50 años de coeducación: Necesidad frente
sensibilidad
50 years of coeducation: Necessity versus sensitivity
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Amalia
González Suárez |
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Consejería Educación Principado de
Asturias - España |
Resumen
El siguiente texto plantea una
reflexión sobre el camino de la coeducación en España desde los inicios de la
democracia postfranquista hasta nuestros días. A finales de los años setenta
del siglo XX feministas dedicadas a las enseñanza pusieron de manifiesto los
sesgos sexistas de la enseñanza mixta que empezaba a implantarse, reemplazando
así a la enseñanza segregada por sexos, y que bajo la apariencia de una
enseñanza igualitaria escondía un marcado androcentrismo reflejado en el
lenguaje, en la distribución de espacios escolares, en la jerarquía y
representatividad de los cargos, en los contenidos impartidos, etc. De entre
estas teóricas destacamos a María José Urruzola por
su coherencia teórica y práctica coeducativa. Cincuenta años más tarde la
coeducación sigue siendo una aspiración del profesorado feminista, pues su
implantación careció hasta la fecha de voluntad política.
Palabras clave: Urruzola, sexismo,
enseñanza segregada, enseñanza mixta, androcentrismo, coeducación.
Abstract
The following text reflects on
the path of coeducation in Spain from the beginning
of post-Franco democracy to the
present day. In the late 1970s, feminist educators highlighted the sexist biases
of the coeducational education system that was beginning
to be implemented, replacing
gender-segregated education.
The system, which under the
guise of egalitarian education,
concealed a marked androcentrism reflected in language, the distribution
of classroom spaces, the hierarchy of representation of staff, the content taught, and so on. Among these
theorists, we highlight María José Urruzola for her coherent
theoretical and practical approach to coeducation. Fifty years later,
coeducation remains an aspiration of feminist teachers, as its implementation has so far lacked political
will.
Keywords: Urruzola, sexism, segregated education, mixed education, androcentrism, coeducation.
Para Ana Gloria Blanco, in memoriam.
1. Introducción
Desde los inicios de la democracia en nuestro país
después de la dictadura franquista, la educación fue puesta bajo el foco de la
renovación política y social como uno de los elementos que debía de estar en
consonancia con los nuevos tiempos democráticos, y, a su vez, contribuir a la
construcción de la naciente democracia.
El feminismo fue un factor clave de estos nuevos tiempos y con protagonismo
social y político continuo y creciente, tanto en su desarrollo teórico como en
lo que a su práctica reivindicativa se refiere. Y el feminismo siempre entendió
la educación como elemento principal para el logro de los derechos de las
mujeres. Desde finales del XIX, cuando las mujeres empezaron a acceder a la
educación, hasta finales del XX, cuando se empieza a hablar de educación en
igualdad, los términos mixto y coeducativo se consideraban sinónimos. Fue a
finales los finales del siglo XX cuando las educadoras feministas empezaron a
reivindicar la educación feminista, esto es, una educación en la que desde la
organización de los centros hasta los contenidos de las materias fuesen
revisados con la elemental pregunta de “¿y las mujeres adultas, jóvenes o niñas
dónde están?”. Pregunta que podemos desmenuzar en otras cuatro ¿dónde están las
enseñantes en los órganos de poder educativos?, ¿dónde están las niñas en los
espacios de recreo?, ¿cómo es la participación de las niñas en los debates que
tienen lugar en las aulas?, ¿dónde están las mujeres y sus circunstancias en
las explicaciones sobre la historia de nuestro pasado y presente político,
artístico, filosófico, económico, científico, etc.?
Si reflexionamos sobre estas cuestiones, a la primera
pregunta de dónde están las enseñantes en los puestos de responsabilidad,
podemos dar cuenta de avances notorios en los últimos cincuenta años, pues ha
aumentado significativamente el número de mujeres en puestos de poder en la
educación, especialmente en primaria y secundaria, aunque no podamos decir lo
mismo de la universitaria. Respecto a la segunda de dónde están las niñas en
los momentos más informales de la jornada escolar, como puedan ser los espacios
o tiempos de recreo, cabe responder que su lugar depende de la voluntad del
centro para contrarrestar la inercia de que apenas superada la infancia niñas y
niños se separan “espontáneamente” cuando están fuera del aula. Muchos centros
organizan actividades inclusivas para ambos sexos durante los períodos de
recreo para contrarrestar la tendencia de que de las y los preadolescentes
busquen entretenerse por separado. Así mismo, los tiempos más democráticos del
aula, que tienen lugar al hilo de exposiciones y debates por parte del
alumnado, pueden estar acaparadas por los chicos, salvo que nos preguntemos
dónde están las niñas y jóvenes a la hora de dar su opinión en un debate, e intentemos
contrarrestar esta “espontánea situación”.
Si bien el control de tales escenarios, como los
espacios fuera del aula y los tiempos y modos de intervención dentro de ella,
son aspectos que un profesorado formado en coeducación, puede llevar a cabo
proponiéndose una corrección de lo “espontáneo”, esto es, de las inercias
sexistas que impregnan nuestra educación informal y no reglada, no así la
respuesta a la última pregunta de las hechas más arriba: ¿dónde están las
mujeres en las explicaciones sobre la historia de nuestro pasado y presente
político, artístico, filosófico, económico, científico, etc.? Esta pregunta
entronca directamente con los curriculums planteados
en las leyes educativas y solo de una manera muy rudimentaria y, en casos
frustrante, puede ser llevada a cabo por el profesorado. Este solo puede
escudriñar el programa para ver dónde puede hacer un “a propósito académico
coeducativo”, esto es, ilustrar a su alumnado sobre la situación de las mujeres
en un acotado ámbito académico, refiriéndose a su situación social, a sus
reivindicaciones, a su protagonismo histórico, a como fuimos conceptualizadas
por los “grandes pensadores”, etc.
En definitiva, en el camino de la coeducación se han
recorrido importantes tramos que dependen de la particular formación que parte
del profesorado, sobre manera las profesoras feministas, ha llevado a cabo para
impulsar conductas y actitudes no sexistas en el entorno escolar. Sin embargo, sobrepasa
la voluntad del profesorado, y es responsabilidad de las autoridades educativas
encargadas de legislar, que los contenidos sean explícitamente no
androcéntricos, esto es, que tanto los problemas como las aportaciones de las
mujeres se contemplen como propios de la humanidad y con la seriedad suficiente
para que en aquellas materias sujetas a pruebas externas haya posibilidades
reales de que sean material de prueba antes que una especie de adorno si sobra
tiempo, que por otro lado, nunca sobra, pues los currícula
siempre son extensos y el tiempo para impartirlos demasiado corto. La amplitud
de los contenidos a impartir se traduce en una presión del tiempo que aumenta a
medida que ascendemos en el nivel educativo, de modo que lo que no figura
explícitamente en el currículum no se aborda o si se hace es difícil escapar a
una cierta inquietud culpable de estar escatimando tiempo a lo importante, al
tratamiento de los epígrafes del currículum, inquietud que aumenta cuando
existen pruebas externas, como puede ser el caso de las pruebas de acceso a la
Universidad.
2. Algunas precisiones lingüísticas
2.1. Escuela mixta y coeducativa
La primera medida de la España postfranco
fue el paso de la escuela segregada a la mixta en todos los niveles educativos,
pues la dictadura había determinado que los sexos solo podían convivir en el
principio y en el final de las etapas educativas. Había establecido que niñas y
niños solo podían estar juntos hasta los seis años, edad en la que eran
separados para volver a juntarse en la Universidad, cuando la enseñanza volvía
a ser mixta y a la que solo llegaba una mínima parte de la población.
La LGE de 1970 (14/1970, de 4 de agosto Ley General de
Educación y Financiación de la Reforma Educativa)[1]
propició las aulas mixtas al prohibir la discriminación por cualquier razón en
las escuelas, y en 1984 el gobierno presidido por el PSOE, a instancias del
Instituto de la Mujer, decreta la enseñanza mixta para todos los niveles de
primaria y secundaria, aunque algunos centros la venían ejerciendo, al dejar de
estar prescrita por la mencionada LGE.
Con la llegada de la enseñanza mixta, las docentes
feministas se preguntan si este acceso igual a la educación implica una
educación igual. Si esta unión de chicas y chicos beneficia por igual a unas y
a otros: es el reto de la coeducación. Durante este casi medio siglo
transcurrido parte del profesorado se ha formado y elaborado materiales
coeducativos para animar a la totalidad de los y las docentes a la coeducación
y las leyes se han hecho eco de ello de una manera muy general y laxa, hasta el
punto de que transcurridos cincuenta años, una parte significativa del
profesorado no sabría responder qué es la coeducación y cómo aplicarla a sus
tareas diarias de aula.
La filósofa María José Urruzola
(1991), militante en el feminismo de la diferencia[2],
fue una de las pioneras tanto en la práctica como en la teoría coeducativa y
lanzó la inquietante pregunta de si era posible coeducar en la actual [finales
de los 80-principios de los 90] escuela mixta. Dando por sentado que la escuela
mixta en la actualidad es incuestionable por la mayoría de la sociedad, podemos
repetir la pregunta de Urruzola: “¿es posible
coeducar?”. Pregunta pertinente, dado que desde la LOGSE estamos en la línea de
educar en igualdad y las estadísticas nos dicen que entre la juventud, sobre
todo los varones, cada día aumenta el número de quienes están convencidos de su
superioridad sobre las chicas[3].
La constatación de que un elevado porcentaje de la población de jóvenes varones
entre 16 y 21 años, y también de mujeres, aunque significativamente menor,
admiten la violencia de género, especialmente la sexual, como algo normal, nos lleva a la pregunta de a
dónde van a parar las políticas que abogan por la igualdad en la educación. Y
es una coletilla universal que ante las estadísticas de la pervivencia del
machismo o ante crímenes espeluznantes y mediáticos, las declaraciones de las
autoridades enfoquen a cuestiones educativas que deben mejorarse y que de la
educación dependen los males y bienes de la sociedad.
Urruzola en el escrito citado menciona las figuras de Emilia Pardo
Bazán y de María de Maeztu como las impulsoras en España de la incorporación de
las mujeres a la educación y la defensa de la enseñanza mixta. Emilia Pardo
Bazán con su intervención en el Congreso Pedagógico de 1892 defendió la
convivencia de niñas y niños en la escuela, defensa que no fue aprobada. Por su
parte, María de Maeztu llegó a ser consejera de Instrucción Pública y en 1915
funda la residencia de señoritas para maestras y universitarias. A estas
figuras Urruzola añade como hitos de la defensa de la
educación de las mujeres múltiples asociaciones como “la Mujer del Porvenir”, “la
Sociedad Progresiva Femenina”, “la Acción Femenina de Barcelona”, “la Sociedad
Concepción Arenal”, “la Unión del feminismo español” y la “Liga española para
el progreso de la mujer”.
La primera
experiencia de escuela mixta tuvo lugar en nuestro país en la II República, lo que supuso un avance notable de cara a la inclusión educativa de este sector, aunque la
escolarización era escasa en general y la de las mujeres más escasa aun.
La dictadura volvió a la enseñanza
separada según sexos, en la que parte de la educación
de las niñas era responsabilidad de La Sección Femenina, encargada de diseñar e impartir
asignaturas que debían completar su formación para una ejecución perfecta de la
tareas domésticas. Así, al lado de las materias “serias” como matemáticas,
geografía e historia, literatura, filosofía, lenguas clásicas y modernas, y
física y química, se impartían enseñanzas relativas a la tarea que toda mujer
debía llevar a cabo, independientemente de qué nivel académico llegase a
conseguir y, llegado el caso, qué empleo pudiese desempeñar. Y así existían las
asignaturas de labores donde niñas y jóvenes se ejercitaban las diferentes
tipos de costuras, bordados y primorosos trabajos manuales, a los que más tarde
se añadía Economía Doméstica donde con una metodología “científica y
profesional” se instruía en la limpieza higiénica[4],
cocinar sano, administrar los recursos facilitados por el marido, cuidar
enfermos, intervenir en primeros auxilios ante cualquier de adversidad como
asfixias, traumas, picaduras de serpiente, hacer trasfusiones, preparar viajes,
comportarse bien en las reuniones, etc.
Ya hemos referido que el primer peldaño en la España
democrática para la instauración de la escuela mixta fue la LGE impulsada por
el ministro José Luis Villar Palasí, basándose en el
Libro Blanco de la Educación en la que se planteaba una revisión general de
todo el sistema de enseñanza adecuándolo a la nueva sociedad. Esta ley amplió
hasta los 14 años la enseñanza obligatoria y la separación de niñas y niños
dejó de ser obligatoria, aunque no fue hasta 1984, como ya dijimos antes,
cuando la enseñanza mixta se impuso como obligatoria.
La LGE (1970) está redactada en masculino en su
totalidad, así: “el sistema educativo asegurará la unidad del proceso de
educación y facilitará al continuidad del mismo a lo largo de la vida del hombre[5]
para satisfacer las exigencias de la educación permanente plantea la sociedad
moderna”[6].
Se eliminó del currículum todo aquello que tenía que
ver con la “cultura doméstica”. Se perdió aquí una
oportunidad coeducativa de extender, con ajustes pertinentes, una cultura
doméstica a todo el alumnado que educase a varones y mujeres en la interrelación
entre lo doméstico y lo público, y en la importancia de que la igualdad en el
ámbito doméstico es condición necesaria para la igualdad en el empleo, en la
representación pública y en el ocio. Antes bien, la eliminación de tales
materias implicó la total desvalorización de todo el ámbito doméstico, pues
tales tareas no pasaban de ser un estorbo en el mundo serio de lo académico y,
por ende, debía de ser eliminado el conocimiento de ellas. La formación
doméstica era superflua, era el “marujeo” que debía ser suprimido de entre las
cosas serias a aprender, en lugar de ser asumido tanto por chicos como por
chicas. Así la educación mixta no fue una fusión “feminista” de los contenidos
hasta entonces masculinos y femeninos, esto es, no se generalizó al alumnado
enseñanzas que pudiesen ser valiosas para uno u otro sexo, como pudiese ser que
las chicas y los chicos tuviesen referencia académica del trabajo doméstico,
tanto en sus destrezas técnicas como en su valoración crítica en cuanto signo
de la desigual distribución por sexos de tales tareas en la sociedad. Las
cuestiones domésticas desaparecieron de lo importante. En palabras de Ballarín (2018: 37) “[…] no fue fruto de la consideración de dos currícula
tradicionalmente diferenciados (producción/ reproducción), hecho que no tardó en ser denunciado por
las feministas como la «incorporación de las chicas
al currículum de los chicos»”.
Tal eliminación del saber y de la responsabilidad con
lo doméstico trasladó al alumnado que era más importante utilizar las pinzas de
tender la ropa para hacer una jirafa (en la materia de pretecnología) que para
tender ropa (labor doméstica), esto es, las tareas domésticas desaparecieron
del currículum una vez que la enseñanza mixta se fue instaurando. Así, podemos
decir que, sin negar el avance que supuso pasar de la escuela segregada a la
mixta, esta escuela mixta en lo que a los sexos se refiere, era androcéntrica y
no coeducativa. Si bien se fomentó la igualdad en la enseñanza, no se fomentó
la coeducación. Los sexos se juntaron, pero no se unieron.
La LGE (1970) encontramos la enigmática recomendación
de que los métodos deberán ser “matizados según el sexo”[7].
La matización se materializaba en muchos casos en la segregación de enseñanza
de educación física. Hay que tener en cuenta que la enseñanza mixta coindice
con un gran aumento de las chicas en la educación secundaria y universitaria.
Hay un contexto mundial y europeo para
la educación de las niñas y la educación mixta. En el 1975 se celebra la
primera conferencia mundial de la mujer en México[8].
La ONU había puesto en marcha el “decenio de la mujer” y esta Conferencia lleva
por título de “Sobre la condición jurídica y social de la mujer”. Es la primera
vez que tiene lugar una conferencia internacional con una representación de
mujeres. Asistieron delegaciones de 133 países, de éstas 113 estaban
encabezadas por mujeres. Se vinculó la situación de las mujeres con la
injusticia. Los objetivos de esta conferencia fueron: la eliminación de las
diferencias de género, la contribución de las mujeres a la paz y la
contribución de las mujeres al desarrollo.
Así mismo, se ponen en funcionamiento
dos organismos dentro de las Naciones Unidas: el Instituto Internacional de
Investigaciones y Capacitación para el Desarrollo de la Mujer (INSTRAW) y el
Fondo de Desarrollo de la Naciones Unidas para la mujer (UNIFEM), encargado e
la asistencia técnica y financiera para promover la igualdad.
Además, se crea el Centro Africano para
la Mujer (ACV), hoy llamado Centro Africano para el Género y el Desarrollo
(ACGD).
A la vez se constituyó un Foro
Alternativo que fue la primera reunión multitudinaria de mujeres, entre 4000 y
6000, según diferentes datos. En este Foro se puso de manifiesto la diferencia
entre las mujeres de los países del Norte y las del Sur.
En el Parlamento Europeo se abre el
primer debate sobre la situación de las mujeres en la Comunidad en febrero de
1981 y en julio del mismo año se crea una comisión
para que través de encuestas se constate la situación
real de las mujeres en Europa. En mayo de 1982 se formula por parte del
Parlamento Europeo el programa para la Igualdad de Oportunidades para las
mujeres durante el periodo 1982-85. Al acabar este período y tras la evaluación
de los resultados, la comisión de encuestas propuso un nuevo programa para
cinco años, entre el 1986 y 1990 para continuar
avanzando en la línea ya trazada, surgiendo así el segundo.
La enseñanza mixta venía de establecer
una continuidad entre escuela y sociedad, esto es, si fuera de la escuela
hombres y mujeres estaban mezclados, no había razón para que no lo estuviesen
en la escuela, y otro asunto que no era menor, que los chicos, por aquel
entonces bastante indisciplinados en comparación con los centros de chicas, ganarían
en moderación y que las chicas lo harían en emprendimiento. Se esperaba que
hubiese una especie de ósmosis de buenas cualidades de las respectivas
socializaciones por géneros, esto es, que los chicos adquiriesen lo valioso de
las chicas y estas lo valioso de ellos.
Sin embargo, para algunas feministas,
como fue el caso de Urruzola (1991), la implantación
de la enseñanza mixta perjudicó a las chicas a la vez que mejoró la vida de los
chicos. Las chicas empezaron a oír un lenguaje en masculino debido al masculino
genérico y, vieron como la democracia que iba ganado terreno en la política
también entraba en los centros en los que se empezaron a abrir cauces de
participación como los Consejos Escolares en los que estaba representada toda
la comunidad educativa. Sin embargo, esta democracia era viril, la
representación recaía mayoritariamente en los varones, excepto en las
representaciones de “padres” que estaban formadas casi exclusivamente por
madres, estadística que, por otro lado, se mantiene en la en la actualidad, a
pesar de haber cambiado su nombre a “Asociación de Padres y Madres” (AMPA) en
lugar de “Asociación de Padres” (APA) anterior.
Urruzola menciona el
déficit de rendimiento de las chicas en la educación mixta por estar en un
ambiente más bronco, ya que los problemas de disciplina aumentaron con el paso
de la segregada de chicas a la mixta. Entre ellos los más graves están “la
agresión sexual a su cuerpo”. Para ella, “este hecho llega a ser tan cotidiano
que ellas, ellos y el profesorado lo llegan a aceptar y vivir como algo tan
normalizado que deja de llamar la atención”.
Para esta autora el paso de la escuela
segregada a la mixta no superó el sexismo en ningún modo, dado que las
actitudes del profesorado, el contenido de la Ciencia que se imparte, el
lenguaje, la educación física, los libros de texto y otros materiales
didácticos, la organización del centro, la orientación profesional y demás
conservaron un marcado carácter sexista. El sexismo pervivió a la vez que se enmascaró,
pues ahora había igualdad en las materias, espacios y democracia en la
organización del centro.
Es de remarcar que en las sucesivas leyes de educación
el término coeducación solo aparece en la reciente LOMLOE[9]
(Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación, 3/2020 de 29 de
diciembre). En las anteriores aparecían referencias a la igualdad entre los
sexos y a la no discriminación.
Etimológicamente coeducar significa educar a personas
diferentes en un mismo sistema educativo, entendiendo que las diferencias
pueden ser de múltiples rangos: de sexo, religión, capacidad, condiciones
sociales y/o económicas múltiples. Ahora bien, el concepto se usa en educación
con un significado más restringido: la educación de personas diferentes en cuanto
al sexo. El diccionario de la Real Academia Española define coeducar como: “Enseñar
en una misma aula y con un mismo sistema educativo a alumnos de uno y otro sexo”.
Esta definición describe la escuela mixta, no la coeducativa, pues no se
plantea con qué sistema educativo se enseña, y, como venimos diciendo, fue el
feminismo quien cuestionó con qué sistema educativo se enseña. Constatado que
se enseña en un modelo educativo androcéntrico, coeducar es eliminar las
diferencias educativas que viene de una sociedad sexista y donde el sexo
ganador es el de los chicos.
Fue la
LOGSE (Ley Orgánica 1/1990, de 3 de octubre, Ordenación
General del Sistema Educativo), publicada veinte años después que de la
mencionada LGE, la primera ley que contempló la necesidad de reconsiderar la
actividad educativa para eliminar las discriminaciones que en ella se generaban
de cara al género femenino. El artículo 57,
apartado dos, dice: “en la elaboración de […] materiales didácticos se
propiciará la superación de todo tipo de estereotipos discriminatorios,
subrayándose la igualdad de derechos entre los sexos” (LOGSE, 1990)[10].
Y a este fin se elaboraron y pusieron a disposición del profesorado una serie
de documentos bajo el título de Materiales
para la Reforma que detallaban las generalidades
de la ley y que fueron apareciendo en los años sucesivos. Eran las conocidas
popularmente como “Cajas Rojas”, pues llegaron a los centros educativos
embaladas en cajas de este color. Estas cajas rojas contaban con ejemplares muy
útiles para el desarrollo en el aula del espíritu de la LOGSE entre los que
figuraban dedicados a “valores de hombres y mujeres” destinados a la educación
secundaria[11].
Estos materiales eran la guía para propiciar
que los contenidos educativos hiciesen hincapié en la igualdad de derechos
entre los sexos. Sin embargo, cuando los materiales estaban al alcance del
profesorado, a mediados de los 90, a la ley le quedaba poca vigencia, pues la
llegada del PP al gobierno en 1996 presagió que pronto tendríamos otra y así
fue. Fue sustituida por la LOCE (Ley Orgánica de la Calidad de la Educación) en
2002, ley que no llegó a implantarse, pues dos años después, en el 2004, gana las
elecciones el PSOE y retrasa su calendario de aplicación que en la práctica
resultó en que nunca llegó a ponerse en práctica, pues en el 2006 la LOE (Ley
Orgánica de Educación). Si tenemos en cuenta que una ley nueva tarda al menos
dos años en implantarse y unos más en automatizarse, pues no son pocos los
términos, por no decir las siglas que se han de aprender con cada ley nueva,
así como las normas para la redacción de la cada día más abundante
documentación, podemos decir que estas novedades no tuvieron el tiempo
necesario para arraigar. En este caso de la LOGSE-LOCE-LOE, tenemos cuatro años
de incertidumbre legal, pues cuando estábamos aprendiendo las novedades de la
LOCE, empezamos a oír ecos del retraso de su aplicación[12]
que quizá no llegase a implantarse, como así fue, pues la LOE (Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación)
la sustituyó. La LOE (2006) introdujo en primaria y secundaria la “Educación
para la ciudadanía y los derechos humanos” con el propósito de que “se
prestará especial atención a la igualdad entre
hombres y mujeres” en uno de los cursos del tercer ciclo de primaria y en otro
de los tres primeros cursos de secundaria, así como la “Educación Ético Cívica”
en cuarto de ESO.
La materia Educación para la Ciudadanía originó gran debate público,
llegando incluso algunas familias a plantear objeción de conciencia a la
impartición de tales contenidos por entender que la educación pública de la que
era responsable el Estado se inmiscuía en cuestiones educativas que competían
en exclusiva a la familia. Hubo casos en los que las objeciones y protestas
llegaron a los tribunales.
La LOMCE (la Ley Orgánica para la Mejora de la
Calidad Educativa), llega en 2013 y sustituye la controvertida Educación para la Ciudadanía
por la materia Educación Cívica
y Constitucional. Este cambio desagravió a
las familias y sectores opuestos a la anterior a la Educación para la
Ciudadanía y los Derechos Humanos dada su consideración de las familias como “las
primeras responsables de la educación de sus hijos y
por ello el sistema educativo tiene que contar con la familia y confiar en sus
decisiones” (LOMCE, 2013). Las familias que se habían alarmado por que la
Educación para la Ciudadanía les arrebatase parte de la educación que solo
competía a ellas se vieron tranquilizadas con estas declaraciones al entender
que se les devolvía protagonismo en la educación de sus hijas e hijos[13].
El hecho de que cada gobierno deje su impronta en una nueva una ley
educativa inevitablemente transmite inseguridad y abulia entre profesorado,
pues algo como revisar nuestras enseñanzas para sacarles todas las hebras
androcéntricas es incompatible con la premura con la que elaboran las leyes.
Todo cambio de legislación exige al profesorado ponerse al día sobre nuevas
nomenclaturas y sus correspondientes siglas, la organización académica, diseño
de pruebas externas, etc. Las mencionadas “Cajas Rojas” donde podíamos
encontrar contenidos valiosos para las novedades “de acuerdo a los nuevos
tiempos”, los años 90 del siglo XX, en el mejor de los casos andan por los
almacenes de los centros junto a muebles desechables y otros trastos sin otro
destino que ser llevadas al destructor de papel solo habiendo sido leídas por
una mínima parte del profesorado, muy lejos de haber cumplido su cometido que
no era otro que el servir de guía para revisar los materiales didácticos.
2.2. Currículum oculto
Currículum oculto es un término acuñado por Philip Jackson en
La vida en las aulas en 1968[14]
para referirse a todas las interacciones que se establecen entre el alumnado y
el profesorado y que envuelven y modulan los currículums explícitos. Un punto
fuerte de este currículum oculto es el sexismo.
Podríamos describir el currículum oculto como aquello
que se enseña sin querer y se aprende sin comprender. Esto es, tanto por parte
de quien enseña como de quien aprende hay un proceso inconsciente que exige una
tarea de análisis y desvelamiento para poder ser modificada, porque en caso
contrario el automatismo hace perpetuar tal currrículum.
Siguiendo a Urruzola de
nuevo (1995), el sexismo se oculta en el currículum. Y este sexismo lo
sintetiza en los siguientes puntos relativos a los prejuicios sexistas en el
campo de la percepción y en el campo de los conceptos, pues no percibimos igual
el vello en una mujer que en un varón, a una mujer en trabajos marcadamente
masculinos como la minería o construcción que a un varón, a un varón cuidando
de ancianos que a una mujer.
En el campo de los conceptos (Ibídem: 99-100) cuyo
reflejo es el lenguaje y en el campo e la teoría pensar que la discriminación a
la mujer es cosa antigua[15]
y que hoy ya existe la igualdad, por lo que la coeducación es una de las
exageraciones; que las mujeres son las principales educadoras tanto en la
enseñanza formal como la informal en las etapas de infancia y adolescencia y
por tanto, si hay machismo, ellas son las culpables, que si la naturaleza nos
hizo diferentes, no tiene sentido reivindicar igualdad.
2.3. Promover y
legislar
Urruzola ve una clara
deficiencia en el proceso de legislar la enseñanza mixta como una mera
distribución de espacios sin replantear ningún criterio para desactivar los estereotipos
masculino y femenino que había fomentado la enseñanza segregada. Desactivar los
estereotipos que para ella se concretarían en: prever una política no
discriminatoria para las chicas, medir beneficios e inconvenientes para chicas
y chicos, revisión de valores, revisar la estructura jerárquica de los centros,
preparar al profesorado y revisión del androcentrismo en las materias. En todos
los aspectos ha habido cambios y avances hacia la igualdad salvo en el último,
en el del androcentrismo de las materias.
Podemos decir que el resto de los
objetivos fueron conseguidos en parte; así, en la estructura de los centros
cada día más mujeres ocupan cargos de dirección, y, en alguna medida muy
voluntarista se preparó al profesorado, principalmente a través de los Centros
de Formación del Profesorado desde los que se impartieron cursos de coeducación
y se elaboraron cantidad de materiales con propuestas coeducativas
que contemplaban revisión de valores y de androcentrismo en las materias y se “sensibilizaba”
al profesorado. Sin embargo, esta sensibilización nunca se correspondió con la
sensibilización de la administración a la hora de redactar los currículums,
especialmente en la Enseñanza Secundaria, etapa en la que los contenidos
conceptuales van cobrando protagonismo en la formación de las y los jóvenes y
cuya importancia en su cosmovisión no es menor. Así, a modo de ejemplo, una
Historia protagonizada por los varones y sus problemas tiene muchas
posibilidades de configurar mentalidades en las que los varones y sus problemas
se consideren los protagonistas.
La igualdad, y
ahora la coeducación, en la legislación aparece unida a verbos que no obligan,
solo animan, como “propiciar”,”promover”, “impulsar”,
“potenciar”, “fomentar”, lo suficientemente ambiguos para que solo si mantienes
unas actitudes sexistas y machistas notables, puedes contravenir la ley.
Verbos, por otra parte muy cuidadosos
con la sensibilidad de quien no quiera coeducar.
Sin ir más lejos, en la vigente LOMLOE (2020) el
consejo escolar designará a una persona que “impulse medidas educativas que
fomenten la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres”. Nótese que solo
hace falta que sea “persona”, ninguna acreditación de sus capacidades para “fomentar”,
verbo ambiguo sin ninguna indicación de práctica concreta. Así, el expediente
quedaría cubierto, con ser vehículo de actos “festivos” extraescolares de
celebración de fechas emblemáticas que tienen que ver con la igualdad como
puedan ser el 25 de Noviembre o 8 de marzo. Muchas veces este trabajo supone
ponerse en contacto con instituciones de diferente rango, y colaborar con sus
celebraciones. Las horas de las que dispone el personal designado como
responsable de la coeducación en el centro, caso de que la elección haya sido
hecha entre el profesorado, pueden ser dos a lo sumo, muchas veces ninguna,
pues dependen de los ajustes de los horarios del centro para la realización de
las múltiples tareas que se han de llevar a cabo. Actividades tan importantes y
necesarias como insuficientes, importantes y necesarias, dado que en algunos
casos son la oportunidad de que el alumnado entre en contacto con el feminismo,
aunque sea de un modo esporádico y en un contexto “extraescolar” o “complementario”,
insuficientes pues no pasa de ser un acto esporádico. La formación en igualdad
tiene que ser más frecuente y continua en el tiempo para que las y los jóvenes
lleguen a integrarla como parte de su saber y actuar, pues en el período de
Educación Secundaria es crucial en la construcción de la identidad y modulación
de su carácter.
Moreno (2013: 37-57) hace una descripción exhaustiva y
escalonada de las prácticas para la coeducación divididas en “de inicio”, “de
profundización” y de “excelencia”. Entre las primeras sugiere el uso no sexista
del lenguaje y la celebración de días puntuales, entre las segundas todos los
documentos del centro (web, talleres coeductivos para
alumnado y familias) y entre las terceras, las de excelencia, la revisión de
los documentos del centro (plan de Acción Tutorial, Proyecto Educativo de
Centro, Programación General Anual, Reglamento de Régimen Interno) y
concreciones curriculares poniendo claros ejemplos de dichas concreciones en
las distintas materias. En la introducción a esta clara y detallada planificación
coeducativa leemos que “cada persona o grupo decidirá, según contexto de
actuación y formación, las actuaciones que pueda llevar a cabo” y concluye con
que “esta guía solo quiere animar a las personas que fomenten la igualdad en un
centro educativo a que realicen su labor con ánimo, con fuerza y con
creatividad”.
Pienso que las personas que “fomenten” la igualdad en
un centro educativo tienen que realizar su labor con seguridad de estar
cumpliendo el currículum donde “ánimo, fuerza y creatividad” son condición
necesaria para cualquier labor educativa, pero en ningún caso suficiente,
porque poniéndonos en la utopía de que todo el profesorado llegase a tener el “impulso
coeducativo” si no se reforman las materias, sobremanera las de humanidades, “el
ánimo”, “la fuerza” y “la creatividad” se convertirán cuando menos en
frustración colectiva debido a la falta de correspondencia entre lo serio que
debiera hacer para llevar la coeducación diariamente al aula y lo que de hecho
puede hacer, esto es, cumplir con un currículum androcéntrico. Porque, no lo
olvidemos, el alumnado no lee los planes de igualdad de Centro, por el
contrario, el alumnado oye durante unas seis horas diarias a su profesorado
sobre cómo es y fue la construcción de nuestros parámetros de pensamiento, y en
esta construcción no aparecen las mujeres y sus circunstancias o solo de manera
muy esporádica.
Moreno (2023) valora la LOMLOE como la ley más
coeducativa hasta la fecha en el sentido de que está atravesada de principio a
fin por recomendaciones coeducativas y de igualdad
entre varones y mujeres. Siendo esto cierto, podemos preguntarnos si los veinte
años transcurridos desde la LOGSE, primera en constatar el androcentrismo en la
enseñanza, y la LOMLOE, la ley educativa vigente, el camino recorrido nos llevó
desde un inicio que se planteaba como transversal a un final en que se
convirtió en transversal solo en el BOE, pues las “recomendaciones coeducativas” aparecen a lo largo de todo el desarrollo de
la ley.
3. Feminismo, coeducación y
transgenerismo
La coeducación entendida como formación integral del
alumnado al margen de principios sexistas se asienta, repetimos una vez más, en
la teoría feminista. Urruzola (2006), cual Casandra,
veía amenazas del feminismo tanto por parte de las fuerzas políticas de la
derecha como de la izquierda. Por parte de la izquierda con
“[…] discursos pseudofeministas,
como por ejemplo, el manejado concepto de “los feminismos”. Se dice con
frecuencia: “hay muchos feminismos, el feminismo dialógico,
la teoría queer, el
postfeminismo [...]”, “[…] tú tienes el tuyo, yo el mío”,
“todas somos respetables, son diferentes feminismos y nadie tiene la verdad
sobre el feminismo”. Discursos, que suenan muy bien, muy “democráticos”,
muy “modernos”, pero cuyos argumentos no se sostienen como teorías
feministas y cuyas intenciones, repetidas en la historia de otros países, ya han sido criticadas con profundidad por teóricas feministas como Sheila Jeffreys
y Susan Faludi” (Urruzola, 2006: 93).
Entre estas amenazas Urruzola
encontraba la teoría queer,
hoy enfrentada al feminismo y a la coeducación, hasta el punto de que desde el
feminismo se habla de “secuestro de la coeducación” (Carrasco, 2022, Carrasco e
Hidalgo 2004). Este secuestro vendría de parte de las llamadas teorías generistas que son aquellas que sustituyen el sexo por el
género, esto es, consideran que, frente a la teoría del género como
construcción cultural sobre la base material del sexo, el sexo también tiene
una componenda cultural, de modo que la distinción entre varones y mujeres en
base al sexo ha de ser olvidada y sustituida por el género o los géneros que en
cuanto elegidos son diseñados al antojo del consumidor o consumidora. Rompemos
con la dicotomía naturaleza cultura y así como el género es una creación
social, también lo es el sexo y ambos podemos asumirlos o rechazarlos. Se contempla
lo que podemos llamar transgresión individual.
Carrasco (2022: 15) dice así en su crítica al
transgenerismo:
“Precisamente ahora que sería
tan necesario, la escuela y la educación obligatoria
no cuentan con un compromiso coeducativo firme, ni institucional, ni
profesional, de manera que el proyecto emancipador de la igualdad entre mujeres
y hombres carece de defensas ante esta ofensiva ideológica.
En lugar de centrarse en combatir la violencia y la reproducción
del androcentrismo y de las desigualdades sexistas, que van en aumento, lo que parecía un nuevo interés por la
coeducación por parte de la Administración
educativa en los últimos años
ha resultado ser en realidad la apropiación del vehículo por el que han penetrado las ideas
transgeneristas en la escuela. Aunque se presentan como un avance progresista e
inclusivo, sancionado por leyes y protocolos autonómicos
aprobados en la mayoría de las comunidades autónomas, las ideas transgeneristas en realidad desvirtúan y dejan sin objetivos a la coeducación,
tal como sucede con todas las herramientas de las políticas
de igualdad diseñadas para contrarrestar las
desigualdades entre mujeres y hombres”.
Coincido plenamente en la necesidad de la coeducación
tanto por el avance de las ideas machistas entre la población, sobre manera
entre los varones jóvenes, como que sea una educación universalista, esto es,
se cuenten los avatares de toda la humanidad y no solo de una mitad. No así en
que la coeducación esté secuestrada, pues, a mi juicio, nunca se puso a andar
de una manera seria e institucional. De hecho, como ya vimos más arriba, el
término coeducación en la legislación educativa es de la última ley (LOMLOE) y
el peldaño más importante de la coeducación, la sustitución de las enseñanzas
androcéntricas por las feministas, apenas ha comenzado. Tenemos infinidad de
materiales y propuestas, pero todas fuera del “obligado cumplimiento”, todas en
el campo semántico del “impulsar”, “apoyar”, “fomentar”, “animar”, “recomendar”,
etc.
La autoras que sostienen el “secuestro de la
coeducación” desmenuzan la propaganda transactivista
en una serie de estadios desde el sexo elegido que nos abre una multiplicidad
de opciones (Carrasco, 2022: 30-33) cuyo resultado es una idea que resulta
fascinante para los adolescentes: “atreverse a ser” y “atreverse a mostrarse”
identificando, erróneamente, esta transgresión con el desafío a la opresión.
Por su
parte, la antropóloga Almudena Hernando analiza la facilidad de entrada entre
la juventud de las vías generistas a través de los
medios audiovisuales. Para Hernando esto supone una nueva ontología y un nuevo
período que ella llama posthistoria caracterizada por la construcción de un yo fruto de la proyección que ofrecemos
y los comentarios que resultan de tal proyección. Esta nueva subjetividad que
hace aumentar los casos trans se complementaría con la mayor permisividad
social y nuevas maneras de enfocarlo.
Hernando (2022: 165), recogiendo la idea de Shoshana Zuboff de que en la
nueva forma de capitalismo “los comportamientos impredecibles equivalen a
ingresos perdidos”, y para predecir estos comportamientos se ha de convertir “el
deseo en una de las claves de construcción del yo. Y este yo hay que
potenciarlo e inducirlo”.
Para Hernando el deseo cambia de escala con las
plataformas y con los big data, puesto que estos “conectan
variables que […] aciertan a predecir los gustos y comportamientos
personalizados de cada miembro del grupo social, se está produciendo un cambio
en la concepción del yo que, en palabras de Turkle,
está pasando «como un ente constituido por el lenguaje y la historia humana a
algo que (moldearse) en clave máquina»” (Ibídem: 166).
Según esta autora, “la idea de interioridad
psicológica como un espacio transformable (llámese mente, alma o “yo”) apareció
como efecto de la escritura y está desapareciendo como efecto de los recursos
de internet” (Ibídem: 170). La relación de los sujetos con la realidad está
mediada por los recursos virtuales y el mundo virtual es pobre en alteridad y
resistencia, es un mundo manejable a nuestro antojo en el que los vínculos no
generan resistencia, ni alegría, ni frustración. Para ella, las identidades
trans siempre han existido y si ahora hay una “explosión de identidades trans, «fluidas» y no binarias” (Ibídem:
177) se debe al acceso generalizado a las redes y plataformas que configuran
nuestra relación con la realidad y con nosotros mismos. Y “así se va
construyendo un “yo” integrado por representaciones visuales (Facebook,
Instagram o TikTok por ejemplo), fragmentos de
pensamiento (Twiter[16],
por ejemplo) o canales de Youtube a través de los
cuales [la persona] intenta construir una “marca personal” que la diferencie de
las demás personas” (Hernando, 2022: 176).
“El cuerpo puede volver a convertirse –dice Hernando-
en el locus en el que las personas
intenten localizar su esencia, sustituyendo a la mente, el alma, el yo, o como
quiera que llamemos a la interioridad […] Un cuerpo mediado y transformado por
las nuevas tecnologías, farmacoindustria y
representaciones visuales y virtuales de su apariencia. El problema es que las
emociones y los malestares pueden no encontrar en este un fácil campo de
resolución” (Hernando, 2022: 177-178).
Volviendo al tema que nos ocupa, la coeducación,
tenemos que añadir otro factor, y no el menor, de que los conceptos feministas
no están, tal como venimos diciendo a lo largo de este texto, entre los que hay
que aprender: se explica la evolución humana, la mitología, la filosofía, la
historia, la economía, el arte, etc., con marcado sesgo androcéntrico. Conceptos
de sexo y género nadie, salvo honrosas excepciones los ha explicado. Se olvida
la educación afectiva y sexual y una psicología elemental de los procesos de
construcción de yo.
Para Hernando, esta subjetividad construida desde el
sentir individual sin referencia a los parámetros sociales patriarcales desde
los que somos construidos y desde los poderes intrínsecos a estos parámetros,
alberga el peligro de perder el pensamiento crítico de tal concepto en una
sociedad en la que lejos están de desactivarse las estructuras de poder.
En
palabras de Hernando (2022: 191-192):
“Si se
prescinde del potencial crítico de la categoría de «género» se diluirá la posibilidad de luchar
contra la discriminación de aquellas personas que se ocupan de lo relacional[17]y
se perderá la posibilidad de analizar en qué consiste y cómo resolver el
malestar de una sociedad cada vez más manipulable, que identificará la libertad
con el consumo incluido a través de deseos orientados, favoreciendo que los
dueños de las plataformas alcancen cotas inimaginables de riqueza y poder”.
Este
individualismo feroz tiene que ver con la salud mental y no es baladí que las
mayores trastornos se sitúen en jóvenes de cierto acomodo social que son
quienes tiene más “oportunidad” de construirse como “personas pantalla”.
Tal parece
que la juventud oscila entre el machismo, sobre todo los varones, y el
transgenerismo, sobre todo las mujeres, pues son mayoría las chicas que desean
ser chico. Sabiendo que las causas son múltiples, el analfabetismo en la
educación reglada de conceptos básicos procedentes de la teoría feminista no es
causa menor: sexo/género, cuestionamiento público/privado, naturaleza/cultura,
razón/emoción, etc., no llegaron a ser introducidos en los currículums. Además
del olvido de las mujeres en la transmisión de nuestro pasado y en los análisis
presentes.
Las teorías generistas en
todo caso ocupan un lugar casi vacío, porque coeducación en el sentido arriba
expuesto, como incorporación de las teorías feministas a los conocimientos
impartidos, solo ha habido, tal como venimos exponiendo, de un modo marginal,
reducida a celebraciones y actividades extraescolares y dependiendo de la
voluntad del profesorado.
5. Conclusión
Las cuatro leyes educativas en la democracia española
(LOGSE, LOCE, LOE y LOMLOE), que promedian una cada seis años, y, como ya vimos
antes, con la circunstancia de que algunas no llegaron a las aulas, debido a
cambio de gobierno, son parte de la explicación de que factores educativos de
gran calado como la educación en igualdad “diaria e inmersa en los contenidos”
se haya quedado a las puertas de las aulas y fuera del trajín diario de la
enseñanza, que pueda influir en cambios de mentalidad en la dirección de una
igualdad real entre varones y mujeres.
Si bien hay un avance en la “sensibilidad coeducativa”,
me atrevo a decir que esta se debe en gran parte más a una universalización de
la “sensibilidad feminista”, que a un esfuerzo legislativo de las autoridades,
pues en el ámbito de la educación los cambios efectivos requieren de otros
ingredientes, además de la manida sensibilización. Requieren de una mezcla de
imposición y persuasión que ha dado frutos esperados en otros ámbitos como
puedan ser la implantación del Bilingüismo y de las Nuevas Tecnologías,
situación que no hemos visto en el ámbito de la coeducación. Cabe argumentar
que el caso de la coeducación es más difícil, pues el feminismo interviene en
todos los campos del saber y no en saberes parciales, pero lo mismo que una
materia se puede impartir en inglés y en castellano, también se puede impartir coeducativamente o androcéntricamente. Solo hay que
intervenir en los contenidos, conceptos o saberes mínimos exigidos.
Para cualquier cambio educativo se legisla,
presupuesta y se dan justas prebendas a quienes participan en tal cambio, sin
embargo en coeducación no se legisló, ni se presupuestó, ni se ofrecieron
compensaciones. Antes bien, se promovió, alentó, sensibilizó y otros verbos por
el estilo a los que nos venimos refiriendo.
Quedó la coeducación en manos de voluntariosas
profesoras que haciendo acrobacias pedagógicas para, sin saltarse el
currículum, introducir “algo de lo suyo” en las explicaciones.
La LOMLOE, además de introducir por primera vez el
concepto de coeducación introdujo algunos cambios en materias como Filosofía
donde en Historia de la Filosofía, por primera vez se contempla en el
currículum el estudio de Filósofas. No podemos dejar de alegrarnos por ello,
pues supone incorporar aspectos de la pedagogía feminista en el currículum.
Estas prescripciones serán efectivas cuando en las pruebas externas como el
caso de acceso a la enseñanza superior sean de obligado examen. Se pude objetar
que no es una manera democrática de introducir la coeducación, mediante
exámenes, pero considerar, como se ha hecho hasta ahora, la coeducación como
algo de lo que todo enseñante ha de estar convencido para llevarla a cabo es la
manera de que nunca llegue a estar implantada. Pues en el utópico caso de que
todo el cuerpo de enseñantes tuviese conciencia y conocimientos para llevar la
coeducación a las aulas, esto no sería posible sin unos contenidos que
estuviesen a la altura de este “deseo coeducativo”, pues nadie puede inventar
su propio currículum, sino que se ha de seguir el vigente legal.
Quienes estuvimos en las aulas de bachillerato sabemos
que el espíritu del curso de segundo
de bachillerato es preparar para el examen de ingreso a la Universidad y que el
programa está muy recargado de contenidos, por lo que necesitamos garantías de
que esas filósofas han de ser estudiadas y para ello han de ser contempladas en
las pruebas. Pues, aunque la ley vigente (LOMLOE) reitera sus recomendaciones coeducativas en todos los apartados, si no se transcribe en
prescripciones, la inercia será la que llevamos arrastrando estos últimos
treinta y cinco años desde la promulgación de la LOGSE, pues hasta la fecha la
coeducación se incumple sistemáticamente o se cumple, tal como vengo diciendo,
con esfuerzos particulares.
Urge que las leyes elaboren contenidos acordes con teoría
feminista coeducativa que no es añadir más temas, pues los programas están
recargados, sino plantearlos de otro modo teniendo en cuenta a las mujeres.
Para terminar, si se me permite una analogía metereológica podemos decir que la coeducación no pasó de
una fina y breve lluvia que no llegó a empapar la enseñanza.
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[1] Ver II Congreso sobre Desigualdad Social, Económica y Educativa en el Siglo XXI (Arjones
Fernández, 2017).
[2] El Feminismo de la diferencia es una corriente dentro
del feminismo que sostiene que la diferencia biológica arrastra unas
experiencias y maneras de estar en el mundo que hacen a los varones y mujeres
seres diferentes, si bien aboga porque no haya jerarquía. En palabras de
Victoria Sau: “reivindican aquellas cualidades
femeninas que piensan que pueden ser congénitamente propias de la mujer, tales
como sensibilidad, intuición, una menor agresividad, etc.”. Diccionario Ideológico feminista,
entrada “feminismo”, p. 121. Icaria, 1990. Un pormenorizado análisis de esta
corriente feminista podemos en texto de esta misma revista firmado por Luisa
Posada Kubissa.
[3] Público (15-11-24) da cuenta de que un
15% de los chicos entre 16 y 21 años y 8% de las chicas no consideran violencia
de género obligar a la pareja a mantener relaciones sexuales.
[4] Hay que tener en cuenta que el descubrimiento de los microbios complicó la
cuestión doméstica de la higiene, pues la teoría de los gérmenes que se dio a
conocer en 1890 avisaba de todo tipo de amenazas de contagio debido a estos
bichos: libros, sellos, lavanderías, barberías podían contagiar. Ehrenreich y English (1990: 181) nos cuentan las
implicaciones de tal descubrimiento para las mujeres ante la responsabilidad de
eliminar estos enemigos invisibles e interclasistas, pues no respetaban el
contagio podía afectar a cualquiera. De evitar todos estos peligros era
responsable el ama de casa. El descuido en la higiene era equiparable al
asesinato. Las autoras nos dan cuenta de las advertencias de H. M. Plunkett divulgadora de las consecuencias para el ama de casa
de este tipo de bichos: “No hay nada en la higiene que ella no pueda captar,
pero muchas veces se da cuenta de ello y empieza a estudiar cuando ya es
demasiado tarde y se encuentra ante el cuerpo de alguien muerto por una
enfermedad previsible que, en el milenio sanitario que se nos avecina, se
considerará casi un asesinato”.
[5] Señalado por la autora de este texto.
[6] LGE (1970), capítulo I. Disposiciones generales.
Artículo noveno.
[7] LGE (1970), capítulo II. Niveles educativos.
Artículo veintisiete.
[8] Las conferencias Mundiales de la ONU fueron cuatro y tuvieron lugar entre
1975 y 1995. A la primera de México siguieron las de Copenhague (1980), Nairobi
(1985), Bejing (1995). A partir de Bejing no hubo más conferencias internacionales como tales,
solo revisiones cada 5 años: Bejing+5 (2000), Bejing
+10 (2005), Bejing +15, (2010), Bejing
+20 (2015), Bejing +25 (2020).
[9] Ver Cavedo Laborda (2024).
[10] Recogido en Mujeres y coeducación en la España
democrática (1974-2024), de Arniella Casar (2024).
[11] Ver Papeles sociales de mujeres y hombres,
Materiales de apoyo para el profesorado (Puleo, 1995).
[12] Real Decreto 827/2003, de 27 de junio, por el que se establece el
calendario de aplicación.
[13] Cfr. Vázquez Ramil y Porto Ucha (2025).
[14] (2006, 6ª edición)
Ediciones Morata. La primera traducción al castellano data de 1991.
[15] Hay que tener en cuenta que esta afirmación era de
los años 90 del siglo veinte. en la actualidad hay una superación abismal,
sobre todo en el ámbito del lenguaje. Según el “Barómetro Juventud y Género
2023” del Centro Reina Sofía de Fad Juventud. (antes
fundación de ayuda contra la drogadicción) realizadas a través de 1.500
entrevistas a jóvenes entre 15 y 29 años, el 57 % de las jóvenes se considera
feminista frente al 26% de los jóvenes.
[16] Hoy X.
[17] Almudena Hernando distingue dos tipos de
construcción de la identidad: la relacional y la individual. La identidad
relacional, es aquella que no cambia, que depende de los otros y sin conciencia
de la individualidad. La individual se
corresponde con la subjetividad y con el distanciamiento de los otros. La
primera atañe a la socialización de las mujeres y la segunda a la de los
varones.