Yu Shiyang*
Escuela de Lenguas Extranjeras
Universidad de Pekín
Beijing, China 100871
yushiyang@pku.edu.cn
Ambitious captivity: Revealing the Dutch-Spanish Rivalry in the Relación by Adriano de las Cortes
Cautiverio Ambicioso: Revelando la Rivalidad Holandesa-Española en la Relación de Adriano de las Cortes
被俘与企图——科尔特斯《中国纪行》中隐藏的西荷对抗
于施洋
* Yu Shiyang (doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Pekín) es docente e investigadora en el Departamento de Español de la Escuela de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Pekín, China. Su principal línea de investigación es la interacción entre China y el mundo hispánico en la temprana edad moderna. Este artículo es resultado del Proyecto Primordial del Fondo Nacional de Ciencias Sociales del Estado “Recopilación y Lectura de los archivos y documentos relacionados con la Ruta de Sedas del Pacífico” (LSYZD21016).
0009-0006-1716-0993
Sinologia Hispanica, China Studies Review, 20, 1 (2025), pp. 73-98
Received:
Accepted:
November 2024
April 2025
74
被俘与企图——科尔特斯《中国纪行》中
隐藏的西荷对抗
Abstract: The Spanish Jesuit Adriano de las Cortes left in the Philippines in 1629 a lavishly illustrated chronicle titled Journey to China. While the main body of the work records many natural and humanistic landscapes of late Ming Dynasty Canton, it is the process of capture, interrogation and escort in 1625-1626 that appears to be the primary purpose of the writing, and the reasons why he travelled and quickly wrote the text seem to be more profound. Starting from three philological details, i.e. the unusual season of departure, the unskilled references to Chinese officials, and apparent hostility from the local people, this paper combines relevant historical facts and materials to reveal that de las Cortes came well prepared for the trip instead of “common” shipwreck. This suggests his journey was likely in response to the Dutch presence and competition in Canton and Hokkien region during the first three decades of the 17th century.
Key Words: Captive; winter sailing; mandarin or lautea; red-haired westerners; Dutch-Spanish rivalry.
Resumen: El jesuita español Adriano de las Cortes dejó en Filipinas en 1629 una crónica lujosamente ilustrada titulada Viaje de la China. Mientras que el cuerpo principal de la obra registra muchos paisajes naturales y humanísticos de Guangdong durante la dinastía Ming tardía, el proceso de captura, interrogatorio y escolta en 1625-1626 parece ser el propósito principal de la escritura, y las razones por las que viajó y escribió rápidamente el texto parecen ser más profundas. Partiendo de tres detalles filológicos, es decir, la inusual temporada de partida, el tratamiento poco hábil hacia los funcionarios chinos y la aparente hostilidad de la población local, este artículo combina hechos y materiales históricos relevantes para mostrar que de las Cortes llegó bien preparado para el viaje en lugar de sufrir un naufragio"normal" . Esto sugiere que su viaje probablemente fue en respuesta a la presencia y competencia holandesa en las regiones de Guangdong y Fujian durante las primeras tres décadas del siglo XVII.
Palabras clave: Cautivo, Navegación invernal, Mandarín o lautea, Occidentales pelirrojos, Rivalidad holandesa-española
摘要:西班牙耶稣会士阿德里亚诺·德拉斯·科尔特斯1629年在菲律宾留下一部图文并茂的《中国纪行》,虽然主体记录了明末广东许多自然与人文景观,但他1625-1626年在中国被俘虏、审讯、押解的过程是最主要的契机,而其为何出行、为何迅速成文似乎更有深意。本文从三个语文学细节出发,即反季的出发时间、不熟练的中国官员指称、来自官民的明显敌意,结合相关史实和史料,揭示科尔特斯此行可能并非出于寻常“海难”,而是因应着当时荷兰在粤闽地区的试探和竞争。
[关键词] 俘虏;反季入华;官员与老爷;红毛番;西荷对抗
En las últimas tres décadas, han surgido varias ediciones críticas en español (De las Cortes, 1991) y traducciones al francés (De las Cortes, 2001) basadas en el manuscrito de 1629 del Viaje de la China (De las Cortes, 1629) dejado por el jesuita español Adriano de las Cortes (Pfister, 1995: 201). Especialmente en mayo de 2022, se publicaron simultáneamente dos versiones en España (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022) y el Reino Unido (De las Cortes, eds. MacFarlane et al, 2022), y la versión española se ha adoptado un manuscrito más completo, más cercano a la época de su creación en el siglo XVII. La traducción abreviada al chino (De las Cortes, 2003,: 203-216) ahora es seguida por una traducción completa (De las Cortes, 2024), mientras que un equipo taiwanés también está trabajando en ello. Al mismo tiempo, el número de estudios correspondientes ha aumentado constantemente, haciendo que el valor de este valioso material histórico sea cada vez más evidente.
Vale la pena señalar, sin embargo, que en la actualidad todos los editores, traductores e investigadores lo han tratado principalmente como sinología misionera española de la edad moderna temprana, limitando su interpretación al interior del texto, siguiendo la perspectiva del autor para observar la vestimenta de las mujeres de Chao Shan en aquella época (Huang, 2020), sus medios de vida y nivel consumidor en el campo (McDermott, 2022), y los objetos y lugares a lo largo del camino (Xu, 2022), sin examinar la producción del texto.
De hecho, aunque el manuscrito original tiene un título largo (46 palabras) como era común en aquella época, la palabra central es muy clara: del género relación, y del tema viaje, con dos modificadores naufragio y cautiverio. Como el primero no puede ser corroborado por registros aduanero ni meteorológico, el segundo se convierte entonces en la clave: es el libro de un cautivo, escrito en un período relativamente corto después de su liberación, dando un recuento completo de las circunstancias de su cautiverio, juicio y detención. Pero en términos de necesidad, ¿por qué fue tan urgente para el autor completar los 32 capítulos y los 80 dibujos (realizados por un artista chino) tras su regreso a Manila en mayo de 1626 y antes de su muerte en enero de 1629?
Esto es especialmente cierto si consideramos que este libro es el único conocido de Adriano de las Cortes. El autor nació en 1578 en Tauste, un pequeño pueblo cerca de Zaragoza, España, y fue educado en Barcelona; se unió a los jesuitas en 1599 y en 1604 partió de Sevilla hacia México, llegando dos años después a Filipinas, donde pasó más de veinte años como misionero en las Visayas. En 1615, propuso una vez ir en una misión a China, lo cual fue rechazado por sus superiores, pero en 1625, se le ordenó ir a Macao para tratar algunos asuntos comerciales (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 46-47), lo que condujo a los eventos de este libro. A partir de este lapso de tiempo y elección de contenido, en comparación con su experiencia de vida, el hecho de que se haya registrado un viaje de un año a China indica obviamente un mayor impacto y un valor más comunicativo para él. ¿Cuál fue ese valor?
De hecho, una serie de años están dando pistas importantes: fue en 1622-1624 que los holandeses, después de repetidos intentos infructuosos en Macao, atacaron las islas Pescadores (Penghu) y luego se retiraron a Tayouan, construyeron la ciudad de Orange (pronto renombrada Zeelandia) y comenzaron su ocupación de 38 años de Taiwán; y en mayo de 1626, los españoles también ocuparon el puerto de Santísima Trinidad (Keelung) y, tres años después, el fuerte de Santo Domingo (Tamsui), facilitando el comercio entre Japón y Luzón (Lin, 1987: 173-175). La coincidencia temporal de la partida de Adriano de las Cortes en enero de 1625 y su regreso en mayo de 1626 hace que los motivos de la galeota parezcan menos puros: el “naufragio” podría ser una excusa y la captura no les sucedió “sin haber ofendido a nadie de ninguna manera con anticipación” (Xu, 2024: 10).
Después de una lectura atenta y de verificar la información, creo que la entrada de Adriano de las Cortes a China y su escritura tienen mucho que ver con las exploraciones holandesas en Guangdong y Fujian en esa época, en un intento por corroborar y actualizar la información sobre China, y por fortalecer el enlace político, económico y militar con los portugueses en Macao. De hecho, el profesor Geng Sheng también mencionó ‘el contexto histórico de la entrada a China’ cuando presentó el libro a través de la edición en francés, pero su tema principal seguía siendo ‘el puerto de Cantón bajo su pluma’. (Geng, 2011, 2012).
En este artículo, nos enfocaremos justo en el contexto histórico, comenzando con la inusual temporada de partida, el tratamiento poco hábil hacia los funcionarios chinos y la aparente hostilidad de la gente local, para revelar la rivalidad colonial y comercial oculta entre España (y su unión dinástica con Portugal) y los Países Bajos de Holanda en las regiones de Guangdong y Fujian en las tres primeras décadas del siglo XVII. Aunque no se menciona en el libro, este es un contexto importante para entender las acciones y el discurso del autor, y se puede argumentar que la lucha por un espacio más sólido y flexible para España en el sudeste asiático, y el cultivo de un mayor interés en China en España, se convirtieron en el valor de la escritura cautiva de Adriano de las Cortes, y adquirieron una urgencia considerable. Como resultado, el Viaje de la China es más un recurso histórico que una mera obra misionera de sinología, y es recomendable no solo leer lo que cuenta, sino también capturar lo que oculta.
1. Inusual temporada de partida
La crónica de Adriano de las Cortes relata su partida de Manila el 25 de enero de 1625, su naufragio en Chaozhou el 16 de febrero, su encarcelamiento y transporte a lo largo del camino, y su liberación el 21 de febrero de 1626 para Macao y su regreso a Manila el 20 de mayo. En palabras de la Profesora Beatriz Moncó, “el jesuita estuvo así encarcelado en el extranjero durante más de un año. Durante esos trescientos setenta días, pudo conocer y aprender sobre otras personas y otra forma de vida, y nos dejó este manuscrito impregnado de sus alegrías, penas y esperanzas”. (De las Cortes, 2024: 3)
Las “alegrías, penas y esperanzas” pueden ser una experiencia humana muy valiosa. Sin embargo, ciertos detalles sugieren que Adriano de las Cortes no emprendió este viaje por pura buena voluntad para conocer la otra cultura. Más bien, parece haber considerables motivos ocultos reflejados en su afán por partir en una época inusual: el invierno, que no es la estación más adecuada para navegar por esta ruta.
El contacto cultural entre la costa de Fujian y Filipinas se remonta al Neolítico, como demuestran los restos arqueológicos. Esta conexión continuó a través de las migraciones de la dinastía Sui y principios de la Tang, así como de los registros escritos de eruditos como Zhao Rushi en la dinastía Song del Sur y Wang Dayuan en la dinastía Yuan. Además, la presencia del comercio entre estas regiones fue atestiguada por los colonizadores españoles a mediados del siglo XVI (Li, 1998: 25). Es evidente que la gente estaba familiarizada desde hacía tiempo con la navegación por la ruta marítima de mil kilómetros entre estas zonas y dominaba conocimientos de navegación cruciales. Destacan dos datos fundamentales: En primer lugar, el conocimiento de las corrientes en el canal de Penghu, donde “el agua se divide aquí hacia dos direcciones opuestas: una vez atravesada esta zanja, lleva hacia el este hasta Luzón, y cuando regresa, se dirige al oeste directamente hasta Quanzhou y Zhangzhou” (He, 1620); en segundo lugar, el conocimiento de la temporada óptima de navegación, ya que “vienen en grupos con el monzón y el tiempo estable, que generalmente es en la luna nueva de marzo. Hacen su viaje a la ciudad de Manila en quince o veinte días, venden sus mercancías, y para no poner en peligro su viaje regresan en buena temporada, antes de que cambien los vientos a finales de mayo o principios de junio.” (Schurz, 1936: 71-72.) Este último punto se basa en Antonio de Morga, que gobernó Filipinas entre 1595 y 1603, cuyo relato indica que los españoles adquirieron rápidamente estos conocimientos de navegación.
Pero Adriano de las Cortes partió de Manila precisamente a finales de enero, durante un periodo en el que los vientos del noroeste soplaban desde el continente hacia las islas del sudeste asiático. Esto significaba que debían de viajar contra el viento durante todo el viaje, sin ninguna garantía de paso oportuno o seguro. Serían plenamente conscientes de las difíciles condiciones de navegación; sin embargo, parece haberlas minimizado o pasado por alto desde el principio. El inicio del libro se desarrolla a un ritmo pausado, lo que sugiere una falta de urgencia respecto a estas dificultades:
Macán es una ciudad habitada de hidalgos y mercaderes portugueses que el rey nuestro señor tiene en la costa [tachado] de la Gran China, 180 leguas de Manila. Esta tuvo necesidad el año de seiscientos y veinte y cinco de enviar una persona a ella a tratar ciertos negocios de consideración y para ello pidió al padre Alonso de Humanes provincial de la Compañía de Jesús un padre que fuese a tratarlo con los señores de la cámara que son los que en Macán gobiernan hizo para ello elección de mí el padre provincial y ésta fue la ocasión de mi viaje del cual hasta mi vuelta a Manila será esta relación. (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 81)
Según las frases subrayadas, en 1625 Manila necesitaba enviar un representante a Macao para “tratar ciertos negocios de consideración”. Esta petición se consideró tan urgente que no podía esperar hasta finales de mayo. La tarea fue encomendada al Provincial de la compañía de Jesús, indicando su necesidad de una persona de alta educación y capacidad de comunicación. El tema de la negociación implicaba a los “Señores de la cámara” que gobernaban Macao, lo que sugería que se trataba de cuestiones financieras importantes: el barco transportaba, en efecto, la considerable suma de cien mil pesos en barras y en partidas de reales, de los cuales menos de diez mil de personas de la ciudad de Manila y el resto, de los vecinos y mercaderes de Macao (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 87). Dado que el texto hace referencia a un tipo de arco triunfal en Chaozhou que “no puede construirse sin dos o tres mil pesos de España” (De las Cortes, 2024: 39), este cargamento de cien mil pesos habría sido equivalente a 30-50 arcos triunfales en términos de valor monetario. De ello se deduce que el objetivo principal de este viaje a Macao era una negociación comercial de alto riesgo, que implicaba un depósito, un pago o un esfuerzo de lobbying en nombre de Manila. La urgencia, la implicación de alto nivel y los cuantiosos recursos monetarios apuntan a la importancia estratégica de esta misión diplomática entre ambos territorios.
Es interesante notar que, aunque el pasaje indica que la misión a Macao supuestamente requería solo “un hombre”, el barco que se envió realmente llevaba una tripulación mucho mayor de 97 personas (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 81). Los editores José Luis Ortigosa Caño y Fabio Yu-chung Lee incluso creen que el número verdadero estaba más cerca de 200 (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 49). Más allá del capitán y el piloto, la diversa tripulación incluía 2 laicos, 3 comerciantes, el autor (“yo”), 9 japoneses (uno de los cuales era jesuita), y 34 lascars de algún lugar cercano a la Goa portuguesa. El autor reconoció que documentar los detalles específicos de la tripulación “sería necesario para lo que sucedió después” (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022, p. 82). En general, visto a través del lente de nacionalidad u orden religiosa, el mismo autor fue sin duda la figura central, no acompañando sino organizando activamente esta importante empresa en China.
Además de este texto, existe evidencia corroborativa de que los misioneros y comerciantes de las Filipinas buscaban entrar a China con excusas. Ya desde 1574, cuando los gobernantes españoles de las Filipinas respondieron al ataque de Limahong (Lin Feng) en Manila mediante un acercamiento a la corte Ming, que incluyó el envío de una misión liderada por Martín de Rada, ya se entendía que la entrada al territorio Ming estaba prohibida. Sin embargo, en una traducción de un informe fechado el 30 de mayo de 1580, escrito por Francisco de Sande, el Gobernador de las Filipinas, a Felipe II, encontré un relato detallado de una ruta de prueba que reflejaba la de Adriano de las Cortes: a finales de mayo de 1579, los franciscanos, con el pretexto de visitar a sus misioneros en la provincia de Ilocos (noroeste de Luzón), solicitaron al Gobernador que les proporcionara un barco. También seleccionaron secretamente a dos soldados que eran navegantes expertos. Después ocultaron sus planes a los funcionarios locales y prepararon suministros; mientras afirmaban que regresaban a Manila, en su lugar navegaron hacia la China continental.
se embarcaron en la dicha fragata para tierra firme de china, diciendo que con intención de ir a la ciudad de Chincheo, que es en la provincia de Hoquán, que está norte sur con la provincia de Locos, y habiendo viento para ello acometieron a topar con la tierra de enfrente, y dicen que con intención de no volver acá; y saliendo del puerto de Vigan, en Ylocos, les comenzó a ser el viento brisa, que es allí luego de costa, y comenzaron a caminar para el cabo de Bojeador para atravesar desde arriba por no decaer muy abajo de Chincheo, y siéndoles el viento grande hubieron de volver la proa, y esta fue la causa que decayeron cien leguas más al oeste de donde iban,… (transcripción facilitada por el profesor Manel Ollé de UPF)
Tal como se observó, Adriano de las Cortes navegó muy cerca de la ruta que tomaban los franciscanos, ambos viajando hacia el norte desde Manila hacia el extremo norte, cabo de Bojeador de la isla. Luego, sus caminos se separaron. Los franciscanos apuntaban a Chincheo (Zhangzhou), en una dirección norte-noroeste, pero los vientos predominantes del sureste a finales de mayo los empujaron hacia el oeste, llevándolos cerca de Cantón. En contraste, Macao se encuentra al oeste-noroeste de Manila, y Adriano de las Cortes fue llevado por los vientos y las olas de enero hacia las cercanías de Chaozhou.
Ruta de navegación de Adriano de las Cortes
(De las Cortes, 2024: 313)
Según Ubaldo Iaccarino, la visita del Padre Alonso Sánchez a Macao en 1582 para proclamar la Unión Ibérica y defender los derechos portugueses facilitó el establecimiento de una red de navegación entre Macao y Manila. Esta red permitió que ciertos grupos de intereses hispano-portugueses utilizaran ambas ciudades portuarias como bases para expandirse hacia Japón, e incluso Nueva España y Perú. Para 1625, después de más de cuarenta años de desarrollo, la tecnología de navegación de Manila a Macao debería haber sido lo suficientemente avanzada como para que navegar en la temporada equivocada se considerara una imprudencia. Por lo tanto, el hecho de que este viaje se hiciera contra el viento en pleno invierno sugiere que fue en efecto una empresa extraordinaria.
En octubre de 1624, Macao acababa de experimentar la “demolición de las murallas”, resultado del fortalecimiento de las defensas portuguesas, lo que provocó el descontento entre los funcionarios de la dinastía Ming. Tras las negociaciones, se desmontó parte de las murallas, causando desasosiego entre la población local y la clase mercantil. El 4 de febrero de 1625, iba a comenzar una nueva ronda de bloqueos holandeses, lo que haría que Manila perdiera muchos barcos de Fujian y una cantidad significativa de mercancías chinas. Esta situación dificultaba el suministro adecuado de los galeones que zarpaban hacia Nueva España a principios del verano. El mismo autor señaló al final del libro que en mayo del año siguiente, una tormenta volvió a afectar gravemente a los barcos que regresaban a Filipinas, lo que provocó una pérdida directa de 300.000 pesos en seda y una pérdida total indirecta de 500.000 pesos (De las Cortes, 2024: 185). Por lo tanto, se puede inferir que de las cortés se arriesgó a viajar a Macao en un momento tan inoportuno para comprar urgentemente mercancías y proporcionar plata para apoyar las consecuencias de la “demolición de las murallas”.
2.Tratamiento poco hábil hacia los funcionarios chinos
Aproximadamente 20 días después de la partida, debido al “rumbo equivocado”, el barco de Adriano De las Cortes chocó contra la tierra dos horas antes del amanecer, se desintegró rápidamente y la gente cayó al mar; murieron quince personas, las restantes decenas de personas lucharon en el agua fría del mar de febrero, se ayudaron mutuamente y finalmente llegaron a la costa, pero con todo el cuerpo empapado, perdiendo temperatura y vitalidad. En ese momento, la multitud de aldeanos y soldados se hizo tan grande que tuvieron que rendirse y ser capturados.
Esta “rendición ante el poder local” habría sido normal, pero una introspección quizás posterior nos lleva a notar que no solo el grupo estaba preparado psicológicamente para este viaje inusual, sino que incluso tenían cierto grado de anticipación a la captura y el encarcelamiento. Este detalle ayuda a delinear un segundo pensamiento de Adriano de las Cortes en su pedido de ayuda:
Pedimos a los chinos nos mostrasen su pueblo y nos llevasen al Mandarín al cual por llamar ellos lantea pudo ser no entenderlo para con éste bien negociar… (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 86)
En otras palabras, pidieron a los lugareños que les mostraran el camino hacia el pueblo para encontrar a los “mandarines”, pero como los lugareños los llamaron “lantea”, las dos partes no lograron comunicarse. El traductor chino también menciona en una nota al pie que Adriano de las Cortes a menudo escribía u como n, por lo que el “lantea” aquí debería ser “lautea”, que significa “señor” en la pronunciación de Chaoshan (De las Cortes, 2024: 9). En aquel momento, utilizó la palabra “mandarín”, que sí se refería a un funcionario chino, pero era de origen sánscrito y en el siglo XVI se transfirió del malayo al portugués y luego al español (sin relación con la dinastía manchú Qing), por lo que el mismo significado se utilizaba en dos idiomas con diferentes significantes, y en particular la fonética no se parecía en absoluto, por lo que la comunicación no pudo realizarse. Solo después de eso, o quizás incluso cuando escribía el libro, el autor recordó la palabra “lautea”, presumiblemente habiéndola leído por escrito, porque si se hubiera aprendido en el habla cotidiana, habría sido más fácil decirla de improviso.
¿Dónde habría leído este término? Resulta que aparece en varios textos portugueses y españoles anteriores, ya seleccionado por Mendoza cuando publicó su Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reyno de la China... en 1585 (Ramírez: 92), y naturalmente accesible a Adriano de las Cortes: el relato de Garriot Pereira, luego incorporado al Tratado das coisas da China de Gaspar da Cruz, el primer libro específico sobre China publicado en Europa (1569), el Discurso de la navegación que los Portugueses hazen à los Reinos y Provincias del Oriente, y de la noticia que se tiene de las grandezas del Reino de la China de Bernardino de Escalante (1577), las transcripciones de varias cartas de Martín de Rada y su relato de su visita a China con Miguel de Loarca en 1574, y la Peregrinação de Fernão Mendes Pinto (1614). Aquí podemos leer los dos ejemplos más antiguos:
Because the Chinish King maketh his abode continually in the City Pachin, his Kingdome so great, the shires so many, as before it hath beene said: in it therefore the Governours and Rulers, much like unto our Sheriffes be so appointed suddenly, and speedily discharged againe, that they have no time to grow nought. Furthermore, to keepe the State in more securitie, the Louteas that governe one shire, are chosen out of some other shire distant farre off, where they must leave their Wives, Children, and Goods, carrying nothing with them but themselves. (Pereira, 1625: 575)
E ainda ao longo da costa, nem de uma parte para outra na mesma China lhe é lícito ir sem certidão dos loutias da terra donde partem: na qual se relata para onde vai e o negócio a que vai, e os sinais de sua pessoa, e a idade que tem. Se não leva esta certidão é degradado paraas partes fronteiras. O mercador que leva fazenda leva certidão da fazenda que leva, e como pagou direitos dela. Em cada alfândega que há em cada província paga uns direitos, e não os pagando perde a fazenda e degradam-no para as partes fronteiras. (Da Cruz, 1996: 127-128)
Como se puede ver, ambos autores tienen impresiones del término “lautea/loutia” que se refiere al título oficial en segunda o tercera persona. Han registrado y explicado específicamente los métodos de selección, poderes y deberes. Según el resumen del sinólogo español Laureano Ramírez, también hay diversas grafías como loytia, lautia, lotia, lautias y lauteas en las otras obras citadas, que son todos registros fonéticos del sustantivo propio chino “laoye”. Se influyen y corroboran mutuamente, y también reflejan comúnmente una preocupación por el sistema burocrático chino, especialmente por los supervisores legales de los asuntos extranjeros.
En retrospectiva o al escribir más tarde, De las Cortés se dio cuenta de que no debería haber dicho “mandarín” sino “lautea”, incluso cuando entró en la tercera aldea, donde también mencionó a un gran funcionario apellidado Mo (un gran Mandarín cuyo nombre propio Mo) a quien, debido a su posición y autoridad, se le llamaba comúnmente “Mo shè” (el nombre de su dignidad y oficio y con el cual le llamaban comúnmente era Mocia) (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 109-110). Esto demuestra que sí prestaba atención a las diferencias entre los términos españoles y chinos para dirigirse a los funcionarios, y que era profundamente consciente de que tales formas honoríficas podían a veces determinar la vida y la muerte. Su dominio imperfecto de la situación refleja el proceso que se produce durante el contacto lingüístico, en el que tiene lugar la introducción y sustitución de ciertos nombres propios importantes.
Si analizamos esto más detenidamente, este proceso implica primero la recopilación, para verificar la correspondencia entre el objeto y su nombre, y luego considerar cuidadosamente las formas de dirigirse a los funcionarios en tercera y segunda persona. A lo largo de los cien años antes, múltiples grupos portugueses y españoles han entrado en el Gran Ming, y su conocimiento de China se ha profundizado desde el plano material y cultural hasta el institucional, especialmente tras múltiples violaciones de la ley, en las que han tomado conciencia de la cuestión del sistema oficial.
El primero de ellos fue Tomé Pires, que llegó a Cantón en 1517 como embajador portugués, visitó brevemente Pekín a principios de 1521 y pronto fue detenido y enviado de vuelta al sur, probablemente murió en una prisión china hacia 1527 (Pires, 2003: 2). Sus noticias fueron finalmente enviadas afuera alrededor de 1534 por su acompañante Cristovão Vieira (Vieira, 2003: 19-27), cuyas narraciones seguían siendo principalmente desde su propia perspectiva, utilizando “rey” y “mandarines” para describir el país, y registraba algunos títulos oficiales como “tutão” (gobernador) y “choupim” (general) (Loureiro, 1992: 36).
Pereira, mencionado en el primer ejemplo, también estuvo activo durante este periodo. Empezó a participar en actividades comerciales en Extremo Oriente en la década de 1530, fue arrestado por las autoridades chinas en 1549, escapó a la isla de São João (Shangchuan) en 1553 y más tarde escribió Algũas cousas sabidas da China..., mencionando que “su sistema judicial me parece bastante superior” (Pereira, 2003: 55). Es posible que recogiera por primera vez el término “lauteas” por pragmatismo, basándose en su experiencia personal de ser interrogado en Fuzhou y escoltado a Guangxi, y como noble con una buena educación, era sensible a la etiqueta del trato directo.
El dominico Gaspar da Cruz, mencionado en el segundo ejemplo, representó otro tipo de observación viajera. Llegó a la costa china en 1556, obtuvo permiso para visitar Cantón, permaneció durante más de un mes y escribió una obra que “resume de forma excelente las informaciones, impresiones y experiencias de los contactos, a veces no armoniosos, de los portugueses con China a lo largo del tiempo” (Da Cruz, 2003: 81-103), incluyendo “las razones del encarcelamiento de los portugueses (en China), muchas de las cuales merecen ser destacadas”(Da Cruz, 2003: 84), entre ellas descubrir mediante formas de tratamiento quién estaba a cargo de la situación, con el fin de alegar o defenderse.
Estas valiosas observaciones y experiencias no sólo se produjeron, sino que también se transmitieron de forma ordenada. Algunas se publicaron, como el caso de Pires y Vieira, cuya información se divulgó en el tercer volumen de las Décadas da Asia, de João de Barros, publicado en 1563, “el primero en mostrar a la gente la organización administrativa de China” (Vieira, 2003: 20). Este libro circuló ampliamente tanto en Portugal como en España. Otras se transmitieron a través de la red de comunicación jesuita, como la obra de Pereira, que, aunque no se publicó íntegramente en Portugal hasta finales del siglo XX, se escribió a petición de las misiones y “circuló rápidamente entre los jesuitas” de la época (Pereira, 2003: 51).
Así que, como jesuita, Adriano de las Cortes en Manila podía acceder fácilmente a las experiencias previas de negociaciones burocráticas de estos predecesores, incluyendo la observación de que los chinos se referían a sí mismos como “Da Ming” o gente del lugar de origen, y desconocían por completo los términos “chino” y “China” en español (De las Cortes, 2024: 111), o que “fanes” (fanren) era “su nombre para nosotros los extranjeros” (De las Cortes, 2024: 142). La designación de “lautea” revela que el autor, a pesar de enfrentarse a unas condiciones climáticas desfavorables, no sólo estaba en una misión, sino que también tenía un conocimiento preliminar de cómo hacer frente a la resistencia de la burocracia y a las barreras al intercambio cultural a las que podrían enfrentarse.
3. Aparente hostilidad de la población local
Para los supervivientes de un naufragio, la lucha física contra las olas y los vientos, así como soportar el frío, el hambre y las enfermedades, podían considerarse experiencias “ordinarias”. Pero las interacciones posteriores con la sociedad local y el trato que recibían podían variar enormemente. Lo interesante es que en los últimos años se han realizado varios estudios sobre el sistema de ayuda a los refugiados a la deriva en la dinastía Qing. En general, estos estudios coinciden en que existían procesos como el rescate marítimo, la investigación y el interrogatorio, la organización del alojamiento y la comida, y la repatriación a sus países de origen. Las medidas de socorro también proporcionaban una protección relativamente buena en términos de ropa, cosas de primera necesidad y atención médica (Wang, 2023: 29-32). Por el contrario, al observar lo que sufrieron el grupo de Adriano de las Cortes, podemos ver que recibieron buena voluntad de forma esporádica, en cambio, se enfrentaron a una mayor indiferencia o incluso amenazas por parte de funcionarios, soldados y civiles, como por ejemplo:
Estos no nos ayudaron en cosa alguna que no venían a eso sino a esperar la presa. (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 83)
Aunque algunos de los nuestros sospecharon que antes de acabar de expirar los chinos les cortaron a entrambos las cabezas por lo menos hicieron esto hallándolos ya muertos y los llevaron con las otras que luego diré. (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 85)
en este interín iba aumentándose el número de chinos y llegarían a ser ya más de cincuenta. Éstos cogían cuanto echaba la resaca quebrando arcas y llevándose aprisa delante de nuestros ojos cuanto hallaban sin decirnos palabra ni nosotros poderles hacer género de resistencia por no acabar de perecer allí con el frío nos determinamos a caminar…ellos comenzaron nos a quitar y robar el poco vestidillo y menudencias que habíamos sacado en la misma playa. (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 86)
a esta sazón se aumentaban mucho y estaban ya juntos como trescientos chinos los cuales comenzaron ya muy a la clara a darse por enemigos acercándosenos con lanzas, catanas, flechas, medias lunas y aún tiraban pedradas y disparaban algunos arcabuces con que herían algunos y alanceaban también al que de nosotros podían y esto sin haber nosotros adelantádonos a ofenderles en cosa alguna... (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 87)
Comenzamos a pasar muestra por entre un grande número de chinos y chinas y de una caterva de muchachos uno de los cuales me saludó a mí con arrojarme un puñado de tierra al rostro y otro chino me recibió con un buen pescozón y prosiguieran si mi amo no se enfadara por lo que de ir cerca de mí participaba él del polvo… (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 92-93)
Las sucesivas descripciones de conflictos por parte del autor revelan las distintas experiencias de los habitantes de la costa de Cantón de finales de la dinastía Ming al encontrarse con occidentales. En primer lugar, no parece que hubiera mucha sorpresa ni curiosidad. En segundo lugar, nadie ofrecía su ayuda, sino que asistía a las autoridades a capturar y escoltar a los extranjeros. Tercero, la gente común podía ser el primero en atacarlos, ya fuera arrojándoles barro o golpeándoles el cuello: la hostilidad era bastante intensa. Cuarto, los soldados asaltaban, robaban e incluso mataban sin previo aviso, aumentando directamente las tensiones, e incluso eran recompensados por ello (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022: 14).
Como la cortesía, tanto lingüística como extralingüística, influye en el éxito de la comunicación humana, la falta de cortesía (Liu, 2024: 180), o sea, la hostilidad, inevitablemente nos deja perplejos: ¿qué tipo de sistema y experiencias llevaron a la población local a tratar a los náufragos extranjeros supervivientes de una manera tan “cruel” en aquella época?
Las acusaciones del capítulo 5 pueden haber proporcionado una pista: las personas fueron atadas y llevadas ante los funcionarios, con una banderita que decía: “ladrones corsarios”, detenidos porque “habíamos peleado contra los chinos” (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et al, 2022, p. 107). Si lo miramos bien, las razones para perseguir a los intrusos, antes del interrogatorio formal, reflejaban precisamente la noción de la época: los occidentales con apariencia extranjera, venidos del mar, eran todos bandidos marítimos.
Sin embargo, en realidad, a los españoles rara vez se les acusaba de tales, ya que, tras los tanteos militares, religiosos y diplomáticos de las décadas de 1570 y 1580, se retiraron a Manila para centrarse principalmente en los tratos comerciales con los chinos. Del mismo modo, a los portugueses también se les llamaba piratas con menos frecuencia, ya que tras los conflictos armados en lugares como el puerto de Shuangyu, también establecieron más pragmáticamente el comercio con base en Macao. Los que más activamente exploraron la costa de Fujian y Guangdong en esta época fueron, de hecho, los holandeses “pelirrojos”.
En otras palabras, con esta acusación criminal los españoles “cargaban con la culpa” de los holandeses que anteriormente habían estado sondeando las zonas circundantes, pero tampoco eran del todo inocentes, ya que el propósito de este viaje era negarse a quedarse atrás e intentar explorar también las mismas zonas costeras. El profesor Geng Sheng también menciona en su artículo que “los chinos capturaron a los viajeros europeos del barco y los confundieron con holandeses”, y que “Macao y Manila... estos dos puertos necesitan reforzar sus conexiones mutuas” (Geng, 2011, p. 26). A continuación, explicaremos los dos temas de “disturbios holandeses” y “competencia española” por separado.
Acerca de la expansión de la hegemonía holandesa y la ocupación de Taiwán, ahora existe una comprensión relativamente clara: El profesor Zhu Jieqin ya había tratado este tema cuando escribió Registros sobre Koxinga (Zheng Chenggong) que recuperó Taiwán, y más tarde sacó otro artículo detallado titulado “La historia del pueblo del sudeste de China que repelió la invasión holandesa a finales de la dinastía Ming” (Zhu, 1962: 25-56). En las últimas dos o tres décadas, con la traducción de cada vez más archivos holandeses, más estudiosos han cambiado su enfoque de la agresión colonial y la lucha nacionalista a la historia económica y comercial de la ocupación holandesa de Taiwán, así como su gobierno y la interacción (Li, 2015: 103-111). Sin embargo, la comunidad académica suele prestar atención a dos puntos temporales, a saber, el establecimiento de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en 1602 y la ocupación holandesa de Taiwán durante 38 años a partir de 1624, mientras que ignora los diversos “entrelazamientos” intermedios, es decir, el periodo mencionado por Chen Xiaochong, cuando en la primera mitad del siglo XVII los colonizadores holandeses expandieron su comercio con China, con 1624 como línea divisoria, y la etapa previa de diversas oportunidades exploratorias e intentos de abrir brecha (Chen, 1986: 43), que constituye precisamente el trasfondo del pretexto urgente de Adriano de las Cortes para entrar en China.
Los tímidos disturbios tenían sus razones y manifestaciones. Ya en 1595, varias compañías comerciales holandesas habían enviado barcos mercantes a las Indias Orientales para comerciar con especias. A medida que avanzaba el siglo XVII, la expansión del colonialismo y el comercio se hacían cada vez más imprescindibles. En 1602, el Parlamento holandés creó la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, concediéndole el monopolio del comercio en una vasta zona desde el cabo de Buena Esperanza hasta el estrecho de Magallanes, junto con poderes administrativos, la autoridad para negociar tratados e incluso el derecho a declarar la guerra. Sin embargo, cabe destacar que el monopolio comercial estipulado sólo era válido durante 21 años. Además, en 1609, la República de los Siete Países Bajos Unidos llegó a una tregua de doce años con el rey de España. Por lo tanto, a mediados y finales de la década de 1610, especialmente tras el establecimiento de Batavia en 1619, los holandeses comenzaron a lanzar de nuevo frecuentes ofensivas debido a las necesidades económicas y al aumento de los sentimientos políticos y nacionales contra España.
En cuanto a sus objetivos, los repetidos intentos sobre Macao y el desplazamiento hacia Taiwán y Penghu apuntaban todos a zonas que España consideraba dentro de su esfera de influencia. Ya en 1601, 1602 y 1607, los holandeses lanzaron al menos tres ataques contra Macao (Huang, 2005: 248-251). En 1603 y 1605, enviaron cartas del Príncipe de Orange al emperador chino, solicitando comercio o al menos permiso para estacionar equipos de aprovisionamiento, pero todas estas peticiones fueron denegadas (Zhu, 1962: 27-29). En 1622, el año siguiente a la expiración de la tregua con España, los holandeses lanzaron una invasión a gran escala y, tras su fracaso, crearon una crisis en Penghu. Tras la expulsión, en julio de 1624 ocuparon el puerto de Tayouan, en el lado occidental de Taiwán. Debido a estas continuas provocaciones, los holandeses, hasta entonces no reconocidos, causaron una impresión distinta a lo largo de las costas de Guangdong y Fujian en comparación con otros países occidentales, lo que les valió apodos despectivos como “pelirrojos”, “bárbaros rojos”, “bárbaros pelirrojos” y “fantasmas pelirrojos” (Guo, 1602; Zhang, 1739), y se enfrentaron a una resistencia unificada y resuelta.
Al centrar la atención en este periodo histórico, especialmente al destacar los años, se pretende indicar que la partida de Adriano de las Cortes coincidió con este marco temporal: enero de 1625, que marcó el cambio holandés a Tayouan. Los españoles ya habían establecido el control sobre Filipinas, logrando la unión con Portugal en 1580, y se habían afianzado en Macao. También habían estado comerciando con Japón desde Manila y, ya en 1597, poseían un mapa detallado de Taiwán (Borao, 2008, p. 8). La estable y favorable red comercial se vio perturbada por los holandeses, lo que llevó a los españoles a reaccionar con rapidez y aplicar una serie de contramedidas. La ocupación del puerto de Keelung en mayo de 1626 fue un paso importante, y la entrada de Adriano de las Cortes en China también formó parte de esta estrategia más amplia.
Este temprano enredo no ha sido investigado en profundidad; los materiales de fuentes primarias recopilados sobre los 16 años de ocupación española en Taiwán siguen siendo limitados, y los estudios sobre el proceso de invasión son aún más débiles (Li, 2015, p. 110). En la actualidad, parece que sólo el profesor José Eugenio Borao, de la Universidad “Nacional” de Taiwán, ha escrito un capítulo sobre la “rivalidad hispano-holandesa”, señalando que los holandeses emprendieron múltiples bloqueos portuarios para desbaratar la red ibérica. La mayoría de los enfrentamientos significativos se produjeron durante tres fases principales: 1600-1606, 1609-1619 y 1620-1629 (Borao, 2008: 29-32). Concretamente, durante la tercera fase en la que participó Adriano de las Cortes, los holandeses bloquearon Manila con frecuencia durante el invierno y la primavera, interceptando galeones procedentes de Acapulco, saqueando las mercancías que viajaban hacia el sur desde Fujian y persuadiendo a Japón para que enviara de tres a cuatro mil samuráis para ayudar en la destrucción de Macao y Manila con el fin de impedir que los misioneros llegaran a estos lugares -en 1624, Japón rompió oficialmente sus lazos con Filipinas (Borao, 2008: 29-32).
Para contrarrestarlo, España puso en marcha respuestas militares, diplomáticas y económicas. En primer lugar, fortificaron sus defensas en previsión de posibles ataques y organizaron pequeñas flotas para patrullar (Borao, 2008: 31-36). Al mismo tiempo, dado que “los holandeses eran un enemigo común de portugueses y españoles”, Manila intensificó la adquisición de suministros militares a Macao. Este, por su parte, aprovechó la oportunidad para reforzar sus defensas construyendo muros y emplazamientos de cañones a un ritmo casi frenético, alcanzando una velocidad de construcción de “cientos de metros por día”, razón por la que el Diputado de Asuntos Marítimos inscribió el Acuerdo de Prohibición Marítima y lo inscribió en el consejo, aunque esto tampoco eliminó los desafíos (Huang, 2005: 264). En 1623, D. Francisco Mascarenhas fue nombrado primer gobernador portugués de Macao y capitán general, lo que permitió una mejor supervisión militar y defensa (Huang, 2005: 225).
Ante la amenaza holandesa, España también empleó más medidas diplomáticas y económicas, como enviar mensajes al Imperio Ming para informar a los mercaderes de que no viajaran a Manila para evitar ser atrapados, e incluso iniciar un comercio directo con los Ming (Navas del Valle, 1932, p. xxxviii). Trabajaron para reparar las relaciones con Japón y apoyaron a los misioneros perseguidos allí. Más urgente e inmediatamente impactante fue la obtención de seda y otros suministros de Macao. Por ejemplo, a principios de 1626, el gobernador de Filipinas señaló en su informe anual al rey que “si no fuera por la seda procedente de Macao, los barcos que se dirigen a Nueva España casi no tendrían carga que transportar” (Borao, 2001: 81). Esto concuerda con lo que Adriano de las Cortes mencionó en la última página sobre el regreso a Manila con «seda por valor de 300.000 pesos» y otros derechos que ascendían a 200.000 pesos (De las Cortes, 2024: 185). Durante los últimos años del reinado de Felipe III (1610-1624), hubo incluso múltiples intentos de establecer rutas de socorro directas desde Sevilla a Manila (Centenero de Arce, 2019: 409-438) para asegurar el normal funcionamiento de la vida y el comercio en Manila.
Hay otro caso que se asemeja mucho al despacho e informe de Adriano de las Cortes: el del dominico Bartolomé Martínez, que también partió en enero rompiendo el bloqueo constante de los holandeses sobre Manila durante todo el invierno y la primavera. Fue igualmente comisionado por la clase dirigente de Filipinas, el gobernador Alonso Fajardo, y se enfrentó a tormentas antes de llegar finalmente a Macao y regresar a Manila. La diferencia es que Martínez fue enviado específicamente para conseguir suministros militares y otros materiales, y se le encomendó la tarea de avisar a los oficiales Ming en Guangzhou y Quanzhou. A principios de 1619, la región de Penghu aún no había sufrido impactos holandeses significativos, por lo que las negociaciones se desarrollaron con relativa fluidez. Tras regresar a Filipinas, también escribió un informe y, con esta experiencia, se unió a una expedición en 1626 para explorar el norte de Taiwán, donde estableció la primera iglesia en Keelung.
Puede deducirse que el viaje de Adriano de las Cortes a China se enmarcó casi en su totalidad en el planteamiento de Martínez, formando un modelo de “resistencia conjunta contra los holandeses”. Durante la tercera fase de intensificación de los ataques y bloqueos holandeses contra Manila, de las Cortes, aprovechando sus conocimientos y su formación clerical, recibió el encargo urgente de establecer contactos políticos y económicos a lo largo de la costa sudoriental de China, regresando en última instancia a través de Macao.
De hecho, así lo confirma la edición española de José Luis Caño Ortigosa y Yu-chung Lee. La tercera parte del manuscrito de Adriano de las Cortes contiene al menos cinco capítulos (mientras que el manuscrito de la Biblioteca Británica sólo tiene un capítulo, por lo que las demás versiones modernas en español, francés, inglés y chino también están incompletas). El segundo capítulo repasa claramente los esfuerzos previos de varios grupos misioneros por entrar en China, el tercero está dedicado a la situación de los jesuitas en China y la “crisis” de 1625, y el cuarto capítulo relata los acontecimientos en China durante “el año de cautiverio”, incluyendo el dominio de Wei Zhongxian (Guicum), las invasiones de las fuerzas tártaras y las incursiones holandesas, detallando una serie de operaciones holandesas en Macao, Penghu y Tayouan, concluyendo con:
se pone esfuerzo en Manila cuando esto escribo a preparar armada con voz de dar sobre el fuerte de los enemigos holandeses y echarlos de la isla por el grande daño que desde ella pueden hacer a Macán y a las islas Filipinas impidiendo el trato de China a éstas y el de Macán a Japón total destrucción de entrambas repúblicas, Manila y Macán. (De las Cortes, eds. Caño Ortigosa et. al, 2022: 387)
Como jesuita, Adriano de las Cortes contaba con el apoyo de la red religiosa (Huang, 2005: 257-267) y la base comercial (Qi, 2007: 301-433) de Macao, estaba bien informado y tenía un gran sentido de responsabilidad. Frente a las provocaciones holandesas, asumió con valentía la importante misión, no evangélica, sino de enlace con los portugueses de Macao e incluso con las autoridades chinas. Aunque es posible que no previera las intensas reacciones de los funcionarios chinos y del público hacia los “bárbaros pelirrojos”, ni la probabilidad de que sus frustraciones se descargaran sobre otros occidentales, los acontecimientos posteriores indicaron que tales presiones no persistieron. El ambiente se fue relajando poco a poco, lo que le permitió satisfacer su persistente curiosidad por observar China desde una óptica más imparcial.
4. Conclusiones
Ahora que aclaradas las razones del arduo viaje de Adriano de las Cortes y su grupo navegando contra el viento hacia el sur de China durante los duros meses de invierno, por qué se presentaron rápidamente ante las autoridades tras rendirse y por qué permanecieron relativamente imperturbables ante la hostilidad mostrada por la población local, por el contrario, parecían observadores entusiastas, disfrutando de las vistas a lo largo de su camino desde Chaozhou a Cantón y Macao, dejando tras de sí vívidos relatos del paisaje. Suponemos que, a principios de 1625, Adriano de las Cortes tenía dos objetivos al entrar en China: lo ideal era llegar antes que los holandeses, transmitir un mensaje al gobierno local de Fujian e intentar conseguir un nuevo punto de comercio. Si la misión fracasaba, al menos podría ser repatriado a Macao y luego regresar a Manila, tiempo durante el cual podría intercambiar los últimos datos de inteligencia y procurarse seda, armas y otros bienes para contrarrestar a los holandeses -desgraciadamente, los vientos y las olas eran implacables, y la gran suma de dinero se convirtió en un coste hundido. Aunque Adriano de las Cortes hizo todo lo posible por concluir esta misión por escrito y ordenó cuidadosamente la información de las imágenes, al final sólo circuló como manuscrito, incapaz de considerarse recurso de inteligencia para el Imperio español.
La discusión de esta peculiar escritura cautiva tiene al menos dos aspectos de avance. El arresto y encarcelamiento de los primeros portugueses y españoles que entraron en la dinastía Ming se produjo en repetidas ocasiones, algo que la profesora Guo Haiying ya resumió en 1996 (Guo, 1996) y tuvo repercusiones hasta hoy día (He, 2023), pero sólo organizó sus escritos sobre la legislación, los juicios y las prisiones de China, es decir, los “fenómenos” del sistema legal de Ming a sus ojos, sin profundizar en por qué se encontraron en tales circunstancias y qué diferencias ideológicas existían. A través de Adriano de las Cortes, podemos ver que no se trataba sólo de una cuestión individual, sino que podía elevarse al nivel sistémico, o estrechamente relacionado con la situación macroscópica de un determinado período.
Por otra parte, las “penas” del prisionero, aunque acompañadas de “alegrías” y “esperanzas”, son bastante inusuales, lo que hace pensar en la interpretación de Voight, experto en literatura y cultura colonial hispano-portuguesa de la Universidad de Yale, de un “cautiverio feliz” de 1663 (Voigt, 2009: 154-207). Sin embargo, aquel tenía la experiencia de vivir largo tiempo en el sur de Chile, dominar la lengua local y casarse, elementos que no se aplican en absoluto a Adriano de las Cortes. Su estado puede ser visto no tanto como “felicidad” en términos de circunstancias, sino más bien como “convicción” en términos de ideología, aliviando gradualmente la ansiedad del cautiverio, dando forma a una imagen relativamente realista de China, y ayudando a la posterior expedición de la orden o nación. Cautiverio y convicción (homófonos en chino) tienen una relación intrínseca, que refleja no sólo el conflicto entre sistemas -las diferentes percepciones de China y España a principios del siglo XVII hacia sus propios nacionales y los extranjeros, sino también la apreciación de las civilizaciones -el carácter personal del propio Adriano de las Cortes y la tradición de conocimiento jesuita, combinados con el poco común respeto que los españoles tenían hacia los pueblos “indígenas” a través de la conquista de las Américas y Filipinas, dieron lugar a otro caso de intercambio cultural.
Esta interpretación puede haberse desviado un poco del texto principal, pero desde la perspectiva del giro lingüístico, si podemos descubrir más mecanismos de producción textual y ver el trasfondo histórico personal y social que la lectura general no puede ver, entonces puede merecer la pena intentarlo, especialmente importante es que ésta es la postura de investigación adecuada de la «Sinología», cuando China se convierte en el objeto (Dui Xiang) de la Sinología de ultramar, los académicos chinos no sólo debemos estudiar esta “imagen” (Xiang), sino también entender por qué esta imagen está “contrapuesta” (Dui).
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被俘与企图——科尔特斯《中国纪行》中
隐藏的西荷对抗
Ambitious captivity: Revealing the Dutch-Spanish Rivalry in the "Relación" by...
于施洋
Yu Shiyang
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被俘与企图——科尔特斯《中国纪行》中
隐藏的西荷对抗
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于施洋
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隐藏的西荷对抗
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于施洋
Yu Shiyang
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隐藏的西荷对抗
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