Mujeres que resisten en el paro colombiano del 2021

 

Women who resist in the Colombia strike of 2021

 

 

Carolina Pinzón Estrada

Diana Mejia Sabogal

spinzon@areandina.edu.co

dmejia39@areandina.edu.co

Universidad Nacional de Colombia - Colombia

Universidad de La Salle - Colombia

 

Luz Tatiana Gomez Sánchez

Merceditas Beltrán Fletscher

lgomez196@areandina.edu.co

mbeltran56@areandina.edu.co

Universidad de La Salle - Colombia

Fundación Universitaria Luis Amigó - Colombia

 

 

Recibido:   16-02-2023

Aceptado:  24-05-2023

 

 

Resumen

El presente artículo tiene como objetivo analizar las narrativas que las mujeres construyen de su cuerpo/emoción en las prácticas de resistencia en el marco del paro nacional colombiano del 2021, en la ciudad de Bogotá. Para ello se implementó una metodología cualitativa con enfoque hermenéutico. La información se recogió por medio de entrevistas semiestructuradas, que fueron analizadas a través del software Atlas Ti. Dentro de los principales hallazgos, se encontró que las redes de apoyo, principalmente entre mujeres, funcionaron como una de las prácticas de resistencia más recurrentes y que el cuerpo/emoción de las mujeres, continuó siendo el punto de convergencia de diferentes luchas de poderes, evidenciando su carga histórica, así como también su identificación como un escenario de ruptura con ella.

Palabras clave: cuerpo/emoción, prácticas de resistencia, mujeres, violencia, movilizaciones sociales, paro.

 

Abstract           

The objective of this article is to analyze the narratives that women build of their body/emotion in resistance practices within the framework of the Colombian national strike of 2021, in the city of Bogotá. For this, a qualitative methodology with a hermeneutic approach was used. The information was collected through semi-structured interviews, which were analyzed through the Atlas Ti software. Among the main findings, it was found that support networks, mainly among women, functioned as one of the most recurrent resistance practices and that the body/emotion of women continued to be the point of convergence of different power struggles, evidencing its historical burden, as well as its identification as a scenario of rupture with it.

Keywords: body/emotion, resistance practices, women, violence, social mobilizations, strike.

 

1. Introducción

 

 

El paro nacional colombiano del 2021, que inició en noviembre del 2019, pero que fue interrumpido por la pandemia, se caracterizó justamente por la diversidad de sus demandas, aunque tenía algunos elementos aglutinadores como la reforma tributaria, limitaciones de acceso a la educación de gran parte de la población y el empobrecimiento acrecentado por el confinamiento a causa de la pandemia por el virus COVID-19. Durante estas movilizaciones, sindicalistas, estudiantes, indígenas, afrocolombianos, afrocolombianas, estudiantes y mujeres de todas las edades, salieron a protestar por la desatención del Estado. Y justamente, en esta diversidad, las mujeres y sus demandas se visibilizaron y se posicionaron por fuera de espacios de protesta social ganados exclusivamente por y para ellas como el 8 de marzo, Día Intenacional de la Mujer y el 25 de noviembre, Día de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, tanto así que en las marchas del 25 de noviembre de 2019 y del 8 de mayo del 2020, la sociedad civil en masa salió a marchar con las mujeres, factor que permitió la ampliación del escenario de participación, catapultando así el movimiento del paro nacional iniciado poco tiempo antes.

Es así como la articulación de esta enorme congregación de malestares que se juntaron y potenciaron con la fuerza de la protesta, lo cual permitió poner sobre la mesa, tal como lo afirma Mauricio Archila, “desajustes y desequilibrios de la sociedad” (Archila, 2022) y esto sumado a la fuerza de la protesta hicieron lo que para muchos estudiosos del tema se consideró como “un hito de la movilización del país” (Archila, 2022). Las protestas sociales logran articular sentimientos con razones. Lo que surgió [...] fue una revuelta de ira y en ese sentido los sentimientos estuvieron un poco al frente” (Archila, 2022). Esas formas de movilización dan cuenta de las demandas democráticas que se venían gestando y que la negligencia estatal, sumada al tiempo de confinamiento y al sometimiento de los cuerpos al encierro, la zozobra y el miedo por la incapacidad de afrontamiento del poder ejecutivo frente a una crisis sanitaria, logró como lo expone Archila (2022), salir a las calles con las emociones y los sentimientos al mando de esos cuerpos.

Teniendo en cuenta lo anterior, las mujeres dieron un impulso al paro desde sus propias reivindicaciones y prácticas de resistencia en espacios que habían sido dominados por otros sectores y principalmente por hombres. La marcha por una vida libre de violencias (25N), los plantones por las violencias policiales contra las mujeres, las intervenciones de las madres para evitar las violencias policiales en contra de los y las marchantes y la conformación de la primera línea de madres que salió a la luz, tras el asesinato de jóvenes presuntamente a manos de la policía, motivaron formas de contención que fueron acciones gestadas y protagonizadas por mujeres. De tal forma empezaron a ocupar espacios visibles, en estos escenarios sus cuerpos se hicieron notar y con ellos las denuncias y resistencias contra el sistema patriarcal, pero también contra el sistema capitalista y las políticas neoliberales que lo sostienen.

Adicionalmente, la crisis agudizada por la pandemia profundizó los problemas de vulnerabilidad y fragilidad social por los que pasan las mujeres. Problemas como la inequidad económica, la desigualdad de género y la violencia son ítems que van sumando a la larga lista de los argumentos acerca de la figura de las mujeres en estos escenarios de participación activa del paro del 2021. Según Carrillo (2021), las mujeres y las diversidades sexuales están subordinadas a formas inequitativas y patriarcales en las que se pone en evidencia que están siendo afectadas por la violencia en general. Según la Unidad de Víctimas (2020: 4), “para el 1 enero del 2020 se reconocieron 8.553.416 víctimas”, dentro de las cuales, las mujeres figuran con uno de los indicadores más altos debido al desplazamiento forzado. Sin embargo, no hay que desconocer que según los datos referenciados en el informe “El impacto del COVID-19 en América Latina y el Caribe”, expuesto por la ONU en julio del 2020, se argumenta que una de cada tres mujeres sufre de violencia física y/o sexual por parte de su pareja (ONU, 2020: 15), situación que pone de manifiesto que las mujeres se encuentran en una constante situación de riesgo, que se potenció durante el paro nacional del 2021.

Tal como lo afirma Archila (2022), los movimientos sociales tienen un sentido emancipador y mutable que no cesa hasta que las problemáticas que lo causan terminan (Archila, 2022); es por esta razón, que una y otra vez en Colombia las manifestaciones tienen lugar y las prácticas de resistencia se multiplican. Solamente entre abril y junio de 2021 se pudieron constatar 28 agresiones sexuales a mujeres en el marco del paro nacional (Indepaz-Temblores ONG, 2021: 4-5) y, a partir de estos hechos, mujeres diversas salieron a las calles para protestar y resistirse a estas violencias: Se organizaron plantones en varias partes de la ciudad y en diferentes ciudades del país, los cuales fueron actos conmemorativos de madres que perdieron a sus hijas e hijos en medio de las protestas del paro, acompañadas de mujeres que los/las han perdido en el marco del conflicto armado.

En cada una de estas protestas las mujeres pusieron y expusieron sus cuerpos violentados históricamente, en muchas ocasiones por el Estado. A través del cuerpo alzaron su voz, expresaron su rabia, dijeron basta a las violencias patriarcales. Es por esta razón que preguntarse por el cuerpo de las mujeres y las formas de resistencia que este tiene o encuentra, en contextos de movilización social, es preguntarse también por la lectura que las mujeres están haciendo de su historia, de sus violencias y de ellas como colectivo humano.

En este sentido, escuchar sus relatos permite dar voz a las propias perspectivas de sus resistencias, lo que las motiva y la emoción que las mueve para resistir. Ver sus cuerpos fotografiados posibilita una mirada reflexiva sobre la manifestación de esas emociones en el cuerpo, cómo lo atraviesan, qué puentes existen entre los relatos de quienes participaron y los cuerpos de aquellas que fueron fotografiadas. ¿Cómo es posible entonces leer ese cuerpo/emoción de las mujeres en estos escenarios, resistiendo y reconfigurando su quehacer en los roles impuestos socialmente?

De esta forma, este estudio indaga sobre las prácticas de resistencia de las mujeres en el marco del paro nacional colombiano del 2021. Todo el proceso se desarrolló en 3 fases: la primera: recolección de datos; la segunda: análisis de datos, a partir de los cuales se sistematizaron y analizaron las fotografías y entrevistas y se contrastaron los hallazgos con la teoría; finalmente, en la fase 3, se socializaron los resultados a través de una galería fotográfica en la que participaron los y las autores y autoras de las fotografías seleccionadas y un conversatorio con algunas de las mujeres participantes en las entrevistas.

 

 

2. Metodología

 

 

La metodología empleada en esta investigación es cualitativa, con un enfoque hermenéutico y se basa en tres categorías teóricas centrales: género, resistencia y cuerpo-emoción. El objetivo es comprender y profundizar en los fenómenos sociales, en este caso, desde la mirada de las mujeres que participaron en el paro nacional colombiano del 2021, lo que implica tener en cuenta el contexto histórico en el que ocurre el problema y cómo afectó su experiencia (Guerrero, 2016). Se utilizó la fotografía y los relatos de las participantes como punto de partida para analizar las narrativas construidas en torno al cuerpo/ emoción de las mujeres y sus prácticas de resistencia durante el paro nacional en Bogotá.

La fotografía se utiliza como una estrategia metodológica, que posibilita el análisis, la reconstrucción y la interpretación de las realidades sociales, a partir de un proceso de creación que se materializa en el acto de capturar una imagen, dando paso a que tanto las investigadoras como las y los participantes de la investigación, adopten roles activos y no jerárquicos, ofreciendo diferentes perspectivas sobre los temas abordados (García Gil, 2013: 367).

El enfoque hermenéutico utilizado en este estudio se basa en la interpretación de la realidad a partir de los relatos y marcos de referencia de cada persona. Se entiende que la realidad está mediada por relaciones, instituciones y sentimientos, lo que permite ir más allá de lo meramente observable o de la experiencia intrínseca del fenómeno estudiado (Martínez, 1999 citado en Arráez, Morella; Calles y Moreno, 2006). En este sentido, la investigación busca analizar las narrativas sobre el cuerpo/emoción de las mujeres que participaron en el paro nacional 2021 en Bogotá, así como sus prácticas de resistencia, a partir de las experiencias obtenidas de las mujeres entrevistadas y del análisis de las fotografías.

La recolección de datos se realizó a través de la técnica de bola de nieve, obteniendo un banco de 126 fotografías que fueron tomadas por mujeres y hombres (artistas y amateurs) mayores de edad, que participaron en el paro nacional del 2021, en la ciudad de Bogotá. La recolección del material visual se obtuvo en un tiempo de 4 meses, durante el primer semestre del 2022 y se tuvieron los siguientes criterios de inclusión: 1) Fotografías que se hubieran tomado en el paro nacional del 2021; 2) Fotografías que retrataran mujeres adultas; 3) Fotografías tomadas en la ciudad de Bogotá; 4) Fotografías realizadas por fotógrafos y fotógrafas que accedieron a participar de la investigación.

 

 Así mismo, se realizaron 23 entrevistas semi estructuradas de manera individual a 23 mujeres participantes del paro nacional en Bogotá, en un lapso de tiempo de tres meses, durante el primer semestre del 2022 y sus criterios de inclusión fueron: 1) Ser mayor de edad; 2) Haber participado en el paro nacional; 3) Haber vivido en Bogotá durante el período del paro nacional; 4) Estar dispuesta a compartir su experiencia.

Finalmente, se llevó a cabo un (1) grupo focal con fotógrafas y fotógrafos que documentaron las movilizaciones durante el paro nacional. Con el fin de conocer su marco interpretativo, respecto a lo que buscaban expresar, a partir de sus piezas visuales propiciando un espacio de diálogo y reflexión colectiva sobre los registros fotográficos y las experiencias vividas en el contexto de las protestas. Participaron cinco (5) fotógrafas y un fotógrafo, de los y las once (11) que hicieron parte de la investigación. Para este grupo focal se les solicitó acompañar una de sus fotos con una pequeña narrativa que ahondara en las emociones que experimentaron en el momento.

Cabe destacar que los instrumentos de recolección de datos, utilizados en esta investigación fueron validados por evaluadores y evaluadoras externos y externas, con el fin de garantizar su adecuación y confiabilidad. De tal forma que, cada instrumento respondió a las tres categorías centrales de esta investigación: 1. Cuerpo-emoción; 2. Prácticas de resistencia y 3. Escenarios de resistencia. La entrevista a las mujeres participantes estaba compuesta de 25 preguntas y para el Grupo Focal se realizaron 19 preguntas.

En la categoría cuerpo/emoción –compuesta por 10 preguntas– se indagó por el cuerpo/emoción como una unidad y como recurso expresivo ubicado en un espacio, lugar y tiempo que podía o no, permitir un ejercicio de reconfiguración del rol ejercido históricamente por las mujeres. Las preguntas giraron en torno a las emociones en su relación directa y específica con las situaciones que vivieron durante las movilizaciones y con los espacios que habitaron en las mismas y cómo esto se podía evidenciar en sus cuerpos.

En la categoría prácticas de resistencia –compuesta por 7 preguntas– el foco estuvo en preguntar por las prácticas y/o comportamientos antes, durante y posterior a las marchas, además del uso de atuendos especiales o lugares preferidos para las movilizaciones. Finalmente, la categoría escenarios de resistencia –compuesta por 5 preguntas– se centró en identificar los sitios preferidos por las participantes durante las movilizaciones.

Los y las participantes conocieron la finalidad de los datos que brindaron a través de la firma del consentimiento informado. Tal como se muestra en la figura 1, todo el proceso se desarrolló en 3 fases, la primera: recolección de datos; la segunda: análisis de datos, en la que se sistematizaron y analizaron las fotografías y entrevistas y se contrastaron los hallazgos con la teoría; finalmente, en la fase 3, se socializaron los resultados a través de una galería fotográfica en la que participaron los autores y las autoras de las fotografías seleccionadas y un conversatorio con algunas de las mujeres participantes en las entrevistas.

 

 

Figura 1. Diseño metodológico

 

Nota. La figura muestra el diseño metodológico implementado, sus fases y características.    

Fuente: elaboración propia.

 

Los datos recolectados fueron sometidos a un análisis mediante el empleo del software Atlas TI. Para ello, se procedió a codificar las 23 entrevistas semiestructuradas realizadas a las mujeres participantes, así como al grupo Focal. La codificación se llevó a cabo de manera abierta, en concordancia con los relatos proporcionados por las y los participantes y se agrupó en las tres categorías centrales establecidas en el estudio. Para la categoría cuerpo-emoción se generaron un total de 53 códigos, mientras que en la categoría prácticas de resistencias se obtuvieron 17 códigos y en los escenarios de resistencia, 14.

Asimismo, las fotografías fueron analizadas considerando las tres categorías propuestas, teniendo en cuenta factores como los lugares y contextos en los que se encontraron las mujeres (artísticos y comunitarios), así como la manifestación visual de la expresión corporal a través de la vestimenta y las emociones presentes en las imágenes. Para este análisis, se tomó como referencia los enfoques de Bonetto (2016) y García Gil (2013), quienes abordan la fotografía desde diversas perspectivas y su capacidad para representar la realidad social. Se concibe la fotografía como una puesta en escena que testimonia una realidad congelada en el tiempo, permitiendo documentar los hechos presentes.

Posteriormente, los datos fueron expuestos a la luz de la perspectiva de género, la categoría cuerpo/emoción y la de resistencias, con el fin de dar cumplimiento al objetivo de este estudio: visibilizar las prácticas de resistencia de las mujeres durante el paro nacional colombiano del 2021 a través de sus cuerpos/emoción, ya que como se abordará más adelante, el cuerpo –en su dimensión de cuerpo/emoción– adquiere una relevancia significativa, porque constituye una forma de estar, sentir y procesar el mundo en el que habitan.

 

 

3. Análisis de resultados

 

 

En esta investigación la codificación se realizó a través del software Atlas TI, y como se señaló en el apartado metodológico, se partió de las tres categorías principales de este estudio: cuerpo-emoción, prácticas de resistencia y escenarios de resistencia. Mediante codificación abierta, cada una de ellas se fue nutriendo de subcategorías (códigos). La primera se compone de 53 códigos, la segunda de 17 y la tercera de 14.

 

3.1. Cuerpo/emoción

 

Dentro de la categoría cuerpo-emoción se establecieron códigos relacionados con el sentir y las emociones que las entrevistadas manifestaron haber experimentado antes, durante y después de las movilizaciones, así como lo que en esta misma vía experimentaron sus familias y personas cercanas y cómo esto las afectaba y se reflejaba en el momento de salir a manifestarse.

Las emociones registradas fueron fluctuantes en cada una de las participantes, pasando de la alegría a la tristeza, a la rabia o al miedo constantemente. Estos resultados se pueden apreciar en la figura 1, donde se observa que las emociones más frecuentemente reportadas por las participantes fueron la alegría (11), la felicidad (19), la fuerza (13) y el orgullo (3). Sin embargo, resulta relevante destacar que la concepción de resistencia por parte de las mujeres entrevistadas, difiere de su conceptualización convencional.

En este sentido, la resistencia se percibe como una emoción o sensación, tal como lo expresó una de las mujeres en la entrevista 5: “me sentí en resistencia, pese a todo y no gracias a todo se hace algo para cambiar un país al revés” o en el caso de las entrevistas 4 y 9, donde se manifestaron: “Sentí valor y resistencia”- “la sensación de resistencia para obtener nuestros derechos”. De esta forma, la resistencia -registrada 58 veces en las 23 entrevistas- fue la palabra que acogió lo que, para las mujeres era la emoción más importante.

Teniendo en cuenta lo anterior, se exponen los resultados de la categoría cuerpo emoción, poniendo en evidencia las emociones antes mencionadas y con más frecuencia registradas.

 

 

 

Tabla 1. Categoría cuerpo/emoción

 

Nota. Datos tomados de las entrevistas realizadas y analizadas en Atlas Ti.

Fuente: elaboración propia.

 

Ahora bien, como se evidencia en la tabla 1, el miedo –con 50 registros– fue la segunda emoción más destacada. En las entrevistas las mujeres dejaron claro que esta emoción del miedo se manifiesta con mayor frecuencia ante la presencia del ESMAD [1](Escuadrones Móviles Antidisturbios) de la Policía Nacional. Una de las mujeres narraba en la entrevista 4 su manera de percibir esta situación:

 

“Aunque no hay que dejar de lado que cuando se encuentra la protesta con el ESMAD si cambia bastante el ambiente algo más pesado ya que puede convertirse en disturbios y si comienzo a sentir miedo por lo que puede pasar [...]. Sí se siente un poco de miedo, intimidación e impotencia por no saber cómo defenderse en esos casos de algún comentario no deseado, miradas, gestos, etc.” (Entrevista 4).

 

Teniendo en cuenta lo anterior, la principal causa estuvo relacionada con los enfrentamientos con la fuerza pública y la vulnerabilidad que esto hacía sentir a las participantes por el hecho de ser mujeres (31). Así como el miedo extendido a su círculo familiar y de amigas y amigos.

La indignación se registró 46 veces, haciendo alusión a las sensaciones de injusticia y desigualdad social, aunque también fue nombrada la reforma tributaria que el Gobierno del Expresidente Iván Duque (2018-2022), quería imponer a los colombianos y los abusos que las mujeres sufrieron durante los días del paro, nominada, para efectos de este artículo, como indignación por (VBG) violencia basada en género.

En términos de frecuencia, en seguida se encontró 44 veces la palabra emociones, relacionada por las entrevistadas para referirse al cúmulo de sensaciones fluctuantes que sentían en cada marcha. De esta manera se manifestaba que:

 

“Los cuerpos desnudos en la marcha transmiten mucha fuerza y valentía. Así que nos hace sentir mucha emoción y esperanza que haya la posibilidad de que en un espacio público las mujeres puedan aparecer con el cuerpo desnudo sin ser sexualizadas o acosadas” (Entrevista 1).

 

Así pues, las mujeres manifestaron oscilar en sus sentimientos y emociones, como se expone en la entrevista 2: “es una mezcla de emociones, por un lado, de vivencia la posibilidad de reclamar y exigir tus derechos, lo que consideras justo para todos, sin embargo, por otro lado, eres consciente del riesgo que ello lleva” o en la entrevista 7: “me generan emociones encontradas, usualmente va entre la felicidad y la angustia, y en casos de situaciones complejas miedo e ira”. Estas narraciones revelan cómo las mujeres se vieron involucradas en una amplia gama de emociones que reflejaban su vivencia y percepción del contexto en el que se encontraban.

 

En seguida se encuentran la vulnerabilidad por ser mujer, mencionada 31 veces, en la que las participantes enfatizaron en las violencias a que están expuestas –especialmente sus cuerpos– por el hecho de ser mujeres y la importancia de reivindicar derechos que históricamente no han tenido las mujeres, así lo manifestó la participante en la entrevista 8:

 

“Las mujeres a través de la historia nuestros derechos han sido vulnerados, está también es una oportunidad para reivindicar él trabajó que han hecho muchas mujeres para abrir estos espacios [...]. Somos mujeres así que nos ven diferente a los hombres, más vulnerables con posibilidades de hacernos más daño no solo golpeándonos o tratándonos mal, sino también vulnerando nuestra integridad y nuestro cuerpo”.

 

Teniendo en cuenta lo anterior, estos espacios en donde se dio el encuentro de participación de estas mujeres fueron significativos y allí, se encontró la oportunidad de reivindicarse y fortalecerse. Tal como se expresa en la entrevista 9, una de las participantes declara: “siento mi cuerpo fuerte, vulnerable y como un medio para expresarme y defenderme”. Estos espacios de protesta y lucha proporcionaron un escenario propicio para que las mujeres experimentaran una combinación de vulnerabilidad y fortaleza, donde su cuerpo se convirtió en un medio para expresar su resistencia y enfrentar las adversidades. En este sentido, estos encuentros colectivos se erigieron como momentos empoderadores y de consolidación de identidades, permitiendo a las mujeres reafirmar su presencia y voz en la sociedad.

Es pertinente destacar que de las 31 referencias a la palabra “vulnerabilidad”, en 28 ocasiones se menciona en los relatos de las entrevistadas en relación con hechos vinculados a la violación de derechos humanos, principalmente por parte del ESMAD. Las mujeres narran estas experiencias de la siguiente manera: “Siento que es necesario manifestarse en general cuando se vulneran nuestros derechos y también cuando hay tanto que hacer por la justicia en cuanto a desapariciones, violaciones y abusos de todo tipo” (Entrevista 16). Otra participante menciona: “La fuerza pública se lleva a las mujeres a lugares que no son los CAI[2] y demás, llegando a abusar de ellas solo por ejercer la humillación en nosotras” (Entrevista 21).

En este contexto, se evidencia cómo las mujeres entrevistadas relacionan la vulnerabilidad con la violación de sus derechos humanos y las acciones perpetradas por el ESMAD. Además, resaltan la necesidad de manifestarse y luchar por sus derechos Asimismo, se destaca la perspectiva de género, donde las mujeres en escenarios de protesta enfrentan una mayor vulnerabilidad en comparación con los hombres, especialmente aquellas que pertenecen a la comunidad transgénero, así se manifestó en la entrevista 7: “El asunto es que estamos en un país machista con tendencias misóginas y la mujer en escenarios de protesta aún es mucho más vulnerable que un hombre, ni se diga si es una chica trans”. Estas narrativas evidencian la complejidad y las diversas dimensiones de la vulnerabilidad que experimentan las mujeres en el contexto de las movilizaciones sociales.

Con 27 referencias, la identidad se registra para referirse a la unión nacional y, en algunas entrevistas de la identidad como mujeres. Una participante expresa: “Sensaciones que me llenan de satisfacción por el reconocimiento también que se nos ha hecho a lo largo de la historia para poder manifestarnos en diversos espacios a partir de la conciencia de género” (Entrevista 17). Esto refleja la importancia de los temas relacionados con el género y el reconocimiento histórico para la movilización.

La dignidad, mencionada en 20 ocasiones a lo largo de las entrevistas, se manifiesta como la posibilidad de expresarse con libertad y lograr coherencia entre el pensamiento y la acción. Una participante refiere: “Lo podría describir como la oportunidad de levantar mi voz y la posibilidad de seguir empoderándome de lo que soy y de lo que pienso” (Entrevista 8). Esto destaca la importancia de la voz propia y la capacidad de influir en la realidad. Además, la dignidad está relacionada con la sensación de emancipación y la lucha por cambios verdaderos en el país. Otra entrevistada expresa: “La sensación de emancipación, de poner mi granito de arena para generar cambios verdaderos para nuestro país, de fuerza y resistencia para obtener nuestros derechos y sensación de que tengamos verdadera justicia y equidad para todas y todos” (Entrevista 9). Esto resalta el deseo de justicia, equidad y la búsqueda de cambios significativos.

Por tanto, el cuerpo, concebido como un recurso de expresión y sujeto a la influencia de imaginarios comunes que lo modelan y le otorgan significado, adquiere relevancia en el análisis de las mujeres. En particular, se observa que sus estéticas corporales reflejan un control y dominación social, en gran medida masculinos, lo cual implica que los discursos sociales que legitiman y construyen la representación del cuerpo se basan en formas de disciplina. De este modo, se puede comprender al cuerpo como el espacio donde se inscribe y se disputa el poder, históricamente situado (Citro, 2009; Scribano, 2016).

El cuerpo/emoción de la mujer cuando decide aparecer en escenarios públicos, se imbuye en una performatividad que ya en sí es resistencia a las formas de disciplinamiento social y que por tanto da lugar a ejercer el derecho a la propia vida; una vida que expone un cuerpo, que enuncia escenarios de luchas políticas por la autonomía, la integridad y la vida (Jiménez, 2015).

Durante el paro nacional colombiano del 2021, las mujeres experimentaron una amplia gama de emociones, lo cual evidencia que sus cuerpos se encontraron en un punto de convergencia para diversas luchas de poder. Estos cuerpos fueron capaces de proyectar posibilidades de cambios estructurales significativos y romper con su histórica subordinación en lugares de sumisión. Aparecen como cuerpos indignados, fuertes, valientes, que exigen derechos (ver figura 2) y que, a pesar del miedo de exponer su carga histórica en el terreno de lo público, se describen incluso felices y, como ellas mismas lo relataron, empoderadas e ingobernables.

 

Figura 2.  Participación de mujeres en las movilizaciones

 

Nota: Cifuentes (2021).

Fuente: fotografía perteneciente al banco de fotos recopilado para el desarrollo de esta investigación

 

La protesta social, reconocida como una herramienta para expresar inconformidades, injusticias, indignación y deseos de reforma, atrae a personas que buscan un cambio político en su sistema de gobierno (Ramos, 2018). Estas personas se unen en torno a dicho deseo, generando una fuerte sensación de identidad nacional, como se evidenció en las narrativas de algunas de las participantes. La protesta social implica una acción que se expresa a través de la presencia física y emocional, reflejando un anhelo de cambio y resistencia frente a normativas, discursos o medidas estatales que afectan a la población.

Sin embargo, pese a esta fuerza colectiva, el miedo se evidencia casi tanto como la resistencia, porque se sabe del poder que tiene el Estado para disciplinar a través de la violencia.[3] Por tanto, se potencian emociones como la indignación, la sensación de injusticia, la desigualdad social y la vulnerabilidad, este último particularmente en las mujeres –aunque no exclusivamente– porque sus cuerpos históricamente han sido blanco de estas violencias.

Si bien sus cuerpos están expuestos siempre (vulnerables) en el marco de la protesta social se sienten más expuestas a diferentes tipos de poderes y de violencias, en este caso principalmente del ESMAD, lo que abrió e hizo necesaria la construcción de redes de cuidado entre las mujeres que salían a protestar.

Es en este sentido que los cuerpos/emociones constituyen las maneras de estar, sentir y procesar el mundo que los rodea, lo que se aprende, se conoce y se vive se hace por y a través del cuerpo (Scribano, 2016).

Desde esta perspectiva, es importante resaltar que la clasificación del cuerpo de acuerdo al sexo y al género ha venido marcando distinciones vitales de relacionamiento en el mundo social y político (Lamas, 2000), por esta razón, la participación de las mujeres en la protesta social adquiere un doble significado, en tanto no solo demandan cambios en general, sino que sus cuerpos allí hablan de los cambios que sus propias luchas han generado y también de las permanencias con las que aún conviven. Sus cuerpos en la protesta social, se convierten en símbolo de resistencia.

De esta manera, se evidenciaron algunos discursos alrededor del cuerpo de las mujeres en medio del paro nacional. Estos discursos ahondaron en los significados y resignificaciones sobre sus cuerpos. Su participación en los distintos escenarios de las protestas fue diversa. Incluyó estar allí marchando y arengando, así como realizar puestas performativas que involucraron la desnudez, un vestuario determinado y la escritura sobre sus cuerpos.

Estas acciones revelaron narrativas que las mujeres, y la sociedad en general tiene sobre los cuerpos de las mujeres. Además, surgieron juzgamientos por desnudarse y por evidenciar la rabia a través de sus cuerpos. Estos juzgamientos salieron a la luz y permitieron observar tanto las permanencias como las rupturas en la concepción del ser mujer en la sociedad colombiana actual. La figura 3, a continuación, contextualiza el uso del cuerpo y la escritura como formas de manifestación.

 

Figura 3. Grafiti realizado durante las movilizaciones

 

Nota: Dpablos (2021).

Fuente: fotografía perteneciente al banco de fotos recopilado para la investigación.

 

 

En este punto, la exposición de estos cuerpos-mujeres, buscan enfrentarse a un sistema que vulnera y castiga a quienes no se ajustan a los modelos de vida impuestos. Este enfrentamiento se realiza directamente contra el Estado.

Los cuerpos de las mujeres se expresan, con elementos performativos que buscan captar la atención no solo de los gobernantes, o de los medios de comunicación tradicionales, que suelen mostrar una visión institucional de la protesta, sino también de otras personas y elementos presentes en la sociedad y el espacio (Butler, 2017).

Los cuerpos de las mujeres, en ocasiones de manera colectiva y organizada, se apropian de los escenarios públicos, con el propósito de exhibir aspectos privados e individuales que los hacen vulnerables.

A través de esta apropiación, logran comunicar a la sociedad sus necesidades y demandas (Castillo, 2012). La figura 4 ejemplifica una de las formas de organización que se dio durante el paro nacional colombiano. Las madres de primera línea, fueron mujeres comprometidas que se manifestaron junto a sus hijos e hijas, demostrando su participación activa.

 

 

 

 

 

Figura 4. Las mamás de la primera línea durante las movilizaciones

 

Nota: Caro (2021).

Fuente: fotografía perteneciente al banco de fotos recopilado para la investigación.

 

En este entramado, los cuerpos/emociones de las mujeres durante el paro nacional del 2021 en Colombia ha desempeñado un papel fundamental en la búsqueda y construcción de alternativas colectivas. A través de estrategias de resistencia democrática, ya sea de manera abierta o subyacente, las mujeres han manifestado su compromiso y su participación activa en la lucha por la justicia social y la transformación del sistema.

Es así como, durante el paro nacional del 2021 en Colombia, los cuerpos/emociones de las mujeres han sido protagonistas en la construcción de un nuevo escenario político y social. Su participación activa, sus estrategias de resistencia y la formación de redes de apoyo, son muestras claras de su empoderamiento y su compromiso con la transformación de la sociedad. El cuerpo/emoción, se convierte así en un espacio de lucha y reivindicación, donde se desafían los discursos hegemónicos y se construyen narrativas nuevas de participación y empoderamiento de las mujeres.

 

3.2. Prácticas de resistencia

 

La segunda categoría, Prácticas de resistencia –con 17 códigos– evidenció la fuerza de las redes de apoyo como principal fuente de resistencia, con 54 menciones a lo largo de las entrevistas; luego se encuentra el cuerpo con 22 referencias; el vestuario con 19; la desnudez, la erradicación del patriarcado y las narrativas sobre los cuerpos de las mujeres, cada una 13 veces mencionada. A continuación, se muestran los resultados en la tabla 2.

 

 

Tabla 2. Categoría “prácticas de resistencia”

Nota. Datos tomados de las entrevistas realizadas y analizadas en Atlas Ti.

Fuente: elaboración propia.

 

De acuerdo con Judith Butler y lo descrito en su libro Cuerpos aliados y lucha política (2015), se puede entender la resistencia como una práctica social y la forma en que las comunidades enfrentan la precariedad buscando el cumplimiento de los derechos de las minorías por medio de alianzas que posibiliten cuidado y apoyo.

La resistencia tiene la característica de ser una lucha contra la normativa y pretende combatir la precariedad por medio de la transformación social y política, donde existan condiciones de igualdad tanto en el ámbito público como en el privado a partir de las diversas formas de solidaridad y acción colectiva, estas acciones no siempre están dentro de la legalidad por lo que en algunos casos, es necesario reducir la exposición ante la intervención de los agentes del sistema. Sin embargo, acá se hace una distinción clave en cuanto a la resistencia, si bien las relaciones en cuanto a poder, suelen provocar algún tipo de resistencia, esta carece de sentido cuando se enfrenta ante aquellas instituciones generadoras de un bienestar social.

En el contexto de la protesta social se evidenció que las prácticas de resistencias sociales, como formas colectivas de enfrentamiento a los agentes del orden, en las que usualmente se presentan varios tipos de violencia –incluida la institucional– hacen parte de las elecciones de las mujeres cuyos cuerpos se direccionan a habitar estos espacios de oposición. Por tal razón, van a conformar esas acciones que buscan develar las relaciones de poder desiguales, la vulnerabilidad de los derechos humanos, el poder hegemónico del Estado sobre la sociedad civil, las distintas violencias estructurales, precariedades dominantes y patriarcales. En este entramado, los cuerpos/emociones de las mujeres buscan desarrollar construcciones de alternativas desde lo colectivo, estrategias de resistencia democrática, de manera abierta o subyacente, como muchas de ellas lo señalaron a través de las redes de apoyo.

Las entrevistadas resaltaron la importancia de las redes de apoyo, conformadas por sus familiares y amigos. como práctica fundamental de resistencia frente a la violencia estatal. Según una de las participantes, “estando en grupo ubicamos puntos de salida o de nuevo encuentro en caso de que pase algo” (Entrevista 14). Otra afirmó que “el acto de cuidado más importante para nosotras en escenarios de marcha es estar pendientes todas de todas en todo momento, no dejarnos solas, si vemos que algo se puso muy pesado pues irnos” (Entrevista 1).

Como lo afirma Marcela Lagarde (2006) no es casual que las mujeres se junten, pacten y se cuiden cuando se encuentran en lo público, porque los derechos humanos para ellas no han sido la norma. Esta solidaridad entre mujeres emerge con más fuerza en lo público, reclamando la prohibición patriarcal que se evidencia cuando se tejen lazos de cuidado, porque existe una conciencia colectiva –de mujeres– en tanto las violencias afectan a todas.

En estos casos se puede observar cómo, estos cuerpos que aparecen adquieren fuerza en la juntanza y en la conciencia de reconocerse vulnerables frente a las acciones del Estado. Lo anterior implica la capacidad de reacción frente a un momento de crisis, para lograr mantenerse en el tiempo a pesar de las acciones de poder que trataron, a través de la violencia, de impedir su presencia en las calles. Tal como lo señala Butler (2010) cuando afirma que son las relaciones de poder y dominación las que determinan quienes pueden ser vistos y oídos.

Ahora bien, como lo muestra la figura 5, los cuerpos/emociones como práctica de resistencia, se narraron como un territorio de soberanía y una herramienta para expresar inconformidades con libertad desde el performance (6), la desnudez (13), teatro (1), vestuario para salir a marchar (19). Esto incluyó un discurso antipatriarcal (13) de la mayoría de entrevistadas y algunas conversaciones con narrativas históricas/actuales sobre el cuerpo (13).

 


 

Figura 5. Interconexión

Nota. Datos tomados de las entrevistas realizadas y analizadas en Atlas Ti.

Fuente: elaboración propia.

 

La presencia de las mujeres en las calles fue una manera de contestar al poder estatal. Durante una de las entrevistas, la participante expresó que “el cuerpo es una soberanía y por lo tanto debe ser visto de esta manera. Si algunas mujeres deciden desnudar su cuerpo y escribir en él como una forma de protestar contra la objetivización lo apoyo” (Entrevista 17). Cuerpos/emociones que, en palabras de Amartya Sen (1985) tienen capacidad de agencia, porque actúan con libertad de acuerdo a los que consideran importante (1985: 203). En este contexto, otras mujeres identificaron los cuerpos de mujeres como “beligerante, guerrero, rabioso, el cuerpo se desdobla y se convierte en escudo y en aviso público de denuncia” (Entrevista 18).

Otra de las participantes reitera la potencia del cuerpo desnudo de las mujeres en espacios públicos como una forma de comunicar desde la vulnerabilidad de reconocerse mujeres en una sociedad que las ha violentado: “La desnudez del cuerpo en las marchas me hace sentir poderosa, aun cuando no sea yo quien lo haga, porque me veo representada en cada una de ellas, en su fuerza y valentía” (Entrevista 3).

Para las mujeres, su cuerpo, que ha sido históricamente controlado por otros, en estos escenarios se configura en una herramienta de resistencia: “Mi cuerpo se siente fuerte, vulnerable y como un medio para expresarme y defenderme” (Entrevista 9). Se hace presente una conciencia del cuerpo como propio y por tanto la autonomía y la ingobernabilidad aparecen: “el cuerpo es su territorio [...] es una manera de manifestar la victoria, frustración o el sentimiento que las movilice a realizar esa muestra” (Entrevista 23).

Los cuerpos de las mujeres, durante las protestas del paro nacional colombiano del 2021, ejercieron actos transformadores en tanto disruptivos del disciplinamiento de los cuerpos (Foucault, 1983). Se juntaron para protegerse de las violencias estatales y de esta forma resistir ante un poder y sistema de dominación que les ha negado su visibilización. Aparecen desnudos, pintados, llamativos, para comunicar su existencia y las carencias que en materia de derechos esta ha conllevado.

Precisamente las resistencias sociales van a permitir la congregación conjunta de los cuerpos ocupando un lugar de práctica a través de sus movimientos que reivindican y hacen un llamado de atención a partir de la lingüística o de los mismos cuerpos. Es así como,  en estos espacios nutridos de cuerpos en resistencia, es que se representan en sí mismos los principios de la libertad y la igualdad (Butler, 2017), por lo menos mientras dura la puesta en escena de las protestas y los movimientos, se da una muestra de la inconformidad frente a la vulneración de derechos e inequidad en general, donde las mujeres requieren mantenerse en alianza, unidas, conservándose en estos espacios de participación y disputa activa prolongadas en el tiempo, porque es bajo la resistencia, la rebeldía y la lucha que se logra una vida vivible, como lo señala Butler (2017), que direccione hacia un orden social igualitario.

En este sentido, el cuerpo/emoción, expuesto en el marco de la protesta, corresponde con dinámicas propias de ese momento, por ejemplo, el vestir se convirtió en una forma de ritualizar la preparación para desplazarse y visibilizarse, en y hacia los espacios de protesta. Varias participantes hicieron referencia a esto: “cuando han sido temas de la reivindicación de la mujer, utilizo pañoletas alusivas al color morado, si tiene que ver con el paro nacional por crisis del agro suelo salir con la ruana característica o en ocasiones puedo pintar en mi rostro algo alusivo” (Entrevista 23). Otra explica que: “Me pongo botas planas y para lluvia, llevo una carpa, sombrilla para defenderme, un tarro con vinagre por si hay gases” (Entrevista 17).

De tal forma, muchas mujeres resistieron desde sus cuerpos de mujer. Desnudarse, amamantar a sus hijos e hijas en medio de las marchas, escribir sobre la piel, portar pañoletas de colores característicos que dan información sobre posiciones políticas, usar pinturas o leyendas en parte del rostro o el cuerpo, se percibieron como actos de ruptura con el imaginario tradicional que aún pervive acerca de las mujeres.

Algunas de las participantes manifestaron directamente haberlo hecho como símbolo de resistencia y manifestación a través de sus cuerpos. Es aquí donde estas corporalidades emocionadas se desligan del rol interiorizado e impuesto y eventualmente empiezan a producir, transformaciones. En la figura 9, se puede evidenciar el acto disruptivo de amamantar que rompe con el estereotipo tradicional de llevar a cabo esta acción.


 

 

Figura 9. Mujer amamantando durante las movilizaciones

 

Nota: Por Dpablos (2021).

Fuente: fotografía perteneciente al banco de fotos recopilado para el desarrollo de esta investigación.

 

Precisamente el paro se convierte en la suspensión de lo que se viene realizando, y en este espacio suspendido, se desafía y se cruzan límites de lo que somos y deseamos, y cómo se va configurando la construcción de un momento histórico. Es así, como las mujeres a través del paro, desafiaron las fronteras de lo que se define que debe ser una mujer, un cuerpo de mujer, cuyos cuerpos conformando el paro en estos escenarios de resistencia, “permitieron albergar múltiples realidades que transformaron, desafiaron y actualizaron” (Gago, 2019: 25) la dinámica misma de las protestas sociales.

Por lo tanto, el paro nacional del 2021 y sus dinámicas constituyeron un proceso y no un acontecimiento, como lo señala Gago (2019: 28), “no es una fecha aislada en el calendario, ni la producción espectacular de una acción que termina en sí misma”. Esto implica continuidad y en ese proceso de ser de las mujeres, en esta apertura de las luchas, los cuerpos conforman un territorio soberano. Desde el lugar de la libertad, se busca el “gobierno propio del cuerpo” (Pérez, 2019: 46), que implica autodeterminación, autonomía decisional, consentimiento libre e informado y redistribución de la autoridad epistémica, con el objetivo de vivir una vida digna en igualdad de condiciones.

Los cuerpos/emociones de las mujeres como territorios soberanos tienen vida y toman decisiones sobre sí mismos, siendo plenamente conscientes de formar parte de un todo, de lo colectivo, de un cuerpo social. Por tanto, las múltiples prácticas disruptivas que sus cuerpos/emociones expresan durante el paro deben entenderse como una forma de resistencia a los condicionamientos históricos a los que han sido sometidos, exigiendo otras formas de vida y reconocimiento desde la igualdad (Quintana, 2019).

A través de estas prácticas, los cuerpos/emociones de las mujeres denunciaron al patriarcado en sus múltiples manifestaciones y pidieron su erradicación. Durante las protestas, su cuerpo/emoción enunció libertad para salir, sintiendo que se podía actuar en consecuencia con el deseo y la emoción, pese al temor de la represión estatal.

En esta línea, Núñez, Fernández y Farné (2018) abordan la relación entre la resistencia y la vulnerabilidad, planteando que la primera es una  consecuencia natural y esperada de la segunda, que conlleva al cambio.  De acuerdo con los autores:

 

“La vulnerabilidad presenta otras dimensiones que la convierten en un potencial instrumento políticamente transformador. Desde la propia vulnerabilidad se pueden desafiar los marcos prevalentes de inteligibilidad de la víctima de manera que esta ocupe el espacio de la agencia sin renunciar a la transformación que ofrece la vulnerabilidad. Transformaciones que pasan por discutir críticamente la vulnerabilidad como una estrategia de resistencia, deslizándose de los procesos de victimización” (Fernández y Farné: 186).

 

La vulnerabilidad de ninguna forma es inédita de resistencia, pero ha tomado fuerza en el tiempo reciente revelando y exponiendo a las mujeres como un (a) colectivo (a) con capacidad de demanda y gestión de reivindicaciones de derechos humanos, precisamente porque es en sus cuerpos/emociones donde se circunscriben estas vulneraciones.

Durante el paro nacional en Colombia, si bien las mujeres protestaron por aspectos de la economía y política nacional, las reivindicaciones propias de su género estuvieron muy presentes, movilizadas en gran medida por las violaciones sexuales ocurridas durante el mismo. En la siguiente figura, se aprecian algunas de las motivaciones que mantuvieron a los cuerpos/emociones de las mujeres presentes durante los meses de protestas.

 

Figura 10.  Mujer protestando en las movilizaciones

 

Nota: Guevara (2021).

Fuente: fotografía perteneciente al banco de fotos recopilado para el desarrollo de esta investigación.

 

Pese a que el origen del paro en Colombia no estuvo directamente relacionado con la vulneración de los derechos de las mujeres, los hechos de violencia ocurridos contra ellas potenciaron la necesidad de resistir al sistema de poder que sistemáticamente las ha agredido. Sus cuerpos/emociones agenciaron claramente diferentes formas de resistencias.

 

3.3. Escenarios de resistencia

 

La última categoría, Escenarios de resistencia, identificó 14 lugares que las participantes mencionaron como los más frecuentes en el paro nacional del 2021. El más recurrente fue el Parque Nacional con 8 referencias, la Plaza de Bolívar y la Plaza de la Hoja con 5.

En términos generales la identificación de espacios públicos para la protesta no fue tan marcada, aunque algunas mujeres reconocieron la importancia simbólica de los espacios, la mayoría se referían indistintamente a los escenarios que habitaron sin evidenciar un sentido de pertenencia o una preferencia por alguno. Sobre estos hubo 20 referencias. A continuación, se muestran los resultados en la tabla 3. 

 

Tabla 3. Categoría Escenarios de resistencia

Nota. Datos tomados de las entrevistas realizadas y analizadas en Atlas Ti.

Fuente: elaboración propia

 

Los espacios de resistencia habitados por hombres en el discurso de una historia oficial colombiana, fueron reconfigurados en el paro nacional del 2021, por ende reconfiguraron los relatos históricos sobre las movilizaciones sociales en Colombia. Por primera vez las marchas se descentralizaron de lugares como la Plaza de Bolívar –en el centro histórico de la ciudad– diversificando esta espacialidad pero también resignificando distintos puntos de la ciudad y del país que, además, fueron habitados por una población mayoritariamente diversa, en términos de edad, raza, clase y género.

Para los ciudadanos en Bogotá, tradicionalmente la Plaza de Bolívar ha significado un lugar conmemorativo central durante las marchas, principalmente por su cercanía a la casa de gobierno. Por esta razón, para los y las manifestantes históricamente ha sido el lugar donde desembocan las marchas. Las participantes hicieron énfasis en este hecho para luego expresar cómo esto había cambiado durante el paro del 2021: “Varios puntos de encuentro van tomando relevancia y ya para muchas personas tiene un significado histórico como la Plaza de Bolívar” (Entrevista 13). Otra de ellas expresó:

 

“El centro porque se convierte en un lienzo de expresión que es visible para muchos transeúntes, aquí la protesta toma escenarios artísticos como de intervención de mural, o performance, o reunirse para hacer algo que de crítica social en forma de arte” (Entrevista 5).

 

Sin embargo, la concentración de la protesta en una zona específica de la ciudad durante los primeros días de las marchas se vio acompañada de una serie de episodios violentos protagonizados por el ESMAD contra los manifestantes (Garzón et al., 2021). Con el objetivo de evitar que la fuerza policial se concentre en un único punto para disuadir a los participantes, la protesta comenzó a descentralizarse. Esta descentralización tuvo como consecuencia la participación de un mayor número de personas, ya que los puntos de concentración de los manifestantes se ubicaron geográficamente cerca de sus hogares. Al respecto, una de las entrevistadas manifestó: “Generalmente prefiero las marchas que inician cerca de mi lugar de residencia o en un lugar donde pueda regresar rápidamente a mi casa en caso de algún incidente” (Entrevista 2).

Además, esta descentralización produjo un proceso de descubrimiento y sensibilización con la realidad social del país. Una de las participantes del estudio compartió que:

 

“Antes creía que la Plaza de Bolívar era donde debía condensarse toda la movilización por la carga histórica y cultural de la Candelaria, pero justamente el paro 2021 me hizo cambiar de opinión [...] Justamente la descentralización de la protesta social en Bogotá me hizo repensarme desde mis privilegios, pues condensar las marchas en barrios populares me permitió reflexionar sobre los lugares de la ciudad de desconozco y desde lo que se han creado movimientos de lucha y resistencia muy poderosos por sus contextos y medios de vida” (Entrevista 3).

 

La descentralización de las manifestaciones posibilitó que gran número de marchantes escogieran los lugares de protesta de acuerdo a la cercanía de sus viviendas, porque esto les permitió sentirse seguras en caso de que se presentara la violencia estatal. Sin embargo, algunos sitios sí revistieron una simbología especial para las mujeres, como es el caso del Parque Nacional –por el feminicidio de Rosa Elvira Cely[4] y por tanto estos lugares adquirieron un peso simbólico en términos de resistencia y dignidad que se potenció con la sensación del empoderamiento de espacios que son públicos, pero con los que las mujeres, y la ciudadanía en general, no había desarrollado vínculos de apropiación. Durante una de las entrevistas, una mujer manifestó que:

 

“En el parque nacional si tengo un vínculo emocional y es que ahí hay una placa en honor y recordación a Rosa Elvira Cely que en paz descansé la cual fue violada, empalada y torturada en ese parque. Y todo lo que ella sufrió por ser mujer fue algo que me marcó y dolió profundamente” (Entrevista 9).

 

En este sentido, algunos espacios de la ciudad que habían ganado importancia en las movilizaciones feministas, como la Plaza de la Hoja –más cerca al sur de la ciudad, donde viven la mayoría de personas de bajos recursos– y el mismo Parque Nacional, adquirieron protagonismo para toda la ciudadanía, pero especialmente para las mujeres. Una de las entrevistadas mencionó que: “lugares como la Plaza de la hoja son fundamentales para las mujeres y para el movimiento feminista, pues detrás tienen un significado muy importante respecto a la protesta y al reclamo de ciertas problemáticas y desigualdades sociales” (Entrevista 1).

Estos lugares fueron elegidos porque ya las mujeres ya habían creado vínculos con ellos y estos lazos estaban fundados en sucesos violentos y de vulneración de derechos, como se evidencia en el siguiente apartado: “Por eso son elegidos, son lugares de vulneración en los que se encarna la desidia y la rabia y representan a lo que nos resistimos y queremos transformar” (Entrevista 12).

Estos lugares elegidos para hacer resistencia, estrecharon su identidad con las mujeres por la violencia machista vivida allí, la Plaza de la Hoja permaneció como un escenario de reivindicaciones puntualmente feministas y aunque las mujeres estuvieron presentes en todos los espacios de las marchas, la significación de estos lugares continuó siendo de, por y para ellas.

 

 

4. Reflexiones finales

 

 

Las prácticas de resistencia sociales, como maneras colectivas de enfrentarse al establecimiento, usualmente contienen varios tipos de violencia y hacen parte de las elecciones de las mujeres cuyos cuerpos/emociones habitaron estos espacios de oposición. Pusieron en evidencia las relaciones de poder desiguales y las vulneraciones de los derechos humanos.

Las principales agresiones registradas por los relatos de las mujeres que participaron en este estudio provinieron del Estado, representado en la fuerza pública, y evidenciaron el sujetamiento de sus cuerpos al disciplinamiento social, pero al mismo tiempo a través del miedo, la alegría, la vulnerabilidad y las redes de apoyo construidas, pusieron de manifiesto las rupturas que históricamente también han venido logrando.

Por consiguiente, parar dio paso a la apropiación de sí mismas, de sus discursos y sus nuevas formas de narrarse. El tiempo del paro fue liberador y empoderador, en tanto tejieron redes de apoyo que gestaron una nueva forma de cartografiar los cuerpos habitados, resignificando su deber ser, adentrándose a una desobediencia que en palabras de Gago (2019: 23) se da por “la continua expropiación de nuestras energías vitales, expoliadas en rutinas agotadoras”. De tal forma que el parar las puso en pie de lucha y dio un horizonte de sentido.

Es importante resaltar que, aunque la motivación para participar en las manifestaciones no se centraba principalmente en cuestiones específicas de la opresión de las mujeres en la sociedad, se destacó una conciencia activa al ocupar los espacios de protesta. Una manifestación concreta de esta conciencia se manifestó a través de la formación de grupos y redes de apoyo entre las mujeres, lo que les permitió visibilizarse como un cuerpo unificado, brindarse apoyo mutuo y, de esta manera, resistir en conjunto.

Las resistencias por parte de las mujeres, se manifestaron principalmente frente a  las violencias patriarcales y demostraron la necesidad de acciones conjuntas en escenarios en los que ellas se identifican como más vulnerables que los hombres y deben lidiar con emociones como el miedo a ser abusadas sexualmente.

En este sentido, es relevante resaltar que, durante este paro, los cuerpos de las mujeres continuaron siendo objeto de dominio y control, evidenciando la carga histórica de confrontación de poderes, pero desde ese lugar también las redes de apoyo se erigieron como un medio de resistencia, no solo por el cuidado, sino también porque ante cada agresión la solidaridad entre las mujeres se fortaleció. Lo anterior podría interpretarse, no solo como una forma poderosa de resistencia, sino como disruptiva con miras a transformar radicalmente el cuerpo/emoción de las mujeres en la sociedad, especialmente en esta clase de escenarios en los que históricamente se han visibilizado los hombres.

A través de algunas prácticas performativas emergieron narrativas sobre el cuerpo de las mujeres, evidenciando algunos discursos tradicionales, pero también resignificando, como una manera de resistencia, estos relatos patriarcales. El cuerpo como soberanía, expresado por algunas de las participantes y reflejado en varias de las fotografías, fue quizás la afirmación más contundente que invitó a despatriarcalizar los cuerpos de mujeres.

En este sentido, es importante visibilizar dichas prácticas como ejercicio artístico y performativo, que argumenta situaciones de base que deben ponerse sobre la mesa de los estudios sociales y humanos. Por ejemplo, la comprensión de la importancia de realizar estudios desde la interseccionalidad, violencia sistemática, las vulneraciones reiterativas a los derechos humanos de las mujeres en escenarios de protesta social, las vulneraciones subsecuentes a sus hijas e hijos y sus familias, el aumento de las brechas en distintos ámbitos del desarrollo personal, territorial, social entre otros, que resultan siendo las raíces de la resistencia.

Por último, es relevante destacar que la descentralización de los escenarios durante este paro nacional, permitió a la      ciudadanía, en este caso a las mujeres, una apropiación de los lugares desde la identidad y un recurso para  su propio cuidado. Aspectos que resultaron importantes para las participantes a la hora de elegir dónde se encontrarían para resistir.

Finalmente, este estudio considera importante subrayar otro tipo de conocimiento que resulta de este proceso investigativo, en cuanto a lo metodológico, y es reconocer la narrativa como una potencia que va mucho más allá de recabar datos, sino, sobre todo, permite realizar análisis más profundos de una realidad tan significativa como esta y de otro lado, el uso de las imágenes como lugar de enunciación tanto de sus protagonistas, las mujeres, como de quien toma la imagen. También dio nuevas herramientas, no sólo técnicas sino analíticas, para nutrir la reflexión y el análisis. La imagen y sus narrativas tuvieron gran importancia en el proceso de desarrollo y visibilización de esta investigación y permitió a las investigadoras la posibilidad de llegar de otras formas a la población.

 

 

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[1] ESMAD: Escuadrones móviles antidisturbios de la Policía Nacional de Colombia, que tiene como misión: “Asesorar a la Jefatura Nacional del Servicio de Policía y a las unidades policiales en la atención manejo y control de multitudes, disturbios y restablecimiento del orden público, para la seguridad y convivencia en el territorio nacional” (n.d.).

[2] CAI: Centros de Atención Inmediata de la Policía Nacional destinados a ofrecer atención inmediata a la ciudadanía.

[3] Solamente en el paro nacional colombiano del 2022, distintas organizaciones de Derechos Humanos y varias asociaciones de prensa establecieron la violencia estatal contra los y las manifestantes así: 75 asesinatos, 83 víctimas de violencia ocular, 28 mujeres víctimas de violencia sexual, 1,832 detenciones arbitrarias y 1,468 casos de violencia física (INDEPAZ, Temblores ONG, 2021; Sisma Mujer, 2021).

[4] Este feminicidio, ocurrido en Colombia en el año 2012, debido a, por un lado el nivel de barbarie y, por otro, la negligencia por parte del Estado, generó la Ley Rosa Elvira Cely, que tipifica por primera vez en Colombia, este tipo de crímenes como feminicidios.