El daño psicológico generado
por la violencia de género en Cuba
The psychological
damage generated by gender violence
in Cuba
Mery Mercy Quintana Mena |
Lisett D. Páez Cuba |
Julio
César Perdomo Valdés |
merycarl91@nauta.cu |
||
Universidad de Pinar del Río
“Hermanos Saíz Montes de Oca” |
Recibido: 15-12-2022
Aceptado: 27-05-2023
Resumen
El presente artículo aborda el proceso de repercusión del daño psíquico
generado por la violencia de género en el ámbito intrafamiliar, desde una
perspectiva psicológica. Dicha investigación, con un enfoque cualitativo, está
centrada en un estudio exploratorio-descriptivo,
que permitió revelar las contradicciones existentes en el proceso de
orientación familiar para el tratamiento del daño psicológico generado a la
mujer. Se emplearon como métodos el histórico - lógico, el sistémico-
estructural y la revisión documental. La
investigación resulta útil para conocer el estado en que las víctimas afrontan
la violencia en el ámbito intrafamiliar y cómo repercute en ellas el daño
psíquico, cuestión que debe ser profundizada en los estudios contemporáneos
sobre la violencia de género desde un enfoque transdisciplinar.
Palabras clave: daño psicológico, estrés postraumático, violencia de género.
Abstract
This
article addresses the process of repercussion of the psychic damage generated by gender
violence in the intra-family environment, from a psychological perspective. This research, with a qualitative approach, is focused on
an exploratory-descriptive study, which allowed
revealing the currents contradictions in the process of family orientation for the treatment
of psychological damage generated to women. The research is
useful to know the state in which
the victims face violence in the intra-family environment and how the psychological damage affects them, an issue
that must be deepened in contemporary studies on gender
violence from a transdisciplinary approach.
Keywords: psychological damage, post-traumatic stress, gender violence.
1. Introducción[1]
La Agenda 2030 incluye entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible el
logro de la igualdad de género en su numeral quinto, en tanto el objetivo
décimo-sexto se centra en promover sociedades pacíficas e inclusivas y
facilitar el acceso a la justicia para todas las personas. Por ende, el logro
de la equidad de género en el ámbito privado, particularmente en el
intrafamiliar, es una temática que amerita revisión desde las Ciencias
Sociales, sobre todo por la alta connotación del daño sicológico generado por la
violencia hacia la mujer y su impacto en el desarrollo social de los
ordenamientos nacionales.
El 8 de marzo de 2021, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, dictó el Decreto Presidencial 198 aprobando
el “Programa Nacional para el adelanto de las Mujeres” (en adelante PAM), que
resume el sentir y la voluntad política del Estado Cubano y constituye la
piedra angular en el desarrollo de políticas a favor de las mujeres, al tiempo
que da continuidad al avance y desarrollo de la igualdad de género en el país.
Este plan gubernamental se concibe como la “Agenda del Estado cubano para el
adelanto de las mujeres” e integra en un solo documento acciones y medidas que
se corresponden con los principios y postulados reconocidos en la Constitución
de la República y en el nuevo escenario de actualización del Modelo Económico y
Social Cubano de Desarrollo Socialista, a la vez que responde a los compromisos
internacionales contraídos sobre la igualdad de género.
El PAM en Cuba promueve acciones dirigidas a lograr mayor integralidad
y efectividad en la prevención y eliminación de manifestaciones de
discriminación contra las mujeres, así como a fortalecer los mecanismos y la
capacidad profesional de los funcionarios y servidores públicos para incorporar
las cuestiones de género en la elaboración de políticas, programas y en la
prestación de servicios. Constituye además un Programa de Gobierno, que con la
participación de la Federación de Mujeres Cubanas, como mecanismo nacional para
el adelanto de las mujeres, promueve y garantiza las acciones de seguimiento,
evaluación y control que corresponden a los organismos de la Administración
Central del Estado, las entidades nacionales y otras organizaciones e
instituciones, así como las respuestas de estos a las recomendaciones que emite
el “Comité para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las
mujeres” (Decreto Presidencial, 2021).
Más allá de la voluntad política expresa en el contexto cubano, la
complejidad que supone el estudio del daño psicológico producido por la
violencia de género plantea un conjunto de retos a considerar para las
investigaciones sociales; en primer lugar, la construcción de modelos conceptuales
explicativos de una realidad familiar diversa, impactada por múltiples
transformaciones socioeconómicas; y en segundo orden, la elaboración de
estrategias y alternativas educativas orientadas al desarrollo integral de la
familia; todos los cuales impactan en el escenario de la Psicología y del resto
de las Ciencias Sociales.
Un primer acercamiento al tema amerita delimitar la violencia en el
ámbito intrafamiliar hacia la mujer como tipología de la violencia de género.
De hecho, los estudios de la temática permiten afirmar que toda agresión
perpetrada contra una mujer tiene alguna característica que permite
identificarla como violencia de género. Esto significa que está directamente
vinculada a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas
que se establecen entre varones y mujeres, que perpetúan la desvalorización de
lo femenino y su subordinación a lo masculino. Lo que diferencia a este tipo de
violencia de otras formas de agresión y coerción es que el factor de riesgo o
de vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer.
Para autores como Domínguez, García y Cuberos
(2008), la violencia de género se contempla en tres grandes categorías de
maltrato: violencia física, sexual y psicológica; a lo cual se adhiere el
Convenio de Estambul (2014), sumando la violencia económica como otra
tipología. En cuanto a la violencia psicológica, es aquella que siempre
acompaña a las otras formas de violencia como la física o la sexual, está en
las razones de emergencia y en las consecuencias; puede ser el primer peldaño
de la escalada de violencia, y en muchos casos tiene entidad y produce
consecuencias destructivas por sí misma. Las secuelas para la salud son
incuestionables; provocando graves problemas físicos, sexuales, reproductivos y
también psicológicos, con alta incidencia en el trastorno por estrés
postraumático en las víctimas.
Por ende, definir la violencia de género en el ámbito psicológico
constituye una meta difícil, sobre todo si se trata de incluir las diferentes
formas que puede adoptar y los efectos que provoca en las personas
involucradas; toda vez que una definición holística de violencia no debe
limitarse solo a las acciones que producen daños o dejan marcas visibles en el
cuerpo de las víctimas. Existen otras conductas cuyas afectaciones pueden ser
más dañinas y duraderas en el tiempo, aunque no sean perceptibles a simple
vista y en la práctica aludan a la violencia acaecida con más fuerza en el
ámbito privado.
Para el estudio de las agresiones en la pareja desde
una perceptiva de género, las investigaciones precedentes han mostrado
limitantes al no particularizar en el daño psicológico a la mujer. Inclusive,
es un terreno poco explorado el del impacto en las relaciones paterno-filiales
cuando hay menores implicados, así como las relaciones víctima-victimario ante
una realidad que impacta en la salud mental; todo lo cual preconiza la
necesidad de adoptar métodos, técnicas y estrategias que aborden integralmente
el fenómeno desde una perspectiva psicológica en primera instancia.
En tal sentido, la presente investigación se propone como objetivo:
explicar la repercusión del daño psicológico generado por la violencia de
género en el caso cubano. A tales fines se emplean métodos teóricos propios de
las Ciencias Sociales que permiten arribar a conclusiones válidas para el
abordaje de la violencia perpetrada hacia la mujer en Cuba. Su enfoque se
realiza desde una perspectiva psicológica, con la propuesta de técnicas útiles
para identificar y enfrentar los daños síquicos provocados sobre la mujer
violentada.
2. Materiales y métodos
En el artículo se
han empleado métodos del nivel teórico que resultaron útiles para el abordaje
de los constructos y el análisis de la propuesta. El empleo del método
histórico - lógico posibilitó el estudio teórico de la violencia hacia la mujer
en el ámbito intrafamiliar desde una perspectiva de género, siguiendo una
trayectoria histórica y teniendo en cuenta su condicionamiento respecto a las
estructuras económicas y sociales de los diferentes contextos, especialmente en
Cuba. Además, el método sistémico- estructural permitió entender la
interrelación de las categorías género - violencia - violencia de género -
violencia intrafamiliar -daños psicológicos y la triangulación de los
resultados trascendentes a la propuesta que se realiza, enfocada al empleo de
test psicológicos. Se empleó también la revisión
documental, la cual resultó útil para obtener información acerca del objeto de investigación,
considerándose diversos autores que han investigado el tema y los principales
resultados teóricos y metodológicos sobre la violencia en el ámbito
intrafamiliar hacia la mujer asociados a los estudios de género en Cuba.
Como resultado de la revisión documental se
ha explorado además en el ámbito normativo, particularizando en el Decreto
Presidencial promulgado en Cuba el 8 de marzo de 2021. Del mismo modo,
se ha enfatizado en el estudio de la violencia psicológica, a partir del
criterio de autores que han
profundizado en el estudio del trastorno por estrés postraumático (TEPT), tales
como Verduzco y Tovar (2012), Molina y Moreno (2015), Muñoz y Echeburúa
(2016), Lorenzo y Guerrero (2017), y Justiniano (2018). De igual forma, para
analizar las patologías asociadas al daño psíquico provocado a la mujer, se han
revisado materiales de Alessandri
(1981); Marianetti (1997); Echeburúa, Corral y Amor (2004); Arce, Fariña y Vilariño (2015); y
Laurenzo (2015), los cuales se han referido a las
manifestaciones del daño síquico en las víctimas de violencia de género.
Esta investigación constituye un estudio
exploratorio-descriptivo. Se torna exploratorio al requerir del reconocimiento
inicial del daño psicológico generado por la violencia de género en el
escenario familiar; que incluye la búsqueda de información, la observación del
fenómeno y sus comportamientos. Adquiere características de estudio descriptivo
con el fin de lograr la medición y descripción
de un conjunto de indicadores y aspectos significativos del fenómeno objeto de
estudio,
esencialmente desde el prisma de la Psicología como ciencia social.
3. Resultados y discusión
La gama de malos tratos, conductas comportamentales y efectos
psíquicos que trae aparejada la violencia de género, amerita el análisis del
daño psicológico como constructo teórico. Su definición ha sido abordada por
disímiles autores que consideran que se trata de un fenómeno multicausal y
multidimensional, siendo necesario para su estudio, comprensión, diagnóstico e
intervención, el análisis de las diversas variables que interactúan en el
mismo; en particular los traumas no visibles como los generados en la psiquis
humana.
Entre los
investigadores dedicados al estudio del daño psíquico o psicológico se destacan
Marianetti (1997); Echeburúa, Corral y Amor (2004) y Arce, Fariña y Vilariño
(2015) coincidiendo en que se identifica desde el ámbito no material con
conductas de discriminación y subordinación femeninas. En este sentido se alude
a las relaciones forzadas y conductas de control, tales como aislamiento,
control de las actividades y restricciones en el acceso a información y
asistencia.
Es por eso que otros autores como Amor, Echeburúa,
Corral, Zubizarreta y Sarasúa (2002) aluden a los
principales síntomas como sentimientos de culpa, el aislamiento social y la
dependencia emocional del hombre que la maltrata, abuso de sustancias e
intentos de suicidio, lesiones y agresiones físicas (golpes, patadas, palizas),
frecuencia sintomatológica depresiva, de ansiedad, disminución de la autoestima,
trastorno de estrés pos-traumático y una elevada incidencia de tensión
nerviosa, etc. Otros autores como Sanchis y Suárez
(2017); Silva y Pérez (2018); Villacampa (2018); Pérez y Barroso (2019) y
Poyato (2019) abordan la factibilidad de procesos de mediación en la resolución
de conflictos de género.
El daño psicológico es un factor de riesgo psicosocial que impacta de
forma directa en la salud y el bienestar de los individuos, siendo un problema
social global con repercusión en el ámbito intrafamiliar, como expresión de una
realidad invisible y naturalizada. Definir la violencia que acontece sobre la
mujer en el ámbito privado constituye hoy una meta difícil, sobre todo si se
trata de incluir las diferentes formas que puede adoptar y los efectos que provoca
en las personas involucradas. Tal es así que los sucesos generadores de daño
psicológico suelen ser la amenaza a la propia vida o a la integridad
psicológica de las víctimas, pero también impactan en sus hijos, familiares y
personas más allegadas.
El grado del daño psicológico (lesiones y secuelas) está mediado por
la intensidad/duración del hecho y la percepción del suceso sufrido, el
carácter inesperado del acontecimiento y el grado real de riesgo experimentado,
las pérdidas sufridas, la mayor o menor vulnerabilidad de la víctima y la
posible concurrencia de otros problemas actuales, así como por el apoyo social
existente y los recursos psicológicos de afrontamiento disponibles.
Desde la Psicología se define el daño psicológico como una
perturbación patológica de la personalidad (Pd) que comprende tanto los
desequilibrios pasajeros como las enfermedades mentales (Zavala, 2006). Desde
otra perspectiva, en sentido jurídico, para Marianetti
(1997), el daño psicológico debe definirse como una cierta clase de lesión (-no
anatómica o fisiológica, sino funcional-) inferida a la persona que constituye
fuente de daños resarcibles o sancionables y supone una perturbación patológica
de la personalidad de la víctima, que altera su equilibrio básico o agrava algún
desequilibrio precedente. De hecho, los traumas psíquicos generalmente implican
lesiones que trascienden al escenario jurídico y por ende a la exigencia de
responsabilidad civil o penal según corresponda.
En el ámbito psicológico un elemento puntual
resultan las repercusiones psicopatológicas de la violencia doméstica en la
mujer, elemento abordado por autores como Echeburúa, Corral, Amor, Zubizarreta y Sarasúa (2002), quienes afirman que de las diversas formas
existentes en el País Vasco (España), muchas pueden ser abortos selectivos,
acoso sexual en el trabajo, maltrato en el hogar, mutilaciones genitales,
violaciones como arma de guerra, esterilizaciones forzosas, crímenes en nombre
del honor, etc); representando esto un grave problema
social que influye directamente en la personalidad (Pd) de la víctima y su
calidad de vida.
El daño psicológico constituye una modificación o alteración de la
personalidad expresada a través de disímiles síntomas. Esta categoría de
estudio tiene un carácter transversal, pues emana de todo tipo de violencia
(sexual, física, vulneración de derechos fundamentales y, por supuesto,
psicológica), siendo inexcusable cuando se juzga un caso de violencia
psicológica, pues sin daño no hay víctima. De hecho, la evaluación psicométrica
del daño psicológico derivado de la violencia de género facilita la
discriminación de la secuela psicológica de otros daños en la salud mental.
De acuerdo a Matud (2004), el daño
psicológico que causa la violencia se identifica desde el ámbito no material
como intimidación, menosprecio y humillaciones. En este sentido se alude a las
relaciones forzadas y conductas de control, tales como aislamiento, control de
las actividades y restricciones en el acceso a información y asistencia. Por
ello, al referirse a esta categoría, la mayoría de los autores consultados
refieren que el
daño psíquico implica actos u omisiones
cuya finalidad es degradar a la víctima o controlar su conducta, creencias y
decisiones. Se materializa por medio de ridiculizaciones a la mujer tanto en
privado como en público, mediante insultos, vejaciones, manipulación de los
hijos y otras conductas que vulneran la libertad personal de las mujeres; de manera
que los daños acaecidos impactan la personalidad del sujeto damnificado.
Según Carmona y Valencia (2015), el daño psicológico repercute en
diversos ámbitos como el intrapsíquico, interpersonal, laboral, cultural y de
esparcimiento, provocando alteraciones de diversa índole. Siguiendo esta misma línea de pensamiento,
investigadores como Arce, Fariña y Vilariño (2015) al
investigar sobre el daño psicológico respecto a las víctimas de violencia de
género, en un estudio comparativo, concluyeron que la valoración forense no se
encarga únicamente de la apreciación del perjuicio psicológico, sino del
establecimiento de la concordancia entre las situaciones procesadas y el efecto
que estas causan. En cuanto a este particular, Zuloaga, Páez y Silva (2020: 172)
se refieren al ciberacoso como una de las “tipologías
de violencia sexual de índole psicológica, las que, sin constituir agresión
física, afectan a la integridad sexual y moral de las víctimas, su derecho a la
imagen, al honor y al respeto de su identidad sexual”.
Para determinar el daño psicológico en el ámbito
internacional, se utilizan un grupo de técnicas como la Escala de Gravedad de
Síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático, el Inventario de Ansiedad
Estado-Rasgo, el Inventario de Depresión de Beck (BDI), la Escala de Autoestima
(EAE) y la Escala de Inadaptación (IG), las cuales son potenciadoras una vez
aplicadas en la obtención completa de la información, de la historia de
victimización y de trastornos psicopatológicos, de la reacción del entorno
familiar y social ante el trauma vivido, de la gravedad e intensidad de los
síntomas depresivos, así como del grado en que el maltrato doméstico afecta
diferentes áreas de la vida cotidiana.
Sentadas las distintas definiciones del daño psicológico por disímiles
autores se puede afirmar que esta categoría se manifiesta a través de neurosis
y stress en sus distintos problemas de conducta y personalidad, fobias,
apatías, desgano, obsesiones, adicciones, ideas de muerte, angustia, bloqueos,
ansiedad, agresividad, inhibiciones, psicosis, trastornos del sueño, paranoias,
deficiencias intelectivas, entre otras que se pueden presentar con carácter
permanente o transitorio. Grosso modo,
el daño psicológico alude a las lesiones psíquicas producidas por un comportamiento
violento del agresor hacia la víctima, que acarrea consecuencias traumáticas
instauradas a nivel inconsciente, no solo por el grado de intensidad, sino por
la incapacidad de respuesta de la mujer con mecanismos defensivos.
Una de las formas en que se manifiesta el daño psicológico es a través
del stress postraumático, que resulta la categoría diagnóstica más apropiada
para describir las consecuencias de la tipología de violencia que se estudia.
De hecho, entre los daños derivados de la violencia de género, se evidencia el
TEPT, el cual actúa mediante la presencia de síntomas como ansiedad fóbica, psicoticismo, somatización, depresión, baja autoestima,
sentimientos de culpa, entre otros; todos los cuales afectan la salud mental.
Como señalan Muñoz y Echeburúa
(2016), existe una mayor afectación clínica en la violencia sistemática
controladora coactiva propia de las situaciones de violencia de género, donde
se han apreciado altas tasas de TEPT, depresión, ansiedad y abuso de
sustancias. A su vez, estos autores aluden a la alta frecuencia de problemas de
autoestima, inadaptación social e ideación autolítica (suicida). En tal sentido, el Trastorno por Estrés
Postraumático (TEP) aparece como uno de los pocos trastornos que reconoce la
relación que existe entre los síntomas manifestados por las víctimas y la
situación vivida.
Desde el punto de vista de American Psychiatric
Association (2013), el TEPT se presenta en sujetos
que experimentaron alto potencial traumático caracterizado por muerte o amenaza
para su integridad física o la de otros; lo cual conlleva a tres tipologías de
síntomas:
· Síntomas de reexperimentación:
recuerdos, sueños, ilusiones, alucinaciones o flashbacks del acontecimiento.
· Síntomas de evitación: evita pensamientos,
conversaciones, lugares o personas asociadas al acontecimiento, además muestra
desesperanza y restricción afectiva.
· Síntomas de activación arousal:
trastornos del sueño, ira, pobre concentración, híper vigilancia y sobresalto.
Sobre el precedente estudio de sintomatologías, algunos como Lorenzo y
Guerrero (2017) apuntan tres aspectos nucleares del cuadro clínico relativo al
TEPT, a saber: la reexperimentación del suceso traumático (mediante pesadillas
e imágenes o recuerdos constantes e
involuntarios); la evitación conductual
y cognoscitiva de los
lugares o situaciones asociados al
hecho traumático (con reacciones de
miedo, indefensión y desapego); y un estado de hiperactivación
(que afecta la capacidad de respuesta, dificulta la concentración y genera
conductas de hipervigilancia).
Por su parte, Justiniano (2018) aborda el TEPT en relación a la
violencia doméstica (VD), al entender que esta última genera “cuadros
psicopatológicos como trastornos de ansiedad, depresión, disfunciones sexuales,
abuso y dependencia de sustancias; así mismo se evidencia TEPT en las mujeres
víctimas de VD y es el que mejor explica la sintomatología y las consecuencias
psicológicas que sufren dichas mujeres” (Justiniano, 2018: 4). De igual forma,
respecto a sucesos de violencia sexual, otros autores refieren que el hecho
violento coarta la libertad de la víctima, cuya reacción deviene en estado de
shock, bloqueo psicológico, sensación de angustia, así como una manifiesta
actitud de sometimiento y pasividad producto del trauma (Zuloaga, Páez y Silva,
2020).
Para enfrentar el TEPT serían útiles técnicas psicológicas que permitan
identificar las consecuencias conductuales y psicológicas sobre la víctima. Al
respecto, Molina y Moreno (2015: 999), utilizando la técnica de grupos focales
con nueve mujeres violentadas identificaron: “trastorno de estrés
postraumático, trastornos de ansiedad, depresión, trastornos alimentarios y del
sueño, trastornos psicosomáticos, baja autoestima, conducta sexual insegura,
tabaquismo, abuso de alcohol y drogas, conducta suicida y autodestructiva”. A
su vez encontraron “evidencia respecto a emociones como tristeza, desconfianza
hacia sí mismo y hacia sus parejas, temor hacia el futuro, desesperanza y
resentimiento” (Ibídem: 1004), lo que evidencia variadas afectaciones en las
víctimas de la violencia de género que fueron objeto de la investigación
cualitativa anteriormente citada.
Asimismo, a partir de un análisis desarrollado por Darcout (2017)
respecto a un grupo de mujeres que demandaban interconsulta psicológica luego
de ser violentadas, se arrojaron resultados cuantitativos impresionantes. Entre
los datos encontrados se evidencian emociones negativas (83,97 %), problemas
con los hijos (82,05 %), autoestima baja (60,57 %) e ideas suicidas (60,25 %).
Otro de los efectos generados sobre la víctima es la dependencia emocional,
según Castillo (2017), quien afirma que las mujeres violentadas por su pareja
presentan miedo a la ruptura, miedo e intolerancia a la soledad,
manifestaciones de subordinación o sumisión.
De hecho, la violencia convierte a las mujeres en sujetos dependientes
emocionalmente del agresor y conlleva a que “sostenga lazos permanentes, con
personas hostiles, lo que favorecería la aparición de esquemas y pautas
disfuncionales sobre uno mismo y los demás, desarrollando baja autoestima, y
desvaloración de sí mismo” (Castillo, 2017: 55). Esta es una de las causas por
las que, en muchas ocasiones, la víctima decida no interponer la denuncia, hecho
este que, según Alemán y Páez (2021: 167), alude a “en primer lugar, el daño psicológico que para
ella genera; y, en segunda instancia, la inseguridad frente al sistema
judicial”; sobre todo por la doble
victimización a la que se expone la mujer violentada producto de la violencia
institucional.
De tal forma, la violencia de género- con impacto en la psiquis
humana- existe en todas sus manifestaciones posibles, aunque en muchos lugares
carece del dramatismo que dibujan otras realidades sociales, demostrando y
marcando en la actualidad su pertinencia del problema contemporáneo que se ha
venido poniendo de manifiesto; manifestándose mediante agresiones físicas o
violencia extrema y/o a través de una violencia sutil o psicológica, que se
visibiliza y que resulta mucho más peligrosa aún pues queda enmarcada dentro
una supuesta naturalización y familiaridad acrítica por lo cual se reproduce
fácilmente a través de la cultura.
En tal sentido, la violencia psicológica se aprecia en la lucha por el
poder, la competencia por la influencia o dominio que alguien puede ejercer
sobre otra persona, con altos riesgos de TEPT. Incluye todas aquellas conductas
que producen desvalorización o sufrimiento en las mujeres y comportamientos que
suponen la imposición de actos o conductas sexuales contra la voluntad de la mujer.
Dicha violencia conlleva, además de desvalorizaciones, sufrimiento y agresiones
psicológicas que minan la autoestima de la víctima y generan desconcierto e
inseguridad, sirviéndose de insultos, vejaciones, crueldad mental, desprecios,
gritos, falta de respeto, humillaciones en público, castigos, frialdad en el
trato, amenazas e intolerancia. Entre las formas más comunes están los celos,
neutralizados por la cultura patriarcal, cuando en realidad se tratan de otra
forma de ejercer el poder y controlar a la pareja. Las consecuencias para la
salud son incuestionables; provocando graves problemas físicos, psicológicos,
sexuales y reproductivos a corto y largo plazo.
Si bien las estadísticas de la violencia de género han sido elevadas y
generalmente identificadas con las agresiones físicas, la constatación del daño
psicológico en las víctimas resulta aún una problemática a priorizar, debido a
los problemas que ocasiona y en su conjunto al desequilibrio social y emocional
al cual está sometida la mujer en su convivencia. En tal sentido, el abordaje
de la violencia psíquica ejercida hacia la mujer y el tratamiento del TEPT
constituyen presupuestos básicos para el estudio. Por tanto, tras sistematizar
las principales teorías que abordan la violencia de género, en particular la
violencia hacia la mujer en el ámbito familiar desde una perspectiva
psicológica; se impone su revisión en el contexto cubano.
En Cuba, como en otros países del orbe, la violencia de género
representa hoy día una problemática de gran significación social. Un referente
para la Isla lo constituye la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de
Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LO 1/2004),
normativa que incluye aspectos preventivos, educativos, sociales, asistenciales
y de atención posterior a las mujeres agredidas. La promulgación de esta LO
1/2004 ha sido un gran avance por la consolidación de derechos de forma
integral para las mujeres víctimas, así como la implementación de medidas de
seguridad y protección para ellas.
Por su parte, la concreción de la Agenda 2030 al caso cubano -en
materia de igualdad de género- se logra en la actual Constitución aprobada
desde 2019, que ha refrendado que la mujer y el hombre gozan de iguales
derechos en lo económico, político, cultural, social y familiar. De tal forma,
el artículo 43 de la Carta Magna estipula que la mujer y el hombre tienen
iguales derechos y responsabilidades en lo económico, político, cultural,
laboral, social, familiar y en cualquier otro ámbito. El Estado garantiza que
se ofrezcan a ambos las mismas oportunidades y posibilidades.
Además, en Cuba, el “Programa Nacional para el Adelanto de las
Mujeres” establece un plan de acción y medidas orientadas a la prevención de
las diversas formas de violencia de género e intrafamiliar, desde una
perspectiva multidisciplinaria para brindar un tratamiento ágil y efectivo con
enfoque preventivo, tanto en espacios judiciales como extrajudiciales, en los
ámbitos familiar, escolar, comunitario, laboral, penal u otros. Se orienta
asimismo a establecer mecanismos articulados de coordinación, control,
ejecución y atención a las víctimas y victimarios, empleando sus protocolos
especializados de actuación, con un enfoque sistémico, multidisciplinario e
intersectorial (Decreto Presidencial, 2021).
Como una de las formas de accionar en torno al PAM en Cuba, se propone
implementar instrumentos evaluativos, medidores del estado en que las víctimas
afrontan la violencia y parámetros para identificar cómo repercute en ellas el
daño psíquico. En tal sentido, se plantea como resultado de la presente
investigación el empleo de técnicas psicológicas tales como:
ü IDERE
(para medir la depresión).
ü IDARE
(para autovalorar el estado de ansiedad).
ü Inventario
de autoestima Coopersmith (para evaluar la autoestima).
ü Locus
de control de Rotter (para medir las motivaciones).
ü Test
de funcionamiento familiar (para determinar la funcionabilidad de las familias).
Los referidos
test psicológicos permiten conocer el estado en que las víctimas afrontan la
violencia de género y cómo repercute en ellas el daño psíquico generado a
través de inventarios específicos que permiten medir indicadores. Dichos instrumentos de evaluación psicológica constituyen
técnicas para la recolección de datos y el análisis del fenómeno desde una
perspectiva interdisciplinar, toda vez que en ocasiones estos instrumentos
pueden incluso identificar muchas conductas constitutivas de delitos como
Amenazas, Coacciones u otros. Tal es así que la amenaza “opera como forma de
violencia psicológica y suele preceder a los delitos de homicidios y asesinatos
dirigidos a la mujer por su pareja o expareja” (Alemán y Páez, 2021: 167).
De tal forma, el abordaje de la violencia de
género desde la Psicología como ciencia, impacta también en otras Ciencias
Sociales como el Derecho, específicamente en cuanto a categorías tales
como la tipificación delictiva y la responsabilidad civil, la reparación del
daño moral o la indemnización de los
perjuicios. Así, a criterio de Heredia (2012), se deben
identificar aspectos psíquicos vinculados a experiencias violentas
de manera que puedan incluirse en las valoraciones de los dictámenes periciales. Este constituye un incentivo para futuras investigaciones en pos de una
efectiva atención sicológica a las víctimas y de una consecuente exigencia de
responsabilidad jurídica para el sujeto que provoca los trastornos de estrés
postraumático.
En el caso cubano en particular, aun cuando se
enmascara la realidad objetiva por la falta de denuncia de las víctimas, son
diversas las investigaciones que afloran la existencia de violencia psicológica
al interior de las familias. Se genera en ellas un ambiente no solo de
intimidación, sino de disfunción y pérdida del entorno afectivo; lo cual
propicia falta de control de estas manifestaciones de violencia conyugal. Dicha
realidad está presente en diferentes provincias, donde se constata alta
radicación de supuestos de violencia de género. Por ejemplo, en Matanzas se
evidenciaron alteraciones psicológicas en un 100 % de los casos estudiados por Hernández
(2017); en la provincia
Holguín, un estudio que incluyó
a 47 mujeres víctimas de violencia en sus relaciones de pareja en la comunidad de Moa, mostró también una gama importante de manifestaciones psicológicas como evidencia del daño físico sufrido (Ibídem).
Otras investigaciones
en la temática han develado constantes
afectaciones derivadas de humillaciones, coacciones y amenazas, generando en las víctimas trastornos psicológicos como la depresión, la ansiedad, conductas suicidas, entre otras. De hecho, según López (2019), en Villa Clara, de una muestra de
314 personas, se comprobaron signos
de maltrato psicológico en un 95 % y maltrato físico en un 55 %; entre tanto en Cienfuegos, en el periodo comprendido entre 2005 y
2015, respecto a los ingresos
hospitalarios por causas violentas, se constató elevada incidencia de trastornos de estrés postraumático, depresión, conductas parasuicidas y los trastornos psicofisiológicos. Por
ende, dicha realidad exige de un personal especializado para atender esta problemática de salud, teniendo en cuenta un enfoque
de riesgo y ofreciendo asistencia individualizada y sistemática a las víctimas, tal como apunta
Medina (2015) a partir de una experiencia
de atención a mujeres afectadas por parte de un grupo de enfermeras cubanas.
4. Conclusiones
La violencia hacia la mujer en el ámbito familiar se basa en
desigualdades de género que, pese a su raigambre histórica, tienen alta
incidencia actual en la generación de daños físicos y psíquicos sobre la
víctima. El daño psicológico es un factor de riesgo psicosocial que impacta de
forma directa en la salud y el bienestar humano, siendo un problema social
global con repercusión en el ámbito intrafamiliar, como expresión de una
realidad invisible y naturalizada que perjudica a las mujeres, por lo que requiere
disponer de recursos psicológicos de afrontamiento para su erradicación.
Actualmente la violencia de género en Cuba existe como problemática
social que se manifiesta mediante agresiones físicas de violencia extrema y
también a través de una violencia sutil o psicológica, que se invisibiliza y
resulta más peligrosa aún, pues queda enmarcada dentro una supuesta
naturalización y familiaridad acrítica. Las consecuencias que genera, asociadas
de manera directa e incisiva al estrés postraumático, requieren de ingentes
esfuerzos legislativos, institucionales y sociales que permitan una efectiva
evaluación y prevención del daño psicológico a las mujeres afectadas.
La propuesta
realizada aborda el fenómeno en la práctica
social cubana a partir del Programa Nacional para el Adelanto de la Mujer
(PAM). En tal sentido, se propone su implementación mediante el empleo de
técnicas psicológicas tales como: IDERE (Inventario para medir la depresión), IDARE (Inventario de
autovaloración del estado de ansiedad),
Inventario de autoestima Coopersmith (Inventario para
evaluar la autoestima), Locus de
control de Rotter (para medir las motivaciones) y Test de funcionamiento
familiar (para determinar la funcionabilidad de las familias). Estas técnicas
psicológicas permitirán identificar las manifestaciones de estrés postraumático
en las mujeres violentadas y enfocar la mirada hacia la necesaria atención
integral a las víctimas, que incluya la consecuente implicación del sistema de
salud, con un rol significativo de los profesionales de la Psicología.
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[1] El artículo es resultado de una
investigación de la Maestría en Desarrollo Social, 3ra edición, Universidad de
Pinar del Río, Cuba en colaboración con la
Universidad Pública de Navarra (España).