con organizaciones
anti-aborto y con los sectores más conservadores de la Iglesia, vinculando explícitamente
su discurso en torno a la sexualidad con la supremacía blanca, el racismo, el
antisemitismo y la islamofobia (Ramme,
2019 y 2020a; Narkowicz, 2018). Aún más cerca del
gobierno y de la doctrina católica se encuentran las organizaciones polacas anti-género
que se originaron a partir de la red internacional de origen brasileño Tradición,
Familia y Propiedad (TFP), como el instituto y asociación de la Asociación
para la Cultura Cristiana Piotr Skarga, y Ordo
Iuris–Instituto de Cultura Legal. Esta última se convirtió también en un
actor internacional relevante que trabajó en el desmantelamiento de marcos
jurídicos nacionales e internacionales (por ejemplo, en las Naciones Unidas, la
OSCE y el Consejo Europeo) que protegen los derechos de mujeres, personas no
heterosexuales y no religiosas, alegando la defensa de la religión cristiana y
la familia heterosexual y cumpliendo un papel idéntico al de CitizenGo en España y América Latina (Barrera-Blanco,Cornejo-Valle y Pichardo, 2023; Cornejo-Valle y
Pichardo, 2017).
5.3. Movilización de la doctrina católica en el
debate público
Teniendo en cuenta las diferencias y similitudes
entre el escenario polaco y el español, uno de los aspectos más interesantes de
la comparación es el aterrizaje y traducción al ámbito nacional de una agenda y
un lenguaje doctrinal que es de alcance transnacional. Este discurso ha sido
ampliamente analizado con anterioridad (Case, 2011; Garbagnoli,
2014; Paternotte, 2015) y existe un consenso en
señalar el papel protagonista de la Iglesia católica en la sistematización de
los conceptos y argumentos a nivel global. En este sentido, la Iglesia católica
lideró el proceso de encuadre alineando temas tan diferentes como la
investigación con células madre, el matrimonio entre personas del mismo sexo,
la educación sexual, la eutanasia, las políticas anti-discriminatorias, el
aborto y la reproducción asistida, definiéndolos desde dos marcos principales:
1) como una
compleja serie de fenómenos peligrosos etiquetados como “ideología de género” e
inspirados por el feminismo marxista (Consejo Pontificio para la Familia,
2004);
2) como una
expresión de la “cultura de la muerte”, cuyo objetivo es extinguir la vida
humana en la Tierra, contra el mandato bíblico de reproducirse, como aclara la
encíclica Evangelium Vitae (Juan Pablo II, 1995). Sin
embargo, la intensidad y el uso de los marcos discursivos y los términos por
parte de las iglesias católicas locales pueden diferir, ya que depende en gran
medida de las estructuras de oportunidad política de cada contexto local.
Estos encuadres apoyan las posiciones familistas y pro-natalistas, pero también señalan
delincuentes morales particulares: académicos de género, feministas, activistas
LGBT+, marxistas, liberales, políticos, demógrafos, organismos supranacionales,
etc. Esta orientación es visible en el discurso de la derecha en ambos países,
aunque existen diferencias de tono. En Polonia, los políticos, las ONG
fundamentalistas, los miembros del episcopado y los medios de comunicación de
derechas utilizan un lenguaje abiertamente homófobo y misógino, mientras en
España, los políticos y activistas se niegan a ser considerados “homófobos” al
mismo tiempo que hablan en términos de lobby LGBT+ y hacen campañas de negación
de las identidades trans. El debate sobre los límites del discurso y la
institucionalización del lenguaje anti-género es uno de los núcleos de la
disputa, y tanto las organizaciones polacas como españolas (Ordo Iuris y
CitizenGo, entre otras) presionan para lograr
la ratificación internacional de una llamada Convención sobre los Derechos de
la Familia (Consejo Pontificio para la Familia, 1983). También trabajan
activamente en el cambio del marco de las Naciones Unidas, tratando de influir
en la jurisprudencia nacional y europea, como ocurrió con la redacción de la
resolución 29/22, adoptada por el Consejo de Derechos Humanos el 3 de julio de
2015 (titulada “Protección de la familia”), cuando activistas conservadores
presionaron a la ONU para definir la unidad familiar como la unión de un hombre
y una mujer y sus hijos (Naciones Unidas, 2015).
El lenguaje de la “cultura de la muerte” y la “ideología
de género” ha sido útil para unificar no sólo las ideas, sino también
acontecimientos y sentimientos en una retórica similar, enmarcando diferentes
experiencias de crisis, amenazas, inseguridades y supuestos ultrajes morales en
términos distópicos de debacle familiar o “invierno demográfico” (Schooyans, 1999), toda una estrategia supuestamente
orquestada por “feministas marxistas internacionales”, “el lobby gay” y “demógrafos
maquiavélicos” (López-Trujillo,
2003). Pero no todos los tipos de
encuadre tienen sentido en cada escenario local y, por ello, los emprendedores
morales los adaptan a las memorias colectivas, emociones y “diablos populares”
(Cohen, 1972) domésticos para instigar el pánico moral de forma inteligible.
En España, la primera referencia a la “cultura de la
muerte” fue en 1994, a través del mensaje pastoral de la Conferencia Episcopal
Española titulado La familia, lugar privilegiado para la civilización del
amor (CEE, 1994). A pesar de la primera mención del concepto, éste no ha
circulado más allá del activismo anti-aborto, en contraste con el éxito de la
expresión “ideología de género”, cuya primera referencia en los documentos de
la Iglesia católica española se encuentra en la instrucción pastoral titulada La
familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad (CEE, 2001). El
surgimiento de un debate público en torno a la “ideología de género” comenzó en
2004, durante la campaña para las elecciones nacionales, cuando el candidato
José Luis Rodríguez Zapatero (Partido Socialista Obrero Español, PSOE)
anunció sus reformas del matrimonio para parejas del mismo sexo, las mejoras en
la igualdad de género, y nuevas leyes para la reproducción asistida,
investigación con células madre y clonación terapéutica. Los obispos y los
activistas respondieron hablando abiertamente en términos de “conspiración de
género” y se consolidó el lenguaje doctrinal en el debate público. El posterior
éxito de la circulación del discurso anti-género estuvo muy vinculada a una
ocultación estratégica de las motivaciones religiosas y la ausencia de
simbología católica durante las movilizaciones (Blázquez-Rodríguez y
Cornejo-Valle, 2022)
En Polonia, el acalorado debate en torno a la “ideología
de género” comenzó más tarde, con una carta pastoral publicada el 29 de
diciembre de 2013 por la Conferencia Episcopal Polaca (KEP, 2013).
El mismo año, el obispo Tadeusz Pieronek
declaró que “la ideología de género es peor que el comunismo y el nazismo
juntos” (Graff, 2014: 432) y en 2014, la publicación
del libro Dyktatura Gender
[“Dictadura del género”] (VV.AA., 2014) ejemplificó el típico encuadre y
táctica DARVO de inversión de los roles de agresores y agredidos: “La defensa
de una minoría extrema se ha convertido en un ataque a una gran mayoría (...).
De esta manera nace una nueva dictadura frente a nuestros ojos. Las nuevas
ideologías ya no sólo quieren controlar nuestras mentes, sino que también
quieren controlar los cuerpos de los jóvenes” (Bialy Kruk., n.d.).[4] La misma táctica
emplearon CitizenGo y los medios de
comunicación católicos en España para defender al obispo Demetrio Fernández cuando fue criticado por declarar en una homilía que
la UNESCO “quiere convertir a la mitad de la población en homosexual” (El
País, 2011). Los grupos negaron la agresión contra las personas LGBT+ y
feministas y, en su lugar, atacaron a un presunto “lobby gay” y actores
progresistas acusándolos de insultar e intimidar al obispo, convirtiendo así al
agresor en víctima de una conspiración contra las libertades de creencia y
expresión. El discurso de la jerarquía polaca va más allá y destaca por
expresar ideologías de extrema derecha, como ejemplifican las palabras del
influyente arzobispo de Cracovia y vicepresidente de la Conferencia Episcopal
Polaca, Marek Jędraszewski:
“la ideología de género no sólo conduce a una muerte de la civilización, sino
que amenaza la supervivencia de toda la raza blanca” (eKai, 2013). Estas palabras
nos muestran cómo el concepto “cultura de la muerte” no sólo es compatible en
el marco de la “muerte de la civilización”, sino que también se podría alinear
con la ideología supremacista blanca a nivel global.
A pesar de su posición privilegiada, la Iglesia
polaca afirma que los católicos son objeto de discriminación y persecución por
sus creencias y la supervivencia del pueblo polaco está en peligro. Este
discurso tiene una larga tradición, ya que incluso antes de la Primera Guerra
Mundial los líderes ideológicos de la extrema derecha retrataron a la
civilización cristiana como amenazada y señalaron la necesidad de defenderse de
supuestos enemigos como judíos, masones o marxistas (Dmowski,
2014). En el presente, el nombre de esa amenaza pasa a ser el “género” o la “dictadura
LGBT”, pero sigue siendo vinculada a esos mismos diablos populares
tradicionales. Finalmente, las retóricas contra la llamada “ideología de género”
resultaron ser bastante exitosas, siendo centrales en la campaña electoral del PiS en 2019. Ese mismo año una encuesta a nivel
nacional mostró que el 31% de la población masculina de entre 18 y 38 años, y
el 54% de todos los votantes de PiS,
definieron la “ideología de género” y el movimiento LGBT+ como el mayor peligro
para Polonia en el siglo XXI (Pacewicz, 2019). No
obstante, la agenda anti-género también tiene una gran oposición liderada por
los movimientos LGBT+ y feministas, ambos muy activos en el debate público
polaco.
6. Uniendo familia, nación y religión en la agenda
Las políticas sexuales de extrema derecha en Polonia
no sólo han ido más lejos que en España, sino que las estrategias de encuadre
muestran desarrollos discursivos complejos y metáforas muy elaboradas que
permiten conectar nación y género. En comparación, aunque los actores
anti-género españoles comparten el mismo repertorio ideológico, el discurso no
ha tenido éxito en hacer que la sociedad española conectara los dos temas. Un
factor clave de este encuadre género-nación parece ser el diferente perfil del
nacionalismo en los dos países. Como señala Meyer Resende
(2015) en una comparación entre Polonia y España, el nacionalismo contemporáneo
en España es un concepto plural y secular, basado en la suposición de que el
Estado incluye a varias naciones, mientras que el nacionalismo de derecha
polaco se asocia a un Estado nacionalmente homogéneo construido sobre la idea
religiosa del martirio (Janion, 2006). La derecha
española define la nación desde la existencia del Estado, el idioma y la unidad
territorial, mientras la polaca la define como una comunidad biológica y
espiritual. El gobierno de los cuerpos y de la moral es una doctrina fundamental
del nacionalismo conservador sobre el que se apoya el gobierno de PiS y explica la centralidad de los derechos
sexuales y reproductivos en el debate público. Además, la nación polaca es
representada desde una continua revitalización del trauma nacional (guerras y
exterminios), abriendo las heridas de la población durante la ocupación nazi,
las purgas estalinistas, la orientalización de Europa
del Este (Buchowski, 2006) y el posicionamiento (semi)periférico en la Unión Europea (Gutiérrez-Rodríguez, Boatca y Costa, 2016), recreando una atmósfera de
discriminación étnica y aislamiento nacional[5].
El mito de que Polonia aún no es totalmente
independiente de otras naciones, instituciones supranacionales y las élites
poscomunistas (Wysocka, 2009), combinado con la
política del miedo y la retórica de la crisis, son las principales estrategias
políticas de PiS y se utilizan para justificar
las reformas sistémicas llamadas “El buen cambio” (Dobra zmiana),
que el partido aplica después de su victoria electoral de 2015 como remedios
para la crisis (Ramme, 2020a). El programa estatal
sitúa la familia católica (matrimonio heterosexual procreador) como la unidad
básica de la nación, excluyendo del apoyo público a individuos, comunidades y
formas de vida que la visión del gobierno rechaza (parejas no casadas, madres
solteras, personas LGBT+), negándoles el derecho de reunión, el acceso a los
servicios públicos e incluso la ciudadanía. La Iglesia católica, que ha dado
apoyo electoral a ciertos partidos políticos desde 1989 (Mishtal,
2015), presiona a los políticos para que implementen políticas sexuales aún más
conservadoras, como la prohibición total del aborto o la retirada de
iniciativas legislativas que permitan la unión legal de parejas del mismo sexo,
estando muy involucrada en la campaña electoral de 2019 caracterizada por la
ofensiva contra la “ideología de género”. En 2020, los políticos utilizaron la
pandemia COVID-19 y la falta de oportunidades de protesta para desmantelar aún
más las estructuras democráticas y, en abril del mismo año, el parlamento
polaco debatió un proyecto de ley que establece penas de 3 años de prisión por
impartir educación sexual que no se refiera únicamente a la heterosexualidad,
así como el proyecto de ley “Detengamos el aborto” (Zatrzymaj
Aborcje) que criminaliza la interrupción del
embarazo bajo el supuesto de malformación fetal. Este supuesto es definido por
los actores conservadores polacos como ‘aborto eugenésico’, que es la misma
expresión que se utilizó en España entre 2012 y 2014 para justificar un
proyecto de reforma de la ley similar por parte del entonces ministro de
justicia Alberto Ruiz-Gallardón (PP), que no fue finalmente llevado a
votación debido a la intensa respuesta de las movilizaciones feministas. En
octubre de 2020, el Tribunal Constitucional de Polonia (controlado por el
partido en el gobierno) declaró ilegal el aborto por razones de malformación
fetal, supuesto que amparaba el 97% de las intervenciones practicadas en 2019
(Federa, 2020), provocando una ola de movilizaciones feministas en el país.
En comparación con Polonia, la unión de la lucha
contra las políticas de género y la retórica nacionalista no encajaron bien en
España. De hecho, el vínculo entre políticas sexuales y nacionalismo se
identifica en España como un vestigio de la dictadura franquista (1939-1975),
cuya ideología nacional-católica hizo del sexismo y la moral conservadora un
símbolo de la identidad nacional. Sin embargo, los valores cambiaron
profundamente en la transición democrática y ambos temas (nación y género) se
desvincularon. Los emergentes nacionalismos regionales del País Vasco y
Cataluña contribuyeron a representar la identidad española de una manera más
compleja, redefiniendo completamente el significado de la palabra “nacionalismo”
en España, que durante años se ha utilizado únicamente para referirse sólo a
identidades territoriales internas y a los movimientos por la soberanía de
algunas regiones. Por otro lado, los valores cambiaron de forma tan profunda
que España se convirtió en el tercer país europeo en legalizar el matrimonio
entre personas del mismo sexo (2005), y el segundo en reconocer la plena
igualdad matrimonial, incluyendo el derecho a la adopción. Mientras el
feminismo y el reconocimiento de la diversidad sexual se convertían en los
nuevos símbolos de los progresistas españoles, la creciente hegemonía de nuevos
valores también desencadenó la respuesta temprana de los sectores conservadores
desde 2005. Durante algunos años, la movilización contra el matrimonio entre personas
del mismo sexo y otras políticas sexuales progresistas no tuvo mucho éxito:
algunas comunidades autónomas de gobierno conservador adoptaron medidas blandas
para prevenir el aborto (Alonso y Paleo, 2017) y el propio término “género” se
borró progresivamente de las políticas y documentos públicos autonómicos, pero
no ha existido ningún retroceso a nivel estatal en materia de derechos sexuales
y reproductivos. A pesar de ello, las campañas anti-género renovaron la imagen,
los recursos y la agenda de la extrema derecha, y las disputas en torno a la
soberanía territorial en 2018 abrieron una estructura de oportunidad política
para reintroducir la agenda contra los derechos sexuales y reproductivos en el
debate público (Barrera-Blanco, Cornejo-Valle y Pichardo, 2023)
Tras la declaración unilateral de independencia de
Cataluña en 2017, la extrema derecha sacudió con éxito las banderas nacionales
y su ascenso electoral se produjo en pocos meses. En diciembre de 2018, la
región tradicionalmente progresista de Andalucía celebró las elecciones
autonómicas y el partido de extrema derecha Vox recibió inesperadamente
el 11% de los votos escrutados, obteniendo 12 escaños en el parlamento
autonómico. Su discurso era fuertemente nacionalista (español) pero en cuanto
llegaron a las instituciones andaluzas dieron prioridad a la agenda
anti-género, presionando al PP y Ciudadanos a negociar
restricciones de las políticas de género y anti-discriminatorias a cambio de su
apoyo a la presidencia de la región. También desplegaron una de las estrategias
desarrolladas en años anteriores por CitizenGo
(grupo con el que Vox tiene una estrecha relación): la elaboración de
listas negras de activistas feministas y LGBT+ y profesionales contratados por
el anterior gobierno regional.
Rápidamente se convierten en un actor nacional
importante, influyendo en el lenguaje y la agenda de los otros candidatos
liberales y conservadores en una larga campaña electoral para las elecciones
generales de 2019. En noviembre de 2019, Vox obtuvo 52 escaños en el
Congreso de los Diputados, pasando de ser extraparlamentario al 15% de la
representación en sólo un año. La fuerte cobertura mediática amplificó los
contenidos de extrema derecha y fortaleció su influencia en la sociedad. El auge de Vox en España llevó a los medios
católicos y a la Conferencia Episcopal Española a un debate sobre si debieran
recomendar a los católicos votar por el partido (ya que defienden las demandas
de la Iglesia sobre el aborto y el matrimonio). La discusión sigue abierta y
mientras algunos activistas católicos ven al partido como el legítimo
representante de la doctrina de la Iglesia, otros critican sus posiciones
anti-inmigración (véanse el informe pre-electoral Enraizados, 2019; y los
artículos publicados en la prensa católica Otero, 2018 y Cruz, 2018). En el
lado polaco, hay algunas similitudes en la asociación histórica entre
catolicismo e identidad nacional en el espectro político conservador y de
extrema derecha. A pesar del papel ambivalente de la Iglesia polaca durante el
estado socialista dependiente de la Unión Soviética así como durante las
divisiones territoriales de los siglos XVII y XIX (Porter-Szűcs,
2011), las narrativas contemporáneas del catolicismo polaco representan a la
Iglesia como una luchadora por la independencia nacional. Si bien las
organizaciones de derecha están divididas en muchos temas, en su mayoría están
de acuerdo en definir su nacionalismo a través de la identidad católica y la
defensa de la familia tradicional.
7. Conclusión
Como en otros países, los conservadores
polacos y españoles trataron de crear un pánico moral acusando al colectivo
LGBT+ y a las activistas feministas de ser una amenaza para la sociedad, los
niños, la nación e incluso para toda la civilización europea (reivindicada como
civilización cristiana). El despliegue de esta agenda se encontró con
diferentes niveles de éxito en términos de resultados electorales y penetración
en la opinión pública. Usamos ‘pánico moral’ como una lente conceptual a partir
de la cual poder examinar los puntos en común y las diferencias entre ambos
países, entendiendo que estamos analizando la construcción de emociones y
significados sociales en lugar de asumir que tienen una naturaleza esencial y
preestablecida. Teniendo esto en cuenta, prestamos especial atención a aquellos
elementos que hacen sostenible la comparación. En nuestros dos casos,
encontramos al menos tres aspectos comunes: pasado autoritario, catolicismo y
nacionalismo, de cuya comparación extraemos algunas conclusiones como las que
siguen.
El primer resultado de la comparación indica
que los pánicos morales anti-género son aceptados o rechazados de manera
diferente de acuerdo con el significado de la soberanía nacional y la
definición del autoritarismo existente en cada sociedad. Por un lado, la
combinación de religión y nacionalismo nos muestra la articulación del sexismo
y la homofobia como una doctrina política. En ambos países las preocupaciones
nacionalistas tradicionales como el territorio, la unidad nacional o la
soberanía han estado vinculadas a políticas familiares y natalistas, pero este
vínculo etno-religioso ha jugado un papel diferente
en la historia reciente polaca y española teniendo en cuenta su relación con el
legado autoritario. En España, el nacional-catolicismo es una ideología que se
asocia con la dictadura mientras que en Polonia está vinculado a los valores
post-socialistas y la soberanía nacional.
El segundo resultado de la comparación apunta
a la presencia de una misma retórica con distintos encajes. Los actores polacos
y españoles de extrema derecha comparten un lenguaje basado en la doctrina
católica contemporánea similar que define a activistas feministas y LGBT+,
partidos progresistas, académicos, entre otros, como conspiradores de la
“ideología de género” y la “cultura de la muerte”. En Polonia, esta retórica familista, pro-natalista y anti-género encaja con
narrativas conservadoras sobre la soberanía nacional y la discriminación
europea anti-polaca, una combinación que es más difícil de articular en el
contexto español ya que los debates sobre la soberanía y la identidad nacional
están definidos por las disputas internas sobre la unidad territorial. En el
caso español, la agenda anti-género aún se encuentra en una etapa de mera
yuxtaposición con el nacionalismo español, tras el auge de la extrema derecha
en 2019.
Un
tercer resultado de la comparación revela una de las paradojas más interesantes
de la agenda contra los derechos sexuales y reproductivos en el mundo: aunque
se presenta como una legítima protección de las comunidades nativas y
nacionales, de sus culturas y tradiciones, utilizan redes y repertorios
discursivos internacionales elaborados por la Santa Sede y organizaciones
transnacionales como el Congreso Mundial de las Familias o el lobby One of Us. Es
posible que la dimensión internacional del nacionalismo y el fundamentalismo
religioso sea un factor clave detrás del auge de la agenda anti-género y sus
activistas, aunque también es evidente que el discurso y la estrategia del
pánico por la eventual corrupción de la identidad nacional es en sí mismo un
repertorio importado, que no nace de las preocupaciones sociales, sino que
llega a las sociedades locales desde
redes internacionales.
Junto
a la anterior, también se revela una segunda paradoja emergente: el empleo de
la estrategia de victimización, bajo los esquemas de la táctica DARVO, por
parte de los actores de las redes anti-género tanto en Polonia en España. Esta
estrategia es particularmente visible desde la perspectiva de cómo se crean y
establecen los pánicos morales, convirtiendo a víctimas en victimarios. La
estrategia consiste en discriminar y negar la discriminación al mismo tiempo:
los actores de extrema derecha y la Iglesia católica defienden a “la mujer”
desde la maternidad y la “natural complementariedad” con el hombre, un discurso
que excluye de la igualdad a mujeres y parejas y familias no heterosexuales,
pero que sin embargo les permite presentarse como los verdaderos defensores de
la mujer y la familia. Desde esta perspectiva la estrategia de encuadre de las
políticas de género y diversidad sexual como una dictadura ideológica impuesta
por las élites globales resulta paradójica, dado que presenta como
anti-autoritarias tradiciones ideológicas como el nacional-catolicismo, el
anticomunismo y el antisemitismo que fueron el soporte de regímenes
totalitarios en el siglo XX.
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[1] Todos los textos citados de fuentes
originales en una lengua distinta al castellano han sido traducidos por los/as
autores/as del artículo.
[2]
Siguiendo a Mudde (2019), entendemos “extrema derecha”’ como una categoría del
espectro ideológico que incluye a ultraconservadores, fundamentalistas
religiosos, actores políticos nacionalistas o alt-right, y grupos
neofascistas.
[3] La Marcha
Nacional de la Familia es la celebración que hace la extrema derecha polaca con
motivo del Día del Niño No Nacido (25 de marzo), declarado extraoficialmente
por Juan Pablo II en 1999 y celebrado por activistas antiaborto de todo el
mundo católico. En España se convoca con el nombre “Marcha por la Vida” por la
plataforma anti-aborto Sí a la Vida.
[4] El
libro incluye textos de autores anti-género de referencia como Benedicto XVI,
Gabriele Kuby, Aleksander Stępkowski, Krzysztof Feusette, Leszek Sosnowski, el
sacerdote Dariusz Oko y el arzobispo Henryk Hoser, entre otros. El exjuez y
cabeza de lista de Vox para las elecciones andaluzas de 2018, Francisco
Serrano, publicó un libro en 2012 con el mismo título.
[5] Esta
retórica se sirve de un contexto de aumento de los crímenes de odio contra los
migrantes polacos en países como Reino Unido (McDevitt,
2014), primer destino entre los ciudadanos de Polonia que deciden migrar.