Beatriz Pérez González |
Ana
Rodríguez Penin |
Universidad de
Cádiz - España |
Patrona de la Fundación CIVES - España |
Recibido: 24-11-2023
Aceptado: 20-05-2024
Resumen
La historia reciente en
España de las reivindicaciones de las mujeres por la igualdad, tiene rasgos
específicos y un recorrido arrítmico e irregular. El artículo expone el proceso
de la II República a nuestros días, mostrando los avances y resistencias,
planteando la transformación actual en la tipología de las reivindicaciones y
luchas. La hipótesis de trabajo es que desde ese periodo a nuestros días las
reivindicaciones han pasado de una mayor incidencia en lo normativo (según las
posibilidades) a una transformación y configuración como movimiento de
mujeres. Las reivindicaciones de mujeres y los avances más significativos,
son objeto de estudio al representar una transformación en formas de actuación,
alianzas y tipos de luchas en la actualidad.
Palabras clave: memoria democrática, Franquismo, resistencias igualdad,
avances mujeres, movimientos sociales, norma, acción política.
Abstract
The recent history in Spain of
women's demands for equality has specific features and an arrhythmic and
irregular path. The article exposes the process of the Second Republic to the
present day, showing the advances and resistances, proposing the current
transformation in the typology of demands and struggles. The working hypothesis
is that from that period to the present day the demands have gone from a
greater impact on regulations (according to the possibilities) to a
transformation and configuration as a women's movement. Women's demands and the
most significant advances are the object of study as they represent a transformation
in forms of action, alliances and types of struggles today.
Keywords: democratic
memory, Francoism, equality resistance, women's advances, social movements,
regulations, political action.
1. Planteamiento
Veremos cómo las acciones
iniciales de las mujeres en España muestran progresos. Pero ¿los primeros
movimientos que hacen las mujeres en España entrarían en la categoría de
movimientos sociales o de asociaciones? Se exponen en el trabajo elementos
normativos que no conforman asociacionismo. Desde nuestro punto de vista, no es
lo mismo una asociación de mujeres que el asociacionismo que se interesa por la
igualdad. De ello se desprende que haya una mayor permeabilidad del movimiento
por lo social que por las normas procedentes del ámbito jurídico o político.
2. Metodología
El trabajo se basa en fuentes historiográficas,
utilizando una metodología descriptiva procedente de diferentes recursos
documentales. El tema es objeto de estudio no solo por el interés que pueda
tener sino porque describe situaciones de transformación y cambio en el
contexto de asociaciones de mujeres y de su acción. Se localizan indicios de cambio
y se centra en la transformación en dos cuestiones: de normas y situaciones de
acción concretas que se observan a través de un periodo de tiempo prologado.
Estos indicios de cambio se deben no solo a una mayor
incidencia de situaciones sino al significado de las mismas para el avance de
las reivindicaciones de igualdad.
3. Antecedentes
Durante todo el siglo XIX la legislación limitante y
excluyente se mantuvo. La domesticidad era el único ámbito apropiado y la
religiosidad un atributo natural de la femineidad. Pero una avanzadilla de
mujeres, en su mayoría maestras, irá ampliando los espacios: proyectando su
influencia más allá de lo privado y adoptando formas de organización colectivas
(tradicionalmente masculinas), que llevan al “asociacionismo femenino”
siguiendo a Espigado (2006). Ejemplos de ello fueron el Ateneo de Señoras de
Madrid (1868), embrión de la Conferencias Dominicales de Fernando de Castro, El
Club “Mariana Pineda” (1869) de la republicana Guillermina Rojas en Cádiz o
asociaciones creadas por mujeres librepensadoras, masonas, republicanas,
espiritistas y feministas que, desde Barcelona hasta Huelva, reivindicarán la
emancipación de la mujer, sus derechos políticos y los mismos derechos
laborales que el movimiento obrero (Ramos, 2006).
A inicios del XX, el movimiento asociacionista se
multiplica y divide. A impulsos de la Iglesia, hay quienes proponen llevar a la
política las “virtudes femeninas” velando por la infancia y la familia, sin
interés transformador alguno. La Acción Católica de la Mujer (siguiendo la idea
de Pio XI de organizar a los laicos para re-cristianizar la sociedad), une la
beneficencia y la educación con actividades políticas, contraponiendo al
feminismo “ateo” de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) y la
Unión de Mujeres de España (UME). El asociacionismo religioso era denominado
“feminismo católico”.
4. Avances y resistencias en los
derechos de las mujeres, un recorrido histórico desde la República
La ciudadanía y los derechos que se derivan de ello,
ha sido para las mujeres una conquista reciente y peleada. La larga lucha de
las mujeres que llevará al primer reconocimiento de sus derechos, se iniciará
en España en la II República. La llegada de la II República fue aplaudida por
una vanguardia de mujeres, artistas, intelectuales y obreras, que llevaba años
reclamando cambios legislativos que las liberaran de la minoría de edad en que
el Código Civil de 1889 las situaba. La República, simbólica e
iconográficamente mujer, era la esperanza de modernizar el país y no sólo la
solución a una crisis social y política; era el camino para situar a las
españolas al mismo nivel de autonomía personal que habían conseguido las
norteamericanas y europeas con la Primera Guerra Mundial.
Desde las primeras reformas legales (interpretadas como ataques a la Iglesia, a la familia y a su propia condición femenina), la Acción Católica de la Mujer se lanzó a una campaña propagandística que consiguió entregar en las Cortes Constituyentes casi millón y medio de firmas para
defender los privilegios de la Iglesia
(Yusta, 2006) y se mantuvieron
visibles y movilizadas
hasta la victoria electoral de 1933, llegando a superar en número la afiliación
a los sindicatos católicos frente a los sindicatos de clase.
La Constitución de 1931 que se inspiró
en las más avanzadas en cuanto
a derechos, refleja el mayor
grado de igualdad alcanzado por las mujeres en España hasta los años ochenta, a pesar de su corta
vigencia. El decreto de 8
de mayo que modificaba la ley electoral permitió la entrada de tres mujeres (entre 445 varones), en los debates constitucionales.
El trabajo de Clara Campoamor
para el reconocimiento de la igualdad
política, es sobradamente conocido, y también lo son las decisiones modernizadoras de los gobiernos del primer bienio democrático de España.
Repasemos, no obstante, aquellos
cambios que se muestran en primer momento a nivel normativo y que avanzando en el tiempo impregnan
a nivel social y cultural. Para las mujeres la II República supuso un impulso, al nivel de las democracias más avanzadas de occidente. Aunque hubiese ciertas restricciones que mostrasen sustratos de resistencia incluso en los espacios más sensibles.
Otros derechos, como el de participar como jurado en crímenes
pasionales se alcanzan el
27 de abril. No obstante, se excluye
su participación en parricidios, lo que Yusta (2006) señala como dudas que se tenían acerca de la imparcialidad de las mujeres.
En el acceso al trabajo, las licenciadas en derecho pudieron presentarse a oposiciones
como la de notarías y registradores de la propiedad (exceptuando otros cuerpos de Justicia). Algunos trabajos estrictamente femeninos eran los de auxiliares femeninos de Correos y Prisiones o mecanógrafas del Ministerio de
Marina.
Otros avances a la igualdad, se ponen de manifiesto en los espacios laborales. Se favoreció el empleo de madres y mujeres casadas anulando cláusulas que antes lo habían prohibido. Dichas medidas equiparaban la situación en España
con otras situaciones internacionales que desde una visión feminista (independientemente de su estado civil), consideraba el trabajo un derecho para las mujeres.
Aunque el artículo 43
de la Constitución exponía
que “el matrimonio se funda
en la igualdad de derechos
de ambos sexos”, siguió siendo necesaria la autorización del marido para cobrar la remuneración. Pero en 1934, en Cataluña, se estableció mediante ley la igualdad legal para las casadas.
Las trabajadoras del servicio doméstico y servicio a domicilio se incluyeron como categoría en la Ley de Contrato de Trabajo. Las trabajadoras del servicio doméstico no pudieron conseguir la jornada máxima de 8 horas.
Otro aspecto controvertido fue la reglamentación sobre trabajos prohibidos a las mujeres por su carácter peligroso o insalubre, argumentando su debilidad física,
la maternidad y el trabajo en el hogar. Sin embargo, en momentos de alto nivel de paro la causa era eliminar la competencia de quien trabajaba por menor salario. En mayo de 1931 se decretó
el carácter obligatorio del
Seguro de Maternidad (en la
misma línea proteccionista), que garantizaba
la asistencia sanitaria a las trabajadoras
asalariadas, subsidios e indemnizaciones, pero tuvo oposición por ser una merma en salarios
ya muy bajos.
La
sindicación femenina aumentó considerablemente, llegando a constituir la mitad de la afiliación (Yusta, 2006). No obstante, todos
los cambios mencionados ¿no
estarían en la categoría de avances normativos y sociales?
Respecto
a la educación, que se convierte
en la apuesta más fiable para la igualdad, durante la República se lleva a cabo un impresionante esfuerzo. Se construyen miles de escuelas y se emplea a maestros y maestras con formación adecuada y dignidad salarial, promoviendo la coeducación (enseñanza mixta e igual currículo) en todos los centros
de segunda enseñanza. Meses
después de esta apuesta por la educación, la Constitución proclama la escuela unificada, la gratuidad y obligación de la enseñanza primaria, la laicidad de la enseñanza y la libertad de cátedra, prohibiendo su ejercicio a las órdenes religiosas. Y con ello empieza,
la lucha por el control de la enseñanza.
La Iglesia no quería dejarse arrebatar dicho control por el Estado. La argumentación
de que la coeducación era un medio para destruir la familia cristiana se basaba en la Encíclica de Pio XI, que alertaba contra una educación sin
referencias religiosas y
contra la coeducación: “la naturaleza
humana, que diversifica a
los dos sexos en su organismo, inclinaciones
y aptitudes respectivas, no presenta
dato alguno que justifique la promiscuidad y mucho menos la identidad completa en la educación de los dos sexos” (Divini Illius Magistri:52). Las prácticas
coeducativas ya tenían tradición en sectores liberales
privados, como las escuelas
de la Institución Libre de Enseñanza
(ILE), el Instituto Escuela y centros más radicales como
la Escuela Moderna de Ferrer i
Guardia. La lucha
contra la coeducación fue
de tal envergadura que la
CEDA llevó su supresión en el programa electoral. A pesar de ello, en todos
los niveles educativos el número de alumnas aumentó considerablemente, incluso en la Universidad. (Ayala
Vicente et al., 2021).
En la rememoración
de logros y desafíos por la
igualdad, la educación
coeducativa, la formación del profesorado
y otros flecos relacionados con los anteriores siguiendo a Sánchez Torrejón et.
al (2021), se plantean como
caminos niveladores entre
hombres y mujeres.
Los derechos políticos permiten participar activamente como ciudadanas en el gobierno de la nación y en las Cortes Constituyentes, y se mostró una resistencia a conceder dichos derechos a las mujeres.
Cabe mencionar en este sentido el debate protagonizado por Clara Campoamor
en su defensa
del voto femenino. A nivel político, fueron reconocidos los derechos políticos mediante la ley
electoral de 1933, en su artículo 53: “Serán elegibles para diputados todos los ciudadanos de la República mayores de veintitrés años, sin distinción de sexo ni de estado civil, que reúnan las condiciones fijadas por la ley electoral”. Este fue
el inicio del sufragio
universal en España. Participaron así en mítines y otros
actos electorales mujeres y se crearon secciones femeninas en aquellos partidos
que no las tenían.
Ya en 1932 se había permitido con el desarrollo legislativo del artículo 25 una de las leyes más avanzadas de divorcio. Se admitía por ejemplo la disolución por mutuo acuerdo, con oposición de la Iglesia y los conservadores. A ello se añade la reforma del Código Penal, mediante
la cual se suprimen las diferencias de penas para hombre
y mujer por adulterio o parricidio. Otras modificaciones se referían a la recuperación por parte de las viudas de la patria potestad de
sus hijos al producirse nuevas nupcias; la desaparición de la distinción de hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio.
Fueron cambios legales que crearon controversia, pero a la vez favorecieron la conciencia política de las mujeres. Junto a las asociaciones
republicanas que ya existían, se crearon otras. Por ejemplo, una de las asociaciones fue la Asociación de Mujeres Antifascistas (desde ahora AMA), con más de 50.000 afiliadas en 1936. Era una agrupación importante y según Yusta (2006), un auténtico movimiento de masas. Otra fue
Mujeres Libres (desde ahora ML) con más de 20.000 afiliadas en los espacios obreros, defensoras de los
derechos personales y sexuales.
Ambas asociaciones fueron muy importantes durante la guerra y el exilio.
Los cambios legislativos renovaron la concepción de la mujer como sujeto
y transformaron, aparentemente,
sus relaciones con el entorno
social. Tomar conciencia de
su autonomía, de la posibilidad de disponer de su vida y de su cuerpo,
facilitaba la transición
del modelo tradicional al
de mujer moderna.
Las más activas estaban
en contacto con los movimientos feministas internacionales, y en 1936 se celebró en España,
por primera vez el 8M como fiesta de las mujeres. Pero
el nuevo prototipo femenino,
basado en la igualdad y en la libertad de elección, ni llegó a convencer
a todas las mujeres ni venció las resistencias
patriarcales. La imagen de la republicana
que ha sobrevivido no es la obrera
sindicada y reivindicativa,
sino la de políticas, escritoras y artistas. Ellas y sus obras ocuparon el espacio público, conscientes de ser sujetos activos y, pese a las críticas, impusieron su presencia
y su acción. Expresaron y rescataron su papel en
la cultura, en las vanguardias artísticas, en los espacios que compartieron con los intelectuales
coetáneos, descubrimos, que
también allí imperaba el sexismo.
Desde
el 18 de julio de 1936 la vida
quedó alterada en toda España.
En las zonas controladas
por la República, las mujeres
tuvieron la ocasión de desarrollar formas de autonomía y de decisión personal insólitas hasta entonces. Cuando el gobierno de Cataluña legalizó el aborto para sus provincias, a propuesta del anarquismo, lo hizo sin que hubiera detrás una real exigencia de las mujeres (Nash, 1999).
Con resistencias de todo tipo, las mujeres trabajaron en las industrias de guerra y metalúrgicas, en el textil y el transporte, además de la confección, la sanidad y de forma muy especial en la lucha contra el analfabetismo. Desde nuestro punto de vista fue esta experiencia más intensa la que la trasladaría del orden económico al social, elementos nuevos de vida compartidos que se impregnarían a
la cultura de grupo.
Nash
sostiene que, para realizar
una correcta interpretación
de aquellos cambios de mentalidad en las mujeres, en los valores culturales o en las relaciones de género, hay que interesarse por
las vivencias colectivas. Y
tanto a través de AMA como,
sobre todo, de Mujeres Libres, para miles de mujeres su compromiso
político “supuso la primera ocasión para la acción colectiva y el comienzo del auto aprendizaje y
la conciencia social” (Nash, 1999: 250) Fueron iniciativas de organización y resistencia que, en el contexto específico de la represión franquista, también reflejado por algunas en el exilio francés,
o en el apoyo a las
guerrillas.
4.1. Derogación sistemática de
derechos: Cuarenta años sin derechos
Dos
aspectos relacionados influyen en la situación de las mujeres en la España franquista:
por un lado, la rebelión militar se presenta como Cruzada,
incidiendo en medidas no modernizadoras en cuanto a la imagen de la mujer; y por otro, la oposición al régimen democrático y a las políticas de
derechos de las mujeres. Liderado
por el nacionalcatolicismo, se desarrolló
una oposición al régimen
anterior negando los derechos conseguidos
por las mujeres y el abandono
de los valores tradicionales.
Se debía redimir y reeducar a las mujeres (Di Febo, 2003). Para ello, la dictadura utilizó la educación diferenciada por sexos y marcada por la doctrina moral de la Iglesia. La Sección Femenina de Falange y el obligado Servicio Social se imponen. De esta forma se reglamentaron todos los aspectos de la vida de las mujeres con un ordenamiento jurídico totalitario estableciendo medidas contra la disidencia. La emancipación recién iniciada se frenó totalmente.
Se
produjo la represión de mujeres que habían protagonizado el camino hacia la emancipación, tanto durante como después
de la guerra civil.
En este proceso, tuvo un marcado papel el nacionalcatolicismo con influencia
en lo político y lo
moral. Pura Sánchez en
su análisis de los expedientes de mujeres juzgadas por los Tribunales Militares, concluyó que la moral
se había convertido en un asunto jurídico
(Sánchez, 2009) y que la represión femenina expresaba un doble castigo: a la II República y a
los cambios en las políticas que afectaban a las mujeres.
Por
otro lado, se produjo una persecución a las mujeres antifascistas con un
claro signo de género y ejemplarizante.
Sánchez (2009: 209) expone cómo
se escenificaba la limpieza
moral: con castigos que pretendían
el escarmiento y la vergüenza.
El trato duro hacia las mujeres en las cárceles se recoge también en Pérez-González y Sevilla Brenes
(2022). Se negó su condición de presas políticas (Vinyes, 2002) quedando así marcadas
como desviadas morales. Además de las depuraciones de maestras, enfermeras o funcionarias, el exilio fue otra
consecuencia de la represión.
A partir de 1939 la huida hacia Francia, Unión Soviética y
México, sobre todo, se considera el primer gran movimiento
de refugiados europeos.
En definitiva, la política franquista anuló los
derechos de las mujeres conseguidos durante la República. Todo ello se expresó
en un entramado normativo y jurídico: derogó en el 39 la ley de divorcio,
anulando otras medidas que favorecían la independencia de las mujeres (los
bienes conyugales los administraba el marido, que a la vez era su representante
legal y el que tenía la patria potestad de los hijos). Las mujeres, perdieron
su capacidad jurídica y su independencia económica. Desde 1941 se castigaron
las prácticas abortistas y la venta de anticonceptivos. Un año después, se creó
el Patronato de Protección a la Mujer, para
“la dignificación…especialmente de las jóvenes, para…apartarlas del vicio y
educarlas con arreglo a las enseñanzas de la religión católica. (Mº de
Justicia, Decreto 6 de noviembre). Dicho patronato sobrevive al Dictador hasta
1981.
De nuevo instituciones y medidas normativas con
carácter correctivo dirigidos a la mujer. Se han mencionado ya algunos aspectos
relativos al trabajo y a las relaciones personales que fueron directamente
afectados por medidas franquistas. Una primera formulación legislativa en 1938
con el Fuero del Trabajo menciona “El Estado regulará el trabajo a domicilio y
libertará a la mujer casada del taller y de la fábrica”. Con esto se niega el
acceso a la mujer a puestos de trabajo concretos, al negar con la orden del
Ministerio de Trabajo (27/09/1939) el ascenso de funcionarios femeninos a
jefaturas. Esta fue una medida que se extendería a otras empresas y trabajos
mediante reglamentos posteriores: opositar a Notarías, Registradores de la Propiedad,
Secretariado de Administración de Justicia, Abogado del estado, etc. (Ruiz,
2003).
En relación al “subsidio familiar” desde 1942, la
mujer debe dejar su trabajo al casarse, a cambio de un subsidio, de lo
contrario pierde plus familiar si trabaja. Todas estas normas dificultan la
inscripción en las oficinas de colocación a las casadas, adscribiéndolas al
espacio doméstico.
4.2. Reivindicación de la igualdad
jurídica
La censura que establecían las normas morales y
laborales impidió todo tipo de reivindicación. Mientras tanto, en París,
finalizada la Guerra Mundial, surgía en 1945 la “Federación Democrática
Internacional de Mujeres” que fue un paso más en la movilización femenina
transnacional. No obstante, conseguido el voto femenino país por país, no se
produjeron las grandes transformaciones previstas por el sufragismo.
Betty Friedan denominará en
1965 “la mística de la feminidad”: el
“conglomerado ideológico” que servía para mantener de forma voluntaria la
subordinación de las nuevas ciudadanas, en la domesticidad tecnificada del
hogar. Esto es así hasta que mujeres militantes de izquierdas, más radicales,
toman conciencia de estar en un papel subordinado en las organizaciones
políticas. Comienza entonces la reivindicación de la igualdad jurídica con el
lema “lo personal es político”. Siguiendo Valcárcel (1997) es en lo personal
donde se expresan otro tipo de ataduras. Esta es una muestra del feminismo como
movimiento político, pero estos planteamientos y debates no llegarán a España
hasta la muerte de Franco.
La única forma de organización e intervención política
fue la “Sección Femenina”, paradójicamente estructurada con mujeres solteras,
encargadas de exaltar los valores tradicionales y dar formación a las españolas
para su destino de “ángel del hogar”, también orientaron su
“ruralización”. Y a través del “Servicio
Social” obligatorio se ejercía un control social sobre las mujeres.
A pesar de todas las trabas impuestas al trabajo no
doméstico, la mujer no desapareció del mercado laboral, pero perdió visibilidad
y derechos. Entre los 40 y los 60 la tasa de población femenina aumentó
lentamente, sin que mejorara la cualificación ni la modernización de las
tareas, ni su formación laboral. Solo se ofrecía formación para mujeres en 1968
en una universidad (Universidad Laboral femenina, la de Zaragoza).
De todo lo anterior se
desprende que se produce un transpaso de normas al
sistema cultural en las reivindicaciones de las mujeres. Como expone Nielfa
(2003) en los menguados espacios intelectuales madrileños una aristócrata
católica, María Laffitte, formada en Francia,
reintroduce la “cuestión femenina” al publicar en 1948 un ensayo que, sin ser
un manifiesto feminista, plantea de nuevo el debate desarrollado décadas atrás:
cómo el absoluto triunfo de lo masculino sacrifica el desarrollo de la mujer en
pro de una supuesta feminidad.
La obra de Simone de Beauvoir
“Le Deuxième Sexe” fue
valorada en España por María Laffite y Mercedes
Formica. Esta última la reseñó en la Revista
de Estudios Políticos aplicando los argumentos al caso de España. Eran dos
mujeres católicas que reconocieron la importancia de los postulados de la obra,
porque encontraron allí un respaldo a sus propias opiniones (Nielfa, 2003). De la misma forma, el debate producido en
prensa en 1953 por Mercedes Formica sobre la desigualdad jurídica de la mujer
de lo conyugal, repercute profundamente tanto a nivel nacional como
internacional.
Posteriormente, en 1956 Lidia Falcón (1973: 215) expone
la existencia de “un tímido renacer de la agitación feminista”, de mujeres que
por su situación social y su formación, por pertenecer a asociaciones
religiosas o a la sección Femenina o por sus relaciones tienen más
posibilidades para acceder a la información y situarse en un contexto poco
favorecedor. En esta línea está el “Seminario de Estudios Sociológicos de la
Mujer” (SESM), creado por María Laffitte en 1960,
cuyos trabajos en diferentes congresos las enfrentan con los modelos de la
Sección Femenina.
El revuelo que se produce con el mencionado debate de
Mercedes Formica provoca ciertas modificaciones para expresar una imagen más
renovada en España. En 1958 con la reforma del Código Civil se modifica parte
del articulado sobre el matrimonio y la situación jurídica de las mujeres. Pero
mantiene la licencia marital, cuando la ley la exija de forma expresa. En 1961
se promulgó la Ley sobre Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la
Mujer para “suprimir restricciones y discriminaciones basadas en situaciones
sociológicas que pertenecen al pasado” (Ley 56/1961 de 22 de julio. Pilar Primo
de Rivera calificó la ley de “adaptación a los nuevos tiempos”, no de
reconocimiento de derechos de las mujeres (Ruiz, 2003: 134-136). De nuevo se
trata aquí de normas, más que un movimiento de reivindicación se trata de
figuras destacables en cuanto a los avances. De la acción en base a normativas, pasamos en este periodo a la
consolidación en sí de las asociaciones de mujere
Durante los 60 a los 70 es cuando se produce la toma
de conciencia de que “lo propio” es también “común” con la lucha por la
democratización y como dice Mª Ángels Francés (2015),
se muestran las primeras evidencias del movimiento feminista avanzando no sin
obstáculos hasta el año 76 en que existe más posibilidad de maniobra. La autora
evidencia que los problemas originales del asociacionismo, se observaban como
ahora produciendo debates y posturas antagónicas.
Durante los 60, gracias al contexto de
industrialización, la participación de los movimientos sociales en su lucha por
la democracia, las mujeres contribuyeron en la agitación reivindicativa que va
construyendo el camino a la democracia. En 1964, el reconocimiento del derecho
de asociación favorece la organización y movilización también en la
clandestinidad. Pero las mujeres no ocuparon cargos de responsabilidad, incluso
legalizadas las Secretarías de la Mujer, que siguiendo a Díaz Sánchez (2006:
354), serán espacios segregados. Participaron no obstante en movilizaciones,
huelgas, boicots, o en seminarios sobre la sexualidad femenina, o el análisis
del “Segundo Sexo”.
Surge así el Movimiento Democrático de Mujeres (MDM),
la primera y más importante asociación femenina en 1965, que se movía con
partidos y movimientos que lideraban la lucha antifranquista. Reivindicaron la
igualdad de oportunidades en el mundo laboral, guarderías públicas, control de
la natalidad, divorcio y la reforma del Código Civil. Todas estas acciones las
sitúan como movimiento social con reivindicaciones específicas. En 1970 se
habían extendido por todo el país, aprovechando todos los resquicios que el
momento les permitía, participando incluso en el Congreso Internacional de la
Mujer organizado por la Sección Femenina. A finales de 1974 cambiaron su nombre
por el de “Movimiento Democrático de Mujeres/Movimiento de Liberación de la
Mujer”, desarrollando más claramente sus fines.
En el contexto de una dictadura que se resiste las
reivindicaciones de las mujeres se difunden en las editoriales: la trilogía de Lidia Falcón sobre los
derechos de la mujer, la traducción al catalán de Mª Aurelia Capmany del libro de Beauvoir, y
años después, textos procedentes de EEUU, todos ellos basados en la liberación
de la mujer. Esto se produce a pesar de que el franquismo había logrado
desacreditar el término “feminismo” (Nielfa, 2003).
En la década del 65 al 75 el movimiento de mujeres se
gestó en el contexto de la lucha por la democracia, tomando conciencia de su
potencial como sujetos políticos que podían ganar autonomía con mejoras en su
situación familiar y en el acceso al trabajo. La toma de las calles despertó
una conciencia feminista que llegó a la plaza pública junto a la bandera de la
amnistía. Fue un fenómeno de costosa y lenta gestación, sin visibilidad, pero
conformador de una fuerza social que sostuvo el proceso democrático que
llamamos transición.
1975 fue un año definitivo en la lucha de las mujeres,
no solo por la muerte de Franco. La ley 14/1975, de 2 de mayo suele denominarse
“de la mayoría de edad de la mujer casada”, porque suprimió definitivamente la
licencia marital, como un requisito de “adecuación a los nuevos tiempos”. A
nivel internacional, la ONU declaró 1975 Año Internacional de la Mujer. La
Sección Femenina organizó intentando sostener los presupuestos franquistas, el
Congreso Internacional de Mujeres (CIM) con otras organizaciones[1].
Pretendían mostrar un modelo de mujer entre la tradición y la adquisición de
derechos, pero en unas relaciones basadas en la complementariedad jerarquizada
(Camino Rodríguez, 2020). No obstante, se visibilizaron las propuestas más
reivindicativas, ajenas a la Sección Femenina.
La Coordinadora de Organizaciones y Grupos de Mujeres
de todo el estado, celebrarán en Madrid las
“Primeras Jornadas de Liberación de la Mujer” en diciembre, recién muerto
Franco, con más de 500 asistentes. Allí se expresa la necesidad de un
movimiento feminista de masas, pluralista, independiente de los partidos
políticos (todavía ilegales), del Estado y de las organizaciones sectoriales.
Aunque no tiene mucho eco entre “los padres” de la Constitución, el proceso ya
se ha iniciado, para culminar en una igualdad reconocida con el desarrollo del
artículo 14 de la Constitución de 1978.
4.3. Cambios en los movimientos de
mujeres
Como se ha comentado anteriormente, el movimiento
feminista español que recoge las principales reivindicaciones de igualdad no se
desarrolla hasta los años 60 del siglo XX. El feminismo, siguiendo a Ortiz
Heras (2006: 2): “ha tenido un carácter más social que político, como se desprende
de sus reivindicaciones: derecho al trabajo, a la educación y a unas
condiciones de vida dignas, postergando a un segundo plano la lucha por los
derechos políticos”.
Que tenga un carácter más social que político,
significa que se va transmutando hacia la cultura. Por este motivo, hasta la
fecha, se habían producido impulsos de carácter normativo aprobando o
reprobando los derechos de las mujeres.
Y este movimiento se une al primer feminismo de las
sufragistas y a la reivindicación de los derechos políticos, a pesar de que se
disolvió en gran medida a consecuencia de las dos guerras mundiales. Se
considera en realidad una parte de un movimiento más amplio de protestas
protagonizadas por jóvenes, con aspiraciones de desarrollar la democracia, para
hacer una política participativa, que se basaba en una visión muy diferente a
la anterior. Por eso, se observan vinculaciones con movimientos juveniles,
ecologistas, y el movimiento hippie y comunitario de los 60, es decir con
tendencias pacifistas.
Como se ha dicho, con la democracia en España en 1978
las mujeres lucharon por la igualdad conquistando lentamente la mayor parte de
los derechos y oportunidades que tenían negados durante el franquismo. También
se ha mencionado que 1975 fue fundamental ya que las Naciones Unidas declararon
ese el Año Internacional de la Mujer, planteando así el análisis de la
situación de las mujeres en el mundo. Este pasó a definirse como una cuestión
de primer orden.
Junto a esto, es de interés el giro a nivel de
difusión que se produce gracias al periodismo televisivo que (siguiendo a Etura y Martín Jiménez, 2021) plantea, la legitimación de
nuevos universos sociales. Dentro de los medios informativos
destaca Informe Semanal, al suponer una via para
analizar la información en los mismos y el impulso a los valores democráticos
de la transición y la igualdad entre hombres y mujeres.
Desde los años 80 España experimenta grandes avances
en aspectos muy significativos en la igualdad de género. Durante estos años, el movimiento por la
igualdad consigue importantes avances con la legalización del aborto y la
promoción laboral de las mujeres. Se avanza también en la violencia de género y
en aspectos como el acoso sexual o la discriminación por sexos. En 1981, con la
Ley del divorcio, se supera la necesidad de alegar causas para divorciarse como
única posibilidad y por consiguiente el hándicap en cuanto a las dificultades
de demostrar legalmente causas que tenían relación con uniones con trato
abusivo o malos tratos.
Por otro lado, con la legalización del aborto en 1983
se incluyen causas de amenaza para la salud física, mental o para la propia
vida de la mujer, anomalías en el feto o embarazos por violación. Se
desarrollan posteriormente algunas
medidas normativas han podido contribuir al avance (entre otras citar los
avances con los Planes de igualdad impulsados por la Unión Europea de 1985-95 y
en España, la Ley de Igualdad, de 2006).
La Ley de Igualdad de Oportunidades hace posible en
1988 el desarrollo de medidas para la igualdad, superando la brecha en la
discriminación laboral, social y educativa ya mencionada. Después, en los años
90, el feminismo incide en la lucha real por la igualdad y la representación de
las mujeres en los ámbitos sociales, políticos y económicos. (cuotas y
representación en Europa). Los Institutos de la Mujer habían trabajado estas
cuestiones. Entonces, a pesar de que existen formulaciones normativas, ha
habido una impregnación más social y una articulación como movimiento. De lo
normativo, hemos pasado a lo político.
Entrado ya el siglo XXI, el feminismo ha alcanzado en
España gran importancia como movimiento social. En este periodo es
significativa la lucha contra la violencia de género, los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres y la declaración abierta en cuanto al machismo en
la sociedad y las instituciones en general.
En el 2004 la Ley Integral contra la Violencia de
Género, desarrolla la prevención y protección de mujeres víctimas de violencia
de género. Abiertamente se establece la penalización contra los agresores. Lo
más significativo en este caso de lucha por la igualdad, por ser la primera ley
en Europa que se centra en la violencia de género.
Por otro lado, en 2007 se aprueba la Ley de Igualdad
Efectiva entre Hombres y Mujeres, que establece la igualdad en todos los
órdenes de la vida y amplía las medidas para avanzar en la situación laboral de
las mujeres, siendo la conciliación de la vida laboral y personal un principio
más teórico que real, pero al menos tratado, lo cual significa el inicio hacia
una realidad futura. Otro principio desarrollado es el de la representación
equitativa en órganos de dirección en empresas e instituciones.
En 2019 se aprueba la Ley de Igualdad de Trato y No
Discriminación, que sigue desarrollando las posibilidades existentes hasta el
momento de discriminación hacia las mujeres. Entre otras se trata también la
discriminación múltiple de mujeres migrantes, con discapacidad, LGTBI, y la
referida al acoso sexual.
En los últimos años, se ha trabajado normativamente en
el consentimiento expreso en las relaciones “Si es sí”, a la vista de casos de
violación múltiple en los que se ponía en entredicho la renuncia de la mujer en
sucesos de violencia (intentando
determinar las conceptualizaciones legales) que daban lugar a diferentes
penas por parte de los infractores (entre otros la Manada). Este, ha sido un
punto de inflexión en el feminismo español, protagonizando el Ministerio de
igualdad un distanciamiento entre posturas de diferentes movimientos sociales.
La inclusión de
formulaciones de la posmodernidad y el deslizamiento del posthumanismo ha supuesto tensiones internas,
redefiniciones teóricas y “ha obligado a que el movimiento se rearme” (Blanco
García y Aguado Cabezas, 2023: 9). La pluralidad e inclusión se ha producido
con la incorporación en los últimos años de reivindicaciones cisgénero y
transgénero, pero ello ha producido importantes disensos en el movimiento
tradicional que aún están por resolver. El transcurso de la igualdad por tanto
ha sido un avance a ritmos no acompasados, produciéndose alternancia entre
marchas de impulso y de retroceso. Pero observándolo desde un punto de vista
histórico, y a pesar de las luchas internas entre tipos de feminismo y defensa
de intereses de las mujeres, el avance desde los años 80 ha sido muy importante
para la sociedad española.
El movimiento feminista se ha desarrollado en España
con un carácter plural, diverso y combativo, implicando a mujeres de distinta
procedencia social y cultural, con reivindicaciones no siempre homogéneas pero
que han impregnado la vida social de este país. Subirats
en un artículo conjunto con Maestre y Martínez Bascuñán (2021: párr. 2) afirma
respecto a la paridad que en España “estamos lejos de esto en todos los ámbitos
de poder: político, económico o empresarial e incluso en el intelectual” aún en
pleno siglo XXI. El reto es mayor cuando lo que se trata en definitiva es de
feminizar el poder.
Una de las aportaciones más importantes de los
movimientos de mujeres en la actualidad ha sido exponer en el debate la
invisibilidad de las mujeres y de los abusos hacia su poder o persona.
Abiertamente, en la contemporaneidad, se ha plantea esto desde el MeToo, desarrollándose directamente las diferencias en las
formas de entender las reivindicaciones de género con la entrada en debate de
las actrices francesas. Puede
considerarse un antagonismo, o distintas formas de entender la paridad.
Estas distintas formas o antagonismo, se han podido observar recientemente en
el propio desenvolvimiento de políticas sociales de género en la última
legislatura socialista en España. Temas como la Ley de Garantía Integral de la
Libertad Sexual 10/22, ya nombrada y conocida por difusión de la prensa como
“Solo sí es sí…” o la subrogación, o la prostitución, han sido de nuevo
situaciones donde se han visibilizado las diferencias en el movimiento
feminista (ya plasmada en épocas anteriores con las disputas de derecho al voto
femenino).
Y es que el feminismo se desgaja como movimiento
social de otros movimientos políticos desde hace tiempo, conservando sin
embargo en esencia su cariz político por ser nuevo yacimiento de voto político.
Precisamente la manipulación es uno de los intereses que quedaban intactos en
el feminismo, y en este caso, se ha mostrado otra suerte de manipulación, la
del interesado tipo político.
No obstante, hay visiones
diferentes de este hecho. De acuerdo con
Castellano Díaz (2022: 1) a pesar de “la influencia del sistema
capitalista-patriarcal en la configuración de relaciones sindicales sesgadas
por el género a través de la división sexual del trabajo en convivencia con la
construcción histórica de un arquetipo sindical masculino e industrial”, en
esta evolución han aflorado diversos “movimientos autónomos de organización
obrera feminista que desafían el orden establecido y para revitalizar el
sindicalismo español y el movimiento obrero mediante un sindicalismo de clase,
feminista e inclusivo”. Sigue esta visión Ribón Seisdedos (2016) que analizando las interrelaciones
discursivas, observa la existencia de una permeación
consciente y exitosa de las narrativas sindicales y feministas.
Conocemos ya este momento como el de la denominada
“cuarta ola” con el MeToo. Y es que la denominación
en “olas” ha sido la imagen más reveladora del feminismo en España, como el de
los avances y resistencias en el largo camino hacia la igualdad.
El gran avance en la visibilización nos ha hecho
concluir, quizá de forma apresurada que habíamos superado la desigualdad. Entre
otras cosas, el lugar y el sujeto activo en su camino hacia el empoderamiento,
marca su propio ritmo. No podemos hablar de las mismas conquistas en España que
en Marruecos; como tampoco podremos hablar del mismo ritmo en el transcurso del
tiempo en España, donde se han dado bandazos según el momento político. Así “el
tratamiento desigual; la cosificación, la mercantilización del cuerpo; el
lenguaje, las creencias negacionistas de la desigualdad; son diferentes
versiones de las limitaciones para la mujer, que en muchos países deben
superarse a su propio ritmo” (Pérez₋González 2021: 10).
También en España se han mostrado como recién conquistadas o poco después,
recién perdidas.
Las fórmulas negacionistas de la violencia dentro de
los movimientos feministas (siguiendo a Martínez Portugal y Luxán
Serrano, 2022) pueden considerarse de igual modo “resistencias” contra el
cambio. Porque, defienden las autoras, que existen distintas formas de
deslegitimar la lucha feminista, además de las negaciones explícitas que
alimentan el mito contra las violencias y niegan su carácter estructural.
Los pasos para superar la desigualdad se han
experimentado desde enfoques distintos: se ha desplazado la puesta en escena de
las denuncias con los pechos desnudos, quema de sujetadores, denuncia a gritos
en debates y foros políticos, por la de la sororidad. Hay quien dice que la
denuncia pacífica o la cultura de la paz, no siempre ha sido el sello del
feminismo como anunciase Celia Amorós (2000). Y es que el feminismo, con la
denuncia de la desigualdad de las mujeres, está compuesto por muchas caras.
Pero lo cierto es, que el conocimiento común, que de
alguna forma resume la visibilidad, es un paso imprescindible para el llamado
“cambio sistémico” (que defiende Sara Khan), es decir
que el cambio social se produce a través de la manifestación de ideas y
creencias compartidas de forma visible, mostrado a otros mediante rituales
públicos.
Los últimos datos de la sociedad, (según el barómetro
Andaluz Centra de 2023: párr. 1) indican que existen hándicaps por resolver.
Por ejemplo, “El 65,3% considera que la sociedad en general es la principal
responsable de que se produzcan situaciones de desigualdad, por lo que es la
propia sociedad, la que más puede hacer por mejorar esta situación (54,9%)”. O
siguiendo la misma fuente (párra.3), “el 53,6%, considera que el feminismo –que
se relaciona con la igualdad entre hombres y mujeres, más que con la defensa de
los derechos de la mujer (53,6% frente a 28,7%) – no responde a las demandas
actuales de las mujeres”. Es como decir que los movimientos de mujeres
tienen poca impregnación en la sociedad actual o que no existe correspondencia
entre sus reivindicaciones y las que la sociedad formula.
Siguiendo datos de la estadística del INE “Hombres y
Mujeres en España” 2022, la participación política de las mujeres desde la
recomendación de 2023 del Consejo de Europa representa un porcentaje
equilibrado de participación de hombres y mujeres, (con una participación
femenina mínima del 40%), y con las elecciones de mayo de 2019, por primera vez
la presencia femenina en el Parlamento Europeo supera dicho porcentaje,
alcanzando el 40,7%, y produciéndose por tanto un incrementado en 3,7 puntos
porcentuales (desde las elecciones anteriores celebradas en mayo de 2014). Hay
que resaltar que esta es la primera vez que se alcanza o supera el 40% de
presencia de mujeres en el Parlamento Europeo en quince países. Son el 47,1 %
de España en las elecciones de 2019. Estos datos de alguna manera demuestran
las inquietudes sociales en España y el avance en cuestión de números en
representación política.
Pero no solo eso, sino que, en el ámbito económico,
también ha habido un ascenso, aunque no transformación, según los datos del
INE. En el año 2021, el porcentaje de mujeres en Consejos de Administración de
las empresas que forman parte del Ibex-35 fue del 30,7%, porcentaje 3 puntos
superior al del año anterior, suponiendo un gran avance desde los 11,7% de
2012. Aunque las cifras aún deben remontar más, parece que estamos en el
camino.
5. Consideraciones finales
Entendido como una filosofía política y como un
movimiento social, el feminismo tiene un origen ilustrado y es una ilustración
en sí mismo como indicase Valcárcel, al ser un proceso de modernización que
incluye la igualdad entre los sexos, es decir como derecho a educarse igual, a
participar igualmente en las decisiones políticas, etc. El proceso comenzó en
España con la Constitución de 1812, cuando igualdad y ciudadanía iban de la
mano. Si ciudadanía implicaba disfrutar de derechos civiles como el acceso a la
propiedad, pudiendo disponer libremente de sus bienes, pero no se le concede a
quien se consideraba dependiente, no libre y débil por su propia naturaleza;
tampoco se reconocía el derecho a participar políticamente a alguien con
naturaleza de dudosa racionalidad, la volvía imprevisible y desordenada; ni el
derecho a la educación y con ella la posibilidad de obtener un trabajo
remunerado, por tener como destino natural el cuidado del hogar, personas y la
crianza de sus hijos.
Sin embargo, inicialmente las mujeres más favorecidas
socialmente, utilizando espacios y actividades que les estaban permitidas
(tertulias, breves paréntesis de libertad de expresión, la beneficencia y
asistencia social), ampliaron su campo de acción, mostrando las capacidades negadas.
En un país de analfabetismo generalizado, una minoría de mujeres se atreve a
escribir y publicar, convirtiendo el derecho a la educación en eje de la causa
feminista, igual que en otros países lo fue el sufragismo.
En todo el proceso descrito en la lucha por la
igualdad en España, un hecho de relevancia de primer orden, han sido los
avances realizados gracias a la educación. Se han mencionado ya las primeras
experiencias de la coeducación en España (durante la época de la II República)
que han hecho posible otras transformaciones.
El topos, quizá único, en el que confiamos, es el de
la educación. Aún lo logrado en todas estas décadas, a impulsos sobre todo de
la Transición Política en España, siguen planteándose discriminaciones no
visibles por resolver. El feminismo se compone de muchas caras, y en todo
proceso de configuración o desconfiguración como
acción común o movimiento hay avances, retrocesos y débitos que proceden de
épocas anteriores. El momento actual se puede concebir como paso intermedio entre
la reproducción de modelos y por tanto la resistencia al cambio durante la
época franquista y el avance en la consecución de objetivos para acabar con la
desigualdad.
En este transcurso de alternancia
de estrategias y reivindicaciones, ha habido un cambio inteligente en la
acción. Hemos pasado de los impulsos normativos con sus contradicciones, a la
estructuración o semiestructuración de las
reivindicaciones en forma de movimiento. Su acción es más inclusiva, se basa
más en la denuncia política y social utilizando los medios y la ley, procurando
otros tipos de normativa. Esta evolución se ha producido a veces con ciertos
intentos de manipulación de diversos partidos políticos, que ha llevado a
mostrar antagonismos más evidentes en la lucha de los derechos de las mujeres.
Otros han visto en ello la vinculación del feminismo con otros movimientos.
Más allá de figuras femeninas que hayan destacado en
el camino a la igualdad, se ha conformado paulatinamente un movimiento social.
Ha habido una transformación que ha impregnado la vida social configurándose de
forma más definida la reivindicación en un movimiento de mujeres. Dicha
transformación no obstante no es definitiva. Habitualmente, se han asociado
denuncias por la desigualdad y reivindicaciones femeninas en España, con los
cambios sociales; sin embargo, se ha demostrado al describir el recorrido hacia
la igualdad, que lo que en realidad se ha producido ha sido un cambio en las
formas de actuación y en los movimientos de mujeres: desde lo normativo a lo expansivo,
gracias en parte a la educación.
No son tanto los cambios en la sociedad, sino los
cambios producidos en el propio movimiento los que han operado en nuestro país,
cuyas reivindicaciones pueden volver a resistirse produciendo un cierto impasse
por las alianzas políticas de las que parecen ser deudoras en la España actual.
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