Mujer en la Aduana: 10 poetas rumanas contemporáneas
Autora: Angelica Lambru.
Madrid: Huerga y Fierro Editores, 2022.
María Ángeles Chavarría Aznar |
Universidad Europea de Valencia - España |
Recibido: 17-02-2023
Aceptado: 10-04-2023
A medida que
avanzamos en estas páginas, descubrimos una cuidada riqueza estilística a
través de poderosas metáforas, ya sean adjetivales (“una gran vasija llena de
cielo hirviente”) o verbales (“El vino del cielo tambaleara”) (Ana Blandiana, pg. 16) y otras que se asemejan a las greguerías
(“La soledad es una ciudad / Donde los demás han muerto,”) (Ana Blandiana, pg. 17) o “Las palabras son estrellas caídas de
otros cielos” (Aura Christi, pg.62). Incluso en forma de animalizaciones (“Tu
sonrisa aletea”, Nina Cassian, 29), que, a través del
cuidado de la traductora en la selección de la palabra, dota al verso de un
acompasado ritmo fonético. Esta musicalidad rítmica es una constante que llama
la atención por una minuciosa elección de los sintagmas; como muestra, estos
versos del poema “La garrita”, de Mariana Marín (pg. 89):
“en la pared blanca nos acarició
la risa lacerante, el ego ruidoso, la vida”
La anáfora es
otro recurso recurrente para insistir en aquello que importa y quizás no
detectásemos de otro modo. Un ejemplo es el poema “Centro radiante” de Aura
Christi (pg. 67), concretamente en la segunda y cuarta estrofas. También llaman
la atención diversos poemas con estructura circular, como “La soledad” (pg.17)
o “Termómetro” (pg.21), de Ana Blandiana, así como
las referencias a lo cíclico, como en el poema “El círculo del agua” de Irina Nechit (pg. 135), o en estos versos de Anca Mizumschi (pg. 121): “Al final las cosas acaban / tal como
empiezan [...]”, insistiendo en una visión que se reflejará en el concepto de
la muerte. No faltan las alusiones mitológicas (Perséfone, pg. 39), a los
símbolos del Cristianismo, desmitificándolos a veces (en el poema “La
angelota”, de Ruxandra Cesereanu
( pg. 44), en “La Virgen de los gorriones”, de Ruxandra
Cesereanu (pg. 49), en “Calendario ortodoxo” de Anca Mizumschi (pg. 120) o en “Dibujo” de Ileana Malancioiu (pg. 103), donde hay una reinterpretación de las
escrituras, y las referencias a la cosmología (en “Luna”, de Ruxandra Cesereanu, pg. 45, o en
“Pequeño tratado de navegación”, de Anca Mizumschi,
pg. 113, aunque en este último caso se citen las constelaciones y la Vía Láctea
en un contexto de seducción).
En cuanto a los
temas, uno de los más recurrentes es relacionado con la literatura y el propio
lenguaje: “Todo lo que toco se transforma en palabras” (Ana Blandiana,
pg. 15). O las alusiones metaliterarias en “Este
poema” (pg. 23), o en “Al principio fue la palabra”, de Anca Mizumschi (pg. 114). En este sentido, varias autoras insisten
en que el poema no solo es de quien lo escribe, sino de quien lo inspira, en el
caso de “Elegía” de Mariana Marín (pg.85) o en que el poema existe por el hecho
de ser leído, y solo entonces, en el ya citado “Este poema”, de Ana Blandiana.
La soledad se nos
muestra, como rechazo (“No me dejes sola”, Anca Mizumschi,
pg. 116), o como estado agradable: “La soledad es una ciudad feliz” (Ana Blandiana, pg. 17). Y, opuesto a este tema, encontramos el
acompañamiento, la complicidad sin palabras, como ocurre en el poema “Interior”
(de Nina Cassian, pg. 30), que aúna sencillez y
belleza.
Con más calado
emocional, se presenta el desencanto: “Lo demuestran las lágrimas que gotean a
veces” (Ana Blandiana, pg. 19). O estos versos tan
duros de Anca Mizumschi (pg. 118):
“La realidad se
muestra como una ventana
helada donde ni
siquiera puedes arañar con la uña
letras pequeñas
cuando se te pide rellenar un impreso sobre ti, y
tu brazo derecho
amputado
viaja por el
mundo en un carrito algo más grande.”
Las obsesiones
adquieren diversas formas (“¿Me obsesionaría contigo, acaso, si fueras / feliz?
[...]” (Ana Blandiana, pg. 20), como apreciamos en
esta estrofa de “Inútil” (Nina Cassian, pg. 33):
“Te he sido
inútil como una inversión
de tres
estaciones, o solo de dos,
como si lloviera
en los vasos;
como si sobre los
libros empezara a llover.”
Es interesante el
debate entre la añoranza de hogar y el deseo de libertad, con los consiguientes
contrastes: “Hubo un tiempo cuando me sentía / como en casa en mi cuerpo,”
“Ahora aborrezco tanto orden / Y saber las cosas de memoria de da sueño” E
insiste al final: “Si me fuera ahora, sería para siempre”. (Ana Blandiana, pg. 18). Así se refleja en el poema “Quitar la
nieve”, de Anca Mizumschi (pg. 116):
“hazme una casa
sin ventanas y sin paredes, una casa
donde habite en
el vacío de las puertas interiores.”
En relación con
el hogar, está la referencia a la familia. En ocasiones, desde los recuerdos de
la infancia, a los abuelos, hermanos y padres, como en el poema “Álbum”, de Ioana Nicolaie (pg. 141). Incluso
al entorno afable de las pequeñas cosas que enmarcaban la estampa familiar
(poema “Mayo de 1986” de Ioana Nicolaie
(pg. 143), en el que se refiere a “la ropa”, “las sábanas”, “la panadería”,
“los caldos”, “la leche desbordándose” […] El poema “Adolescencia”, de Ioana Nicolaie (pg. 149), insiste
en estas memorias, ampliándolas a vivencias en el colegio. Unas evocaciones
vitales que continúan a través de las fotos, en el poema “Colección” (Ioana Nicolaie, pg. 150). Otras
veces se alude a los padres desaparecidos, cuya ausencia pesa demasiado (en el
poema “El espejo”, de Irina Nechit, pg. 126):
“Se fueron
uno tras otro se fueron
sin ellos la casa
empieza a
derrumbarse.”
O la alusión a la
madre, en “¿Estás ahí?”, de Irina Nechit (pg.129),
especialmente en la última estrofa, con una añoranza que se desliza entre el
desgarramiento y la inocencia:
“La nube de hojas
tiernas se mueve tan apenas.
¿Estás aquí,
mamá?
¿Así respira el
trébol?
¿Si te cambiara
la tierra
brotarías de nuevo?.”
En relación con
lo anterior, encontramos el poema “Vida de familia” (de Mariana Marín, pg. 91).
La muerte en su dimensión circular es otro motivo frecuente (“La eternidad
trabajosamente redondeada”, “entra y sale de la muerte”, “eterno retorno”) (Ana
Blandiana, pg. 22), como apreciamos en “Poema de
amor” (Mariana Marín, pg. 94). Por otro lado, como contraste con la primavera
aparece en el poema “Pintura al pastel”, de Ileana Malancioiu
(pg. 104), a través de la imagen de una tumba que espera florecer.
Curiosamente, esta comparación con la primavera vuelve a mostrarse en unos
versos de Irina Nechit (pg. 126), que tras rememorar
a los padres muertos regresa a una referencia becqueriana:
“Ahora vuelan
dos golondrinas
por la habitación,
volverán cada
primavera
a su nido.”
Otro tema de
interés es la identificación con la naturaleza, a veces como lugar donde buscar
la pausa, y la admiración por la autenticidad que representa, como ocurre en
varios poemas, concretamente en estos versos de “La naturaleza no es bovárica” (con evidente alusión a la novela de Flauvert):
“La naturaleza no
es bovárica, no finge nunca ser otra
...
al viento no le
importa
Lo que pensamos
de él.”
Esta fusión dota
de confianza y empoderamiento a la mujer: “Sí, estoy preparada para ser / el
viento astuto, transparente, vaticinando naufragios” (Nina Cassian,
pg. 36); o en estos versos de Irina Nechit (pg. 125):
“todas esas imágenes me harían / llorar y ahora no es el momento”.
La sexualidad es
otro tema que se aborda de forma natural, unas veces hecha palabra, como en el
poema “La poesía viene del sexo”, de Mariana Codrut
(pg. 73), otras en forma de sensualidad, que se balancea entre la voluptuosidad
y el erotismo, como en el poema “Tócame” de Ruxandra Cesereanu, pg. 41), o bien se adentra en el salvajismo o la
animalidad matizada con metáforas muy carnales, como ocurre en el poema “Para
redimirme un poco”, de Ruxandra Cesereanu
(pg. 42):
“Mis piernas eran
las de un camello,
mis manos, leonas
viejas,
mis senos eran
escarabajos.
Mis dientes
repiqueteaban,
los ojos se
juntaban a la raíz de la frente y chismorreaban,
mis huesos se
blanqueaban y se hacían de nieve.
En las venas
ladraba una jauría de perros enloquecidos,
mordían todo lo
que encontraban por el camino,
daba igual que
fuera pureza, soledad o ardor.”
Un recurso que se
repite en el poema, “Eh, vida” (Ruxandra Cesereanu, pg. 47)
“mi boca es águila en un nido de acero,
mi nariz es asceta y sacristán,
las pestañas son plumas cortadas de aves muertas mientras dormían.”
Y se refleja
también en el poema “Una pantera negra fui antaño” (Ruxandra
Cesereanu, pg. 46). Aquí destacaríamos el
descubrimiento de la pasión descontrolada que conlleva matices de revelación de
una personalidad desconocida por el propio yo poético: “Mi corazón está raro.
No sabía que se podía amar / así [...]” (Aura Christi, pg. 62).
Hay otros casos
de animalización de la mujer, como en “Terapéutica de los años de la cierva
parda”, de Mariana Martín (pg. 86), en “Ave sacrificada”, de Ileana Malancioiu (pg. 99), en el que se explora el simbolismo de
los animales, o en “El oso”, de Ileana Malancioiu
(pg. 100), donde emana una acumulación de deseos expresados anafóricamente.
Todo ello nos
adentra en una poesía filosófica, reflexiva y profunda donde, como en el poema
“Diario salteado. domingo” de Mariana Codrut (pg. 71)
se toma conciencia del ser y del sentir.
En conexión a lo
anterior, encontramos poemas que reivindican la autenticidad: “No está bien
esconderse. Sé pura / y llanamente tú mismo [...]¨ (Aura Christi, pg. 55),
“[...] Soy / como nunca yo misma aquí [...]”, (Aura Christi, pg. 58) “[...] La
libertad de ser / como eres [...]” (Aura Christi, pg. 60). Y, a partir de ese
reconocimiento del ser, se nos desvela el aprecio de la esencia en todo lo que
nos rodea: “[...] Es como si amara / desde otro ángulo la vida. [...].” (Aura
Christi, pg. 56). Incluso, tras la
lectura de algunos versos, sentimos que nos hallamos ante una poesía que invita
a la esperanza, al crecimiento personal y a la superación. Como muestra, las
dos últimas estrofas del poema “Los que asumen su destino” (Aura Christi, pg.
68).
Un poemario, por tanto, diverso, auténtico, comprometido y de un mérito
literario indiscutible.
Bibliografía
Lambru, Angelica (2022): Mujer en la aduana: 10 poetas rumanas
contemporáneas. Madrid: Huerga y Fierro Editores.