Agenda feminista
Uruguaya: diversa, poderosa y desarticulada
Uruguay feminist agenda: diverse,
powerful and divided
Alicia Lissidini |
Elisa Filgueira |
Universidad Nacional de San Martín y
Universidad de la República - Uruguay |
Universidad de la República – Uruguay |
Recibido: 25-02-2023
Aceptado: 06-06-2023
Resumen
Este trabajo presenta los principales
nudos y diferencias que atraviesan las organizaciones feministas en Uruguay en
un contexto signado por la reacción conservadora a nivel local y regional. Es
producto de una investigación de largo aliento en la que se realizó un mapeo de
todas las colectivas del país, así como el análisis de los encuentros y
desencuentros que surgen de revisar documentos y prensa. Finalmente,
entrevistamos a participantes de las colectivas para confirmar dichos clivajes.
El análisis se inscribe en la perspectiva y debate feminista latinoamericano.
Palabras clave: feminismo, agenda feminista, Uruguay,
clivajes, movimiento social, género, América Latina.
Abstract
This work
presents the main cleavages and differences that feminist organizations in
Uruguay are going through in a context marked by the conservative reaction at
the local and regional level. It is the product of a long-term investigation in
which a mapping of all the collectives in the country was carried out, as well
as the analysis of the meetings and disagreements that arise from reviewing
documents and the press. Finally, we interviewed participants from the
collectives to confirm these cleavages. The analysis is part of the Latin
American feminist perspective and debate.
Keywords: feminism, feminist agenda, Uruguay, cleavages, social movement, gender,
Latin America.
1. Introducción
El objetivo
fundamental de este trabajo es identificar los principales clivajes o nudos que
horadan a las colectivas y las organizaciones feministas en Uruguay desde una
perspectiva latinoamericana. Por clivajes entendemos aquellas divergencias
significativas entre las organizaciones feministas que producen divisiones y
desencuentros, impidiendo la articulación desde la diferencia. Identificamos
además si las diferencias son nuevas o tienen larga data.
Esta investigación
está situada en un contexto signado por dos aspectos que nos parecen claves.
Por un lado, Uruguay atraviesa –en mayor o menor medida que otros países
latinoamericanos– una de las trasformaciones más importante de los últimos
años: tildada como revolución incompleta, pero revolución al fin, y refiere
justamente a la cuestión de género.
Desde aspectos
relativos al empoderamiento económico de las mujeres –lo cual supone mayor
autonomía–, pasando por los temas de identidad sexual y autonomía corporal,
llegando a los aspectos políticos de paridad y redefinición de las esferas
públicas y privadas; los movimientos feministas en América Latina son
protagonistas de cambios que afectan las esferas del mercado, de las familias,
del Estado y de las comunidades. Proponen, abogan y desarrollan nuevas
tecnologías sociales de interpelación de normas y valores, formas estatales y
comunitarias de regulación, de construcción de identidad y de poder, políticas
económicas de autonomía y empoderamiento.
El derecho al aborto, los sistemas de cuidado
y el reconocimiento al trabajo no remunerado, las diversidades en las
identidades sexuales, los dispositivos de combate a la violencia de género o
las nuevas formas de entender a las familias, sus diversidades y su división
sexual del trabajo, son tan sólo algunas de las expresiones de estos cambios
profundos (Filgueira y Franzoni,
2017). Pero incluso más allá de los logros tangibles –que son relevantes–, las
feministas, como señala la antropóloga Sonia Montecinos
cuando se refiere a la sociedad chilena: cuestionan los cimientos sociales de
la cultura machista (citado por Ponce Lara, 2018).
Por otro lado,
asistimos a una reacción conservadora que coloca en la ideología de género a su
principal enemigo. El backlash contra las
agendas feministas y las diversidades tiene como objetivo fundamental revertir
los derechos adquiridos (Pérez Bentancur y Rocha Carpiuc, 2020). En varios países latinoamericanos, y en
ello Uruguay no es la excepción, esta reacción proviene del cambio de gobierno,
es decir de un giro a la derecha.
Ante los avances del
feminismo y al mismo tiempo los riesgos que se presentan, entendemos central
identificar aquellas diferencias que constituyen efectivamente un nudo o un
clivaje que provoca desencuentros y debilita al feminismo en un contexto en que
los derechos, las políticas públicas y los valores adquiridos corren riesgos.
2.
Objetivos y metodología
El objetivo general de
esta investigación, como se ha mencionado en la introducción, es identificar
los principales clivajes que atraviesan los feminismos en el Uruguay.
Los objetivos
específicos son:
a. Analizar
e identificar las principales diferencias y clivajes que surgen de la
literatura y de la lectura de las declaraciones de los Encuentros Feministas
Latinoamericanos y Caribeños (EFLAC). Este análisis es presentado en el
apartado 3 y resume los principales nudos problemáticos en el feminismo en
América Latina.
b. Mapear
el universo de las organizaciones feministas en Uruguay, clasificándolas en
organizaciones “autónomas”, organizaciones con “doble, triple o más militancias”,
“organizaciones profesionales” (ong) y “organizaciones
académicas”. Asimismo, registramos si las organizaciones integraban o no una
organización feminista de segundo nivel. Tanto la clasificación, como la
integración en organizaciones nos permite tener un panorama inédito del
feminismo en Uruguay. Ello se realizó primero apelando a la información en
redes pues las colectivas tiene presencia en ellas, especialmente en Instagram
y en Facebook, luego apoyándonos en prensa –especialmente la diaria, que revisamos durante dos años y en
algunos medios locales– tomando dos fechas emblemáticas en las manifestaciones
de lucha, discursos y expresiones: 8 de marzo y 25 de noviembre. Este análisis
de prensa nos permitió no sólo identificar las organizaciones, sino también
relevar sus consignas y sus repertorios.
c. Identificar
las diferencias y los clivajes dentro del feminismo uruguayo. Teniendo como
referencia lo hallado para América Latina, nuestro objetivo fue entonces
identificar esos nudos problemáticos en el feminismo uruguayo. En primer lugar,
hicimos un análisis histórico apoyándonos en el uso del Archivo “Sociedades en
Movimiento” que recopila la prensa relativa a todas las noticias relacionadas
con las cuestiones de género, a los movimientos de mujeres y al feminismo en
Uruguay, y también toda la documentación aportada desde las organizaciones de mujeres y feministas.
En este punto, ya identificamos los clivajes históricos. En segundo lugar, a
partir del análisis del relevamiento de organizaciones y colectivas de primer y
segundo nivel (que hicimos a partir de redes y prensa) nos permitió identificar
los clivajes que permanecían en el tiempo y los nuevos. Finalmente,
las entrevistas que realizamos personalmente, junto a la información surgida de
YouTube a partir de programas y entrevistas grabados de las organizaciones que
no nos fue posible entrevistar, confirmamos las diferencias y clivajes, es
decir pudimos triangular la información.
3. Diferencias y clivajes en el feminismo
latinoamericano actual
En las últimas décadas las acciones colectivas comienzan
a multiplicarse y sus demandas ocupan una centralidad que nunca antes tuvieron.
Así como fue emblemático el “Ni una menos” en Argentina en 2015, también lo fue
la participación feminista en el estallido chileno en 2019. Sin embargo, las
organizaciones feministas latinoamericanas tienen larga data y sus demandas se
remontan, en el caso de los países que vivieron dictaduras, a las transiciones
a la democracia que se inician en la década del ochenta.
Muchas mujeres se
autodenominan “feministas” y aunque no es inocuo, ya no conlleva, al menos para
un sector importante de la población, el estigma y el riesgo que significaba
hasta la década del noventa. Asimismo, la polisemia del término permite que
mujeres con distintas formas de pensar se sientan parte de ese mismo “campo
discursivo de acción”. Un campo, tomando el concepto de Sonia Álvarez (2019)
que siempre está marcado por la disputa y muchas veces por la ruptura. El feminismo actual se
caracteriza, entonces, por la diferencia y la diversidad. Si bien estos
aspectos tienen una dimensión positiva, en este trabajo queremos analizar los
aspectos negativos de aquellas diferencias que impiden el encuentro.
Uno da las
características centrales de esta nueva etapa es la progresiva ampliación de
las identidades feministas, como queda establecido en los Encuentros Feministas
Latinoamericanos y Caribeños (EFLAC). En algunos espacios feministas se llega a
cuestionar la inclusión de mujeres trans –travestis, transexuales y transgéneros– en el feminismo como señalan Marisa Revilla
(2019), quien analizó los documentos de los encuentros feministas y encuentros
lésbicos. Y este es uno de los clivajes del feminismo y constituye uno de los
nudos problemáticos que se visibiliza no sólo en las movilizaciones del 8 de
marzo, sino en los debates respecto a los marcos normativos referidos a las
personas trans, pero especialmente en cuanto a su integración como feministas.
En algunos países se observa un aumento del ciber
activismo transfóbico (AAVV, 2020) y de grupos
lésbicos transfóbicos que esgrimen argumentos
esencialistas para patrullar las fronteras y dejar afuera a las personas trans
y diversas (Serra, 2022). Este nudo es central en el actual feminismo pues
provoca conflictos de envergadura, impidiendo la acción colectiva y debilitando
al feminismo en tanto movimiento social.
Un segundo nudo
refiere a las trabajadoras sexuales. Es un eje que divide desde el origen a los
movimientos de mujeres, como bien reseña Marta Lamas (2016). Los grupos transfóbicos suelen ser además abolicionistas y rechazan la
incorporación de las colectivas de trabajadoras sexuales, pero también hay
otros grupos feministas que rechazan su inclusión en los encuentros feministas
–a quienes se niegan incluso a llamar de esa manera, negándoles entonces el
estatus de trabajadoras–. Sin embargo, algunas trabajadoras sexuales están
organizadas y se definen feministas –como Putas Feministas– y otras se
mantienen al margen de ese debate y conforman redes transnacionales –como RedTraSex– que demandan el cumplimiento de derechos y se
movilizan bajo el lema “la legitimidad la tenemos, la legalidad la exigimos”
(Loza, 2017). Esta diferencia no tiene la relevancia de la primera, pues no
genera disputas encarnizadas en el espacio público. Es un debate que va en un
segundo plano y no la consideramos un nudo problemático en este contexto.
Aunque, como todas las diferencias que estamos considerando, varían por países
y eventualmente pueden sumarse a otros conflictos.
Fernández Hasan (2020)
señala dos ingredientes del cambio epocal de las
protestas feministas y son aspectos que unen y también generan nuevas
diferencias. Por un lado, siguiendo a Dora Barrancos, el gran vector de los
derechos de las mujeres: la violencia. “Reconocer las violencias quiere decir
reconocer los acosos, las violencias simbólicas, la brutal experiencia de los
feminicidios como algo que no podemos tolerar más” (Entrevista de Kemelmajer a Dora Barrancos, 2019). Violencias que
adquieren estatus jurídico y mayor relevancia para los medios, como
consecuencia de las denuncias de las mujeres. Pero, como lo ilustra la letra de
la canción de Las Tesis: Un violador en tu camino, la forma en que el
feminismo actual, o parte de él encara el tema, difiere del discurso
tradicional. Mientras que, para las feministas de las primeras etapas, el
énfasis estaba puesto en las condiciones de desigualdad entre varones y mujeres
y circunscripta al ámbito de lo doméstico, en las feministas más recientes
surge con fuerza no sólo el patriarcado, sino la interseccionalidad. Como
analizan Raquel Guzmán Ordaz y María Luisa Jiménez Rodrigo (2015: 608) “La
interseccionalidad propone ir más allá de las consecuencias del patriarcado,
pues existen otras matrices de dominación, como son la heteronormatividad,
el racismo o el clasismo, que tienen una injerencia interseccional en los
procesos de exclusión y poder que caracterizan a la violencia contra las
mujeres”. Pero, además, como surge de la letra de la canción a la que hicimos
referencia –Un violador en tu camino– inspirada en los trabajos de Rita Segato (2008), el Estado, el aparato estatal y paraestatal
son claves en el ejercicio y en la reproducción de la violencia[1]. Dicho de una manera
muy simplificada, para un sector las mujeres son “víctimas” frente a lo cual la
única salida es la institucional: más penas para los victimarios, mayor control
estatal, más denuncias contra los varones. Para otras, el Estado es parte del
problema y apuestan a cambios de índole cultural, que incluye a varones y a
mujeres y no necesariamente a aumentos en penas. Sin embargo, no vemos en esta
diferencia un clivaje, sino una oportunidad para articular visiones que pueden
ser complementarias. Dependerá de cada contexto si esta articulación es o no
posible.
El ingreso de las
jóvenes, las “hijas” y las “nietas” al movimiento feminista es uno de los
ingredientes centrales de la enorme masividad alcanzada. Ellas son, además,
quienes le imprimen un nuevo sello temático, estético-expresivo y generacional,
al decir de Silvia Elizalde (2018). Como menciona esta autora, recuperan temas
clásicos del feminismo (el aborto y la autodeterminación de los cuerpos de las
mujeres; la denuncia contra la violencia y los feminicidios) pero incluyen
tópicos propios de su experiencia vital, como el acoso sexual y callejero, los “micromachismos” y el “lenguaje inclusivo”. El sexismo en
sus diversas formas también es objeto de denuncia de las jóvenes, así como la
violencia, la discriminación y el abuso dentro de las instituciones –como en
los centros educativos– y fuera de ellas. Junto con una militancia que rompe
con modelos anteriores y genera clivajes, también surgen formas de denuncias
que son discutibles dentro del feminismo, como los escraches. Los escraches
en Argentina, Uruguay, México y otros países, funa
en Chile y roche en Perú, comienzan a circular en estos años frente
a la ausencia de respuestas por parte de las autoridades, ya sea por acosos y
violencia sexual en ámbitos educativos o en otros espacios. Muy en sintonía con
el #MeToo de Estados Unidos, surgen el #YoTeCreoHermana, #AlMachoEscracho y
otros hashtags con denuncias que incluyen fotos de los eventuales victimarios.
Es decir, aparece una diferencia entre las colectivas: unas apuestan al
escrache, otras rechazan esa forma de denuncia y prefieren usar exclusivamente
las vías legales de denuncia. Esta diferencia todavía no aparece como un nudo
problemático, pero podría serlo en un futuro.
La juventud feminista,
como analizan Marina Larrondo y Camila Ponce (2019) tiene una nueva forma de
relacionarse con la militancia “tradicional”, es
decir con los partidos políticos. Suelen mantener distancia respecto a las
asociaciones y partidos políticos, pero se reservan el derecho a interactuar
como les parezca con grupos y organizaciones que mejor representen sus ideas en
un momento determinado. Al menos dos dimensiones nos interesa
resaltar para el análisis posterior del caso uruguayo, por un lado, el carácter
ciber activista de las organizaciones que va de la
mano de una militancia más gozosa y menos comprometida en términos de tiempo,
lo que también eventualmente genera organizaciones de corta duración. Y el otro
elemento es que hay una tensión entre “nuevas” y “viejas” militantes; entre
ruptura y reconocimiento. Y este malestar podría ser mutuo: las históricas
sentirse amenazadas y poco reconocidas, las jóvenes sin espacio y poco
escuchadas por las más veteranas. Aunque hay ejemplo de articulación entre
activistas de diferentes generaciones como en el “ni una menos” (Jay Friedman y Rodríguez Gustá,
2023) y en la “marea verde” (Elizalde, 2018), la tensión en el abordaje de los
temas y en su priorización, se mantiene. Esta diferencia –generacional–
eventualmente se cruza con otras como el punitivismo
y sus formas, y con la inclusión de personas trans y no binarias. Por lo
pronto, no creemos que sea un clivaje, pero si una tensión que merece
consideración. Creemos que es posible la articulación entre generaciones,
especialmente si la reacción conservadora se hace más fuerte.
Reivindicar la vida y
los vínculos, ponerla en el centro es una característica de parte de algunas
organizaciones del feminismo actual. No sólo el derecho a decidir sobre el
cuerpo –una reivindicación clásica del feminismo– sino a poner el cuerpo: a
encontrarse, a reivindicar derechos, a contar experiencias de vida, a compartir
problemas, a buscar soluciones colectivas y como subraya Raquel Gutiérrez
(2020) a la “producción de vínculos estables y capaces de dotarse de y
conservar, ajustando y equilibrando, formas de autorregulación que sostengan su
existencia en el tiempo” y a promover el “entre mujeres” (2018) que consiste,
básicamente, en la práctica cotidiana e intencional de generar vínculos de
confianza entre mujeres diversas; la práctica que habilita el ejercicio de la
autoconciencia. Esta perspectiva aparece como algo novedoso, que también genera
diferencias: las organizaciones que priorizan la mirada “para adentro” y que
buscan reforzar los lazos entre las feministas versus las organizaciones que
mantienen una política más “tradicional”, de demandas institucionalizadas,
aunque no por ello exentas de espacios de reflexión y autocuidado. Estas
diferencias podrían ser tan solo de
énfasis y la articulación entre ambas absolutamente posible, sin embargo parece
ser un nudo problemático que por ahora no encuentra puentes.
A partir de lo
anterior, se abren nuevos espacios para pensar las maternidades deseadas sin
caer en la trampa del esencialismo. Las corrientes feministas occidentales han
mantenido relaciones conflictivas con la maternidad, como señala Julia Cañero
Ruiz (2022). ¿Cómo ser madres feministas o cómo ser madres desde el feminismo? Dentro del
feminismo surgen organizaciones que promueven nuevas formas de maternar que
discuten con el modelo hegemónico de cuidados. Esto nos lleva a plantear la
polisemia del concepto cuidados y cómo el feminismo logró desplazarlo del
espacio de lo privado, politizándolo y visibilizando el trabajo de las mujeres.
Rodríguez, Marzonetto y Alonso (2019: 3) entienden
que
“[…] la noción de
cuidado refiere a los elementos indispensables para satisfacer las necesidades
básicas de la existencia y reproducción de las personas, brindándoles los
elementos físicos y simbólicos que les permiten vivir en sociedad. Incluye el
autocuidado, el cuidado directo de otras personas (la actividad interpersonal
de cuidado), la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado
(las tareas domésticas) y la gestión del cuidado (en particular, cuando este se
deriva a otras personas o instituciones)”.
Hablar de cuidados nos
lleva, como señala Lilián Celiberti
(2022: 2), a explorar su potencialidad “con el objetivo de fortalecer los
entramados comunitarios y la acción colectiva para enfrentar la privatización
de lo social, la asignación patriarcal de los cuidados a las mujeres y la
ausencia del reconocimiento a la ecodependencia de
las bases materiales que sostienen la vida”. En este punto también se abren
diferencias respecto a cómo pensar las tareas de cuidados: así es como algunas
organizaciones feministas apuestan al Estado (directamente o a través de
transferencias), mientras que otras prefieren resolverlo dentro de las
comunidades u organizaciones que forman parte. Que esta diferencia sea un nudo
problemático o por el contrario sea una solución complementaria, es parte de
los temas a discutir dentro del feminismo y está muy vinculado con la característica
anterior: la vida en el centro.
La intervención
creativa en el espacio público ha sido clave en los últimos años para darle
visibilidad y acercar a otros grupos etarios al feminismo. Un ejemplo claro del
impacto de las redes fue el #ni una menos que se originó en Argentina y que
logró trascender las fronteras y replicarse en diversos países de América
Latina. Como señalan Accossato y Sendra
(2018) #niunamenos fue una consigna que llegó a la sociedad de forma masiva,
atravesando las barreras de las organizaciones feministas, movimientos de
mujeres y organizaciones políticas y esa masificación se logra en gran medida
por el uso de las redes sociales. El uso de las redes, además, refuerzan la
horizontalidad y la posibilidad de establecer lazos más espontáneos y fluidos
(Cochrane, 2013). En lo que respecta a lo performativo,
supone poner el cuerpo, pero mediante la apropiación y resignificación de
espacios públicos, donde el cuerpo femenino colectivo se devela como recurso
estético y simbólico (Menoyo, 2017). Este despliegue performativo y el ciberactivismo
es una característica del feminismo actual, que en principio no genera nudos o
clivajes, sino que contribuye a promover articulaciones y riqueza entre
diferentes generaciones.
Parte de este
feminismo de los últimos años –que se define como “autónomo”– tiene conflictos
con la oenegización de los feminismos pues
consideran que está influido ideológicamente por las conferencias organizadas
por la ONU y por la dependencia económica de los organismos internacionales.
Este debate se remonta a la década de los noventa cuando surge un fuerte
cuestionamiento a los organismos internacionales en general y en particular a
la intervención de dichos organismos en la elaboración de políticas públicas universalizantes hacia “la mujer”. También rechazan el
vínculo de algunas de las organizaciones con los partidos, los gobiernos y el
Estado y reivindican la independencia. Es por ello que autoras como Coba y
Herrera (2013) señalan que “el retorno a la calle, la emergencia de voces
localizadas y periféricas, de disidencias al interior de las mismas
organizaciones de la diversidad o el tratamiento de temas como la religión y el
aborto que fueron silenciados para dar paso al discurso de la igualdad, pueden
significar fragmentos de un proceso de reconfiguración que al momento se
presenta como un rompecabezas inacabado” (2013: 19). Incluso algunas plantean
que el discurso de género fue el “domesticador” del feminismo (Restrepo, 2004).
Esta perspectiva choca con las posturas que reivindican este vínculo pues
consideran que fue y es clave para sostener tanto a las organizaciones, como
para promover los avances en términos de políticas públicas, de legislación y
de visibilización de problemáticas como la violencia de género[2].
Virginia Vargas (2008: 123) señala que
“Pese al encono con
que han sido tratadas las ONG feministas / de mujeres en algunos eventos y
estudios, en nuestra opinión ellas han sido uno de los motores fundamentales en
la difusión del feminismo, en las prácticas organizativas de diversos grupos de
mujeres y en las transformaciones del sentido común imperante sobre las
relaciones de género”.
Esta diferencia se ha
planteado como un nudo problemático en varios Encuentros Latinoamericanos sin
que se haya llegado a un acuerdo sobre los aspectos positivos y negativos que
tuvo y tiene el vínculo de
algunas organizaciones con los organismos internacionales. Por el contrario,
parecería que la brecha es más grande, al menos en términos discursivos.
El feminismo incluye
la diversidad y las diferencias entre sus colectivas como algo propio. La
definición de qué es “lo feminista” está sometido a constantes debates y ello
hace del feminismo un movimiento rico en repertorios, expresiones y producción
artística-política. Pero también impide la generación de estrategias comunes y
provoca divisiones difíciles de entender para las personas que están “afuera”,
en un contexto de fuerte reacción contra el avance de los derechos de las
mujeres y de las diversidades. Se genera la dificultad de promover sinergias:
como sucedió por primera vez en Argentina en el 2022 en el que se convocó al
Encuentro Plurinacional de Mujeres Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales,
Intersexuales y No Binaries y al mismo tiempo al
Encuentro Nacional de Mujeres, en lugar de una convocatoria única. También la
imposibilidad de concertar una marcha común el 8 de marzo –como ocurrió el 2022
en Uruguay (y en otros países) que hubo cuatro convocatorias– muestra que es
imprescindible entender cuáles son las diferencias que provocan clivajes en
uno de los movimientos más importantes de esta parte de nuestro siglo. Esto nos
ayudará a entender, además, las posibilidades, limitaciones y fronteras del
feminismo, así como buscar hacer dialogables esas
diferencias. A continuación, y en base a este análisis, trabajamos el caso
uruguayo.
4. Agenda feminista uruguaya: el largo
despliegue de la diversidad
4.1. Antecedentes
Uruguay tiene una
larga y rica historia tanto en debates públicos sobre la “cuestión femenina”
(Cuadro, 2018), como en movilizaciones de mujeres y de feministas, lo que llevó
a la conquista temprana de derechos políticos y sociales (Rodríguez Villamil y Sapriza, 1984 y Sapriza, 1991).
Los movimientos de
mujeres en el contexto de la dictadura militar (1973-1984) y en el primer
gobierno de transición a la democracia (1985-1989), y su posterior desarrollo
tuvieron que atravesar etapas difíciles. En los inicios, la incomprensión y
rechazo de buena parte de la sociedad –incluida la izquierda– hacia los espacios
y demandas de mujeres y a todas aquellas que se definían como feministas. Sus
actividades fueron ignoradas y boicoteadas, incluso por sus propios compañeros
de partido y cuando las organizaciones lograron autonomía, fueron denostadas
por recibir financiamientos de organizaciones u organismos internacionales. Sin
embargo, el feminismo no sólo sobrevivió, sino que se fue ampliando y
multiplicando, mientras otras movilizaciones decaían. En la primera etapa –que
coincide grosso modo con la década del 80– las mujeres se transforman en
protagonistas[3], se
movilizan y toman la calle por distintas causas, aunque no de manera masiva.
Promueven la redemocratización, la justicia y los derechos humanos, y una
agenda de género[4].
La segunda mitad de
los 80 fue para el incipiente movimiento de mujeres, un periodo de creación
política, de disputa constante y de gran efervescencia. La politización de la
vida personal, y la búsqueda por impugnar las formas de violencia que hasta
entonces estaban enmarcadas en la tragedia personal, y volverlas colectivas,
definieron a este periodo[5].
Estas concepciones políticas, radicalmente transformadoras para el panorama
político de la época, arriban con sus propias tensiones dentro del movimiento.
En este periodo aparecen dos grandes discusiones (que se podría argumentar
tienen la misma raíz), que se profundizarán en los 90 y continúan en la
actualidad, con distintos matices. Una de ellas se refiere al vínculo con los
espacios institucionales (ya sea gubernamentales o supranacionales) y la otra
al vínculo con la izquierda organizada. Estas diferencias, generan que unas
organizaciones pugnen por mantener espacios de coordinación y colaboración con
el Estado y otras mantenerse por afuera de la relación estatal. Y por otra
parte están aquellas que coordinan acciones con los partidos de izquierda y las
que quieren mantenerse independientes y alejadas de los partidos. Ambos se
mantienen como nudos problemáticos hasta el hoy.
La década de los
noventa –la década neoliberal en América Latina– fue difícil para todas las
organizaciones sociales, también para las feministas. Las estrategias de
resistencia fueron múltiples, unas más visibles que otras. Sin embargo,
estuvieron y se movilizaron, plantearon temas y debates que irrumpieron en la
escena política y social, escandalizando al nombrar y politizar temas[6] y
problemas silenciados: sexualidad (aborto, goce, lesbianismo), doble jornada
laboral, cuidados, trabajo sexual, violencia hacia las mujeres y diversidades,
escasa o nula participación de las mujeres en los espacios públicos, políticos
y sindicales. En este periodo la lucha por los derechos sexuales y
reproductivos y la diversidad sexual cobra mayor legitimidad al ojo público (Pousadela, 2021). De hecho, se presentaron varios proyectos
de despenalización del aborto: en 1991, 1993, 1994 y 1998 y las organizaciones feministas
promovieron diversos talleres sobre sexualidad. Desde 1993 se registraron
campañas públicas –los 28 de septiembre– por el derecho al aborto. El 9 de
abril de 1997 tuvo lugar el 3er. encuentro de mujeres trabajadoras sexuales[7], lo
llamativo es que se realizó en Intendencia de Montevideo, es decir, en las
instalaciones del gobierno de la capital uruguaya, y en la apertura
participaron representantes del gobierno nacional y local, además de
integrantes sindicales.[8]
También las mujeres afro se movilizaron e hicieron púbica su situación de
vulnerabilidad en tanto mujeres racializadas[9]. Y
hacen lo propio los
colectivos trans y homosexuales: se organizan y se movilizan en la década en
estos años[10]. Es
decir, es una década sin movilizaciones masivas, pero está lejos de ser una
década desmovilizada y apática.
Junto con el giro
electoral –entre el 2005 y el 2020 gobierna la centro-izquierda en Uruguay– la
agenda de género y diversidad ingresó de lleno en la agenda política. Es así
que se aprobaron una serie de leyes, entre las que se destacan la ley integral
de violencia basada en género y legalización del aborto en 2012 (derecho que se
había alcanzado en 2008, pero que fue vetado por el presidente Tabaré Vázquez),
entre otras. Sintetizamos en el Cuadro 1 los avances legales más importantes
que se dan, justamente, durante los tres gobiernos de izquierda.
CUADRO 1:
Principales leyes y decretos que amplían derechos en Uruguay (2005-2020)[11]
|
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Ley
Nº 17.930. Artículo 377(2005) |
Se establece que INMUJERES será el órgano
rector de las políticas de género, jerarquizado y con recursos económicos. |
Ley Nº 18.065 (2006) |
Reconocimiento del trabajo doméstico y equiparación
al resto de los trabajadores privados en materia de derechos y obligaciones.
Se consolida la negociación colectiva a partir del reconocimiento del estatus
sindical de las trabajadoras domésticas. |
Ley Nº 18.104 (2007) |
Igualdad de derechos y oportunidades
entre hombres y mujeres. |
Ley Nº 18.246 (2007) |
Unión concubinaria. Reconoce la situación de hecho
derivada de la convivencia de dos personas no unidas por matrimonio,
cualquiera sea su sexo, identidad u opción sexual. |
Ley Nº 18.227 (2007) |
Ampliación de las Asignaciones
Familiares a personas sin trabajo formal. |
Ley Nº 18.395 (2008) |
Flexibilización de las condiciones de acceso a la
jubilación común y aumento del cómputo de años para las mujeres con hijos. |
Ley Nº 18.426 (2008) |
Derecho a la salud sexual y reproductiva
(artículos sobre aborto vetados por el Poder Ejecutivo). |
Ley
Nº. 18.561 (2009) |
El Estado será responsable de diseñar e implementar
políticas de sensibilización, educativas y de supervisión, para la prevención
del acoso sexual laboral y docente, tanto en el ámbito público como en el
privado. |
Ley Nº 18.566 (2009) |
Ampliación del sistema de negociación
colectiva. Permite mejorar la situación laboral y legal de los hombres y las
mujeres trabajadoras. |
Ley
Nº 18.620 (2009) |
Derecho a la identidad basada en la decisión de la
persona. Derogada por: Ley Nº 19.684 de 2018 artículo 24. |
Ley Nº 18.590 (2009) |
Derecho a adopción por parte de parejas
del mismo sexo y de personas solas, agilización del trámite de adopción. |
Decreto Nº 09011695 (2009) |
Derogación del decreto de 1988 que impedía ingresar
a las Fuerzas Armadas a personas con “desviaciones sexuales” (homosexuales). |
Ley Nº 18.476 (2009) |
Inclusión de mujeres en las listas para
las elecciones nacionales “ley de cuotas” para las elecciones nacionales de
2014 y departamentales de 2015. Derogada por: Ley Nº 19.555 de 2017. |
Ley Nº 18.987 (2012) |
Derecho a la interrupción voluntaria del embarazo
(aborto). |
Ley Nº 19.161 (2013) |
Derecho a subsidios por maternidad y por
paternidad para trabajadores de la actividad privada. |
Ley Nº 19.075 (2013) |
Derecho al casamiento entre personas del mismo sexo. |
Ley Nº 19.122 (2013) |
Normas para favorecer la participación
de los afrodescendientes en las áreas educativa y laboral (se establecen
cuotas). |
Ley Nº 19.167 (2013) |
Se aprueban
diversas técnicas de reproducción asistida para todas las mujeres, y parejas
heterosexuales y homosexuales. Se prohíbe el “alquiler de vientre”.
El financiamiento público se limita a los 40 años. |
Ley Nº 19.555 (2017) |
|
Ley Nº 19.691 (2018) |
|
Ley Nº 19.685 (2018) |
|
19.643 (2018) |
|
Ley Nº 19.689 (2018) |
|
Ley Nº 19.684 (2018) |
|
Ley
Nº 19.580 (2019) |
Ley
de violencia basada en género. Se establecen mecanismos, medidas y políticas
integrales de prevención, atención, protección, sanción y reparación. |
Fuente: elaboración propia en base a
información parlamentaria https://parlamento.gub.uy/
4.2.
El feminismo hoy: un ensamble en tensión, masificado y creativo
El año 2012 constituye
un hito político para el movimiento feminista uruguayo al aprobarse la
legalización del aborto. Como señala Inés Pousadela,
fue una victoria de los derechos sexuales y reproductivos en el campo de los
derechos humanos, bajo el cual convergen los movimientos feministas y LGBTI (Pousadela, 2021). La materialización de este reclamo
fundamental y de larga data, abren una década que será de transformación y
renovación para el feminismo uruguayo.
Dos años después de
este hito político, se realizó el Primer Encuentro de Feminismos y se creó
posteriormente la Coordinadora de feminismos –primer intento de articulación
del movimiento feminista emergente– inicialmente integrada por diversos
colectivos con perfiles muy diferentes. A partir de 2017 se observa la
masificación incremental de la movilización con el aumento de la cantidad de
mujeres jóvenes que comienzan a movilizarse (Menéndez, 2018).
El 2017 hace confluir
un camino ya construido dentro del feminismo uruguayo junto con la explosividad
de participación a nivel internacional y específicamente latinoamericano que se
cultiva desde años anteriores (particularmente el ni una menos en
Argentina a partir de 2015 y la posterior marea verde). La marcha del
2017 fue la más masiva marcha de mujeres en Uruguay hasta el momento, se estima
que marcharon aproximadamente 300.000 personas[12]. La
conquista de las calles se vivió como una movilización total en este periodo y
las convocatorias a ocupar el espacio público se tornaron cada vez más
frecuentes (Menéndez, 2018).
Surgen y también se
disuelven varias colectivas en el transcurso de estos últimos años, lo que
habla de una efervescencia y también de una volatilidad de las organizaciones,
en especial las que están conformadas por generaciones más jóvenes. Tomando
como referencia el 8 de marzo de 2022, realizamos un relevamiento de las
organizaciones que estuvieron activas ese día. Decidimos clasificarlas en tres
categorías: grupos autónomos, organizaciones que tienen más de un espacio de
militancia y las organizaciones no gubernamentales. Asimismo, identificamos el
o los temas de la agenda de la organización en cuestión. Por último,
registramos si están en organizaciones de segundo nivel o en redes más amplias.
Ello nos permite tener un mapa de las organizaciones y sus temáticas, aunque no
la capacidad de convocatoria de cada una, ni la cantidad de integrantes que
efectivamente participan en cada colectiva.
4.2.1. Las
protagonistas y los temas en el feminismo uruguayo
El feminismo uruguayo
es diverso, si consideramos como diversidad la presencia de organizaciones de
distinto tipo y composición: grupos afro, organizaciones que incluyen personas
de la diversidad sexual, organizaciones de mujeres lesbianas, grupos de mujeres
de sectores populares, de trabajadoras sexuales, organizaciones que buscan
desaparecidas, mujeres de cooperativas de vivienda, de actoras, de estudiantes,
de docentes, de maestras y de otros tipo de trabajo y rama de actividad,
colectivas de mujeres que se juntan por distintas afinidades. Colectivas
asociadas a la cultura y el arte; a profesiones, a la educación, a la
maternidad y el parto digno, feminismo gordo y otros relacionados a las discriminaciones
corporales.
De acuerdo al mapeo
realizado, hallamos 85 colectivas, de las cuales el 84% se definen como “autónomas”,
31% tienen “doble o triple militancia”, especialmente sindical y de género, y
racial y de género. En tercer lugar, están las organizaciones “profesionalizadas”,
es decir que cuentan con un equipo con financiamiento y con profesionales
rentadas; ellas representan el 16% de las organizaciones. Por último, las
académicas, que son las que trabajan en temas de género y son activistas y son
el 5%.
Las dos ONGs, que se ubican en las “profesionalizadas”, de mayor
presencia y permanencia en el tiempo son Cotidiano Mujer, que nació en 1985 e
integra la Intersocial Feminista (IF) y MYSU (Mujer y Salud en Uruguay) que
surgió en 1996 y no integra ninguna organización de segundo nivel. Las
organizaciones autónomas son la novedad más relevante en esta nueva ola del
feminismo. Minervas surge en 2012 y se mantiene como la organización “entre
mujeres” más fuerte y la única que cuenta con financiamiento permanente.
Minervas agrupa especialmente a mujeres jóvenes y apuesta al encuentro, a la
autoconciencia, a la formación –tiene su Escuela de Formación Feminista desde
2019– y a la edición de libros.
Los grupos
separatistas están presentes y surgen en este periodo una cantidad de
colectivos asociados al feminismo radical quienes rechazan la inclusión de personas
trans en el movimiento. Mantienen una red abolicionista –contra toda forma de
trabajo sexual– y abogan por la identificación biológica de la mujer como
sujeto político del feminismo; y la lectura del género como herramienta de
opresión asociada indisolublemente al sexo. Está postura las ha llevado a
abogar por una forma de separatismo particular, que demanda (entre otras cosas)
la no presencia de mujeres trans en los 8M y en los encuentros feministas.
Varias de sus políticas las han apartado del resto del feminismo que sí incluye
a las mujeres trans y disidentes, y también incluyen a las trabajadoras
sexuales en sus filas; y las lleva a marchar desde 2019 en un “bloque
independiente separatista” por fuera de cualquier otra convocatoria al 8M. Este
es sin duda un nudo nuevo y problemático, que puede seguir creciendo y que es
necesario debatir.
Por otro lado, ganan
más terreno las organizaciones que se movilizan a través del escrache a varones
acusados de violencia de género, especialmente en los departamentos fuera de la
capital, como en Salto y Colonia. Las movilizaciones del 8M y 25N crecieron
fuera de la capital, lo que muestra que la primavera del feminismo es en todo
el país. De hecho, el relevamiento muestra que el 15% de colectivas no residen
en la capital del país.
Las organizaciones
afro están presentes desde muy temprano en el feminismo, como ya mencionamos, y
el antirracismo atraviesa todo el feminismo, al punto de formar parte central
de las consignas de los 8M. Además, tiene expresiones artísticas muy propias de
Uruguay, como el candombe.
Con la pandemia, como
sucedió en otros países de América Latina y del mundo, se hicieron presente y
expandieron las ollas y comedores populares, como medio para paliar el hambre.
No es extraño que fueran mayoritariamente las mujeres quienes se pusieron al
frente de esas iniciativas, politizando lo privado, dando atención a lo
inmediato y tratando de resolverlo de manera “autónoma”. Muchas de ellas están
presentes en el feminismo y en los 8M, cuestionando la desigualdad en general y
la de género en particular.
Las organizaciones de
trabajadoras sindicalizadas también adquieren protagonismo, en un contexto
signado por los efectos de políticas económicas perjudiciales para las
trabajadoras asalariadas y autónomas. Todas ellas están agremiadas en la
central única de trabajadores (PIT-CNT).
También están las
organizaciones que no surgieron como feministas, pero sus causas, ligadas a los
derechos humanos, las llevaron a entroncar su lucha con el feminismo, como
vimos en el apartado anterior sucede en toda América Latina. Nos referimos a
Familiares de detenidos desaparecidos y a las organizaciones que nuclea a ex
presas y presos políticos.
Las agendas culturales
del feminismo están presentes todo el año, en particular en un espacio ganado
por las feministas, se trata de la plaza Las Pioneras. Es el primer espacio
feminista de Uruguay –inédito en América Latina– gestionado en conjunto por
diversos colectivos.
También la Intendencia
de Montevideo les cedió un espacio –Casa de las ciudadanas– en donde las colectivas
pueden realizar actividades. Estos lugares dan cuenta del estrecho vínculo
entre la Intendencia (Alcaldía) gobernada por la izquierda y las feministas más
institucionalizadas, tema que retomamos más adelante.
4.2.2. Organizaciones
de segundo nivel
Entre los proyectos de
articulación de feminismos que podemos ver a partir de 2010, hay agrupamientos
que refieren a discusiones que tienen una historia y que aluden principalmente
a la tensión entre autonomía e institucionalización; y también a las diferentes
“generaciones” feministas. Estas tensiones son ahondadas y renovadas por nuevos
entramados de politización feminista característicos de esta etapa del
movimiento.
Respecto a las
organizaciones de segundo nivel, las más importantes son: la Coordinadora de
Feminismos, la Intersocial Feminista y Tejido. La
Coordinadora surgió en 2014 y cumplió un papel destacado como organización de
segundo nivel hasta 2020, luego decayó su rol por desavenencias entre las
colectivas que la integraban. Tejido es quien agrupa en este momento a las
colectivas autónomas más relevantes, entre otras a Minervas, Profas y Desmadres.
Los colectivos
actualmente agrupados bajo Tejido, que pertenecieron en algún momento a la
Coordinadora, refieren a una forma de hacer feminismo que nace con las nuevas
generaciones, y se masifica en la última década. Este feminismo está
caracterizado por la “recuperación de las calles”, el uso del cuerpo como
bandera política y artística, la performatividad de la protesta, y el giro
hacía la llamada “política de la autonomía” (Gutiérrez, 2018). Mucho de lo que
se observa como novedoso del feminismo en este periodo refiere a la impronta de
los colectivos asociados a la Coordinadora y posteriormente a Tejido Feminista.
La Intersocial
Feminista se crea en 2017 a partir de una escisión de la Coordinadora de
Feminismos. Sus objetivos políticos se centran en construir un espacio de
agrupación que se constituya como un actor de peso, que pueda exigir y demandar
a los actores políticos que definen, tanto a nivel nacional (gobierno,
Parlamento, ministerios) como a niveles locales (gobiernos departamentales).
Las estrategias son la demanda y la denuncia en el ámbito de lo público, la
presencia fuerte en los medios y en las redes en alianza con otras
organizaciones, en especial con la central sindical (PIT CNT), los gremios
universitarios (FEUU), el cooperativismo (FUCVAM), las ollas populares, la
izquierda (Frente Amplio). Las denuncias se centran en la defensa de los
derechos alcanzados y contra la desigualdad y la pobreza, especialmente “el
hambre”. A partir del análisis de prensa, observamos que la Intersocial
feminista es la que tiene mayor visibilidad en los medios, tanto en los 8M como
a lo largo del año. De hecho, la Intersocial
feminista se posiciona como un actor político relevante en el sentido
tradicional del tema.
Entre estos dos
colectivos se aglutinan los elementos de tensión política que comprendemos
centrales para la lectura del movimiento hoy, más allá de que entre ambos no se
concentran la mayoría de los colectivos uruguayos feministas, dado que hay
numerosos grupos que se mantienen por fuera de cualquier centro de
articulación. Esta tensión es independiente de los temas de agenda, pues
tienden a coincidir en algunas de las problemáticas centrales que sufren las
mujeres. En particular en la violencia. Incluso ambas coinciden en que no son punitivistas. Pero sí se diferencia en con quienes buscan
dialogar y cómo piensan que a la larga se puede resolver el problema. Mientras
unas apuestan a tejer redes de contención y a un mayor fortalecimiento por
parte de las propias mujeres, a la expansión del feminismo y al cuestionamiento
del sistema patriarcal, dándole visibilidad y denunciando la violencia
machista; las otras reclaman al Estado más recursos y mayor presencia. Tal vez,
no hay contradicción profunda y ambas tareas podrían ser complementarias. Pero
por ahora se mantienen en veredas diferentes.
Pero
más allá de las que se niegan a sentarse en una mesa a dialogar, hay grupos que
no integran ninguna organización de segundo nivel y por lo tanto no coordinan
actividades, no tienen financiamiento ni espacio para reunirse y carecen de
posibilidad de sumar a la construcción de un proyecto feminista más amplio. A
partir del relevamiento, identificamos que sólo el 36% participa de alguna
organización de segundo nivel. Las demás, la enorme mayoría de departamentos
fuera de la capital, no coordinan, al menos formalmente, con ninguna de ellas.
Este dato nos revela la urgencia de que generar un proyecto que las encuentre
para construir una agenda común. En el cuadro 2 resumimos las diferencias que
consideramos clivajes y si son o no novedosas.
4.2.3. Repertorio de
acciones: ciberactivismo, escrache y artivismo
Del análisis
documental y de las entrevistas a diversas actoras de los movimientos, surge
que también Uruguay se suma en este ciclo de resistencia desde nuevas prácticas
políticas. Las formas que toman la acción política y sus repertorios ampliados
son de interés para comprender no sólo el despliegue de este ciclo, sino
también las diferencias y eventualmente los nudos que se generan entre las
organizaciones.
En Uruguay, tanto como
en el resto del mundo, el activismo en línea toma centralidad en la segunda
década del siglo XXI. El feminismo, en gran parte por el nuevo contingente
juvenil que pasa a caracterizarlo, aprovecha especialmente esta forma de acción
política (Álvarez, 2019). El movimiento #NiUnaMenos en Argentina –ya
mencionado– conmocionó a la región, y en Uruguay tuvo sus réplicas. El ciberactivismo fue utilizado para la masificación del
movimiento notoriamente en los últimos años, generando una forma discursiva
virtual propia, y una estética propia. La presencia en redes del feminismo,
además, prolifera tanto desde colectivas, cuya forma de difusión se vuelve
primordialmente cibernética, como desde cuentas individuales, donde muchas
mujeres se abocan a la disputa política y cultural permanente desde la
virtualidad (Bonavitta, Presman
y Camacho, 2020).
Nos interesa
particularmente el vínculo del feminismo en redes y el uso del escrache. En
Uruguay. En
particular, la página en las redes de “varones carnaval” y
sus réplicas en todos los ámbitos de la vida pública a partir de 2020 son la
marca más pesada que ha dejado el ciberactivismo (la diaria, 2020, 2021); y tiene su
precedente en numerosas olas de escraches menos visibles previas. Las
discusiones históricas desde el feminismo sobre las formas que toma la
respuesta a la violencia se agudizan a medida que el castigo social se instala
como herramienta legítima y deseada en diversos ámbitos. El “feminismo
punitivista” se exacerba particularmente dentro de los colectivos y militantes
jóvenes, algunas identificadas con el feminismo radical, pero tiene derrame
sobre todo el movimiento. La denuncia y su correlato de persecución o castigo
son un elemento característico de este periodo, y ampliamente polemizado en
redes, con consecuencias concretas (en este caso se suspendió el concurso de
Carnaval de las promesas, para menores de 18 años). La mayoría de las
feministas de las colectivas con más trayectoria no acuerdan con el método y no
realizan escraches, aunque entienden sus motivaciones, consideran que esa vía
puede tener consecuencias no deseadas.
La proliferación del
escrache en círculos jóvenes significa un quiebre del silencio sobre la
violencia sexual que es profundamente transformador (Faur,
2019). Las jóvenes feministas han efectivamente generado un movimiento desde
abajo, que resquebraja el poder disciplinante de la violencia sexual (Rita Segato, 2008). En los últimos años, la problematización del
escrache como herramienta ha hecho posible contemplar ambas versiones. El
escrache generó cuestionamientos a los objetivos y a los caminos a recorrer que
dibuja el movimiento. También
demostró la espontaneidad explosiva que maneja el feminismo en este periodo;
apoyado por las formas de militancia virtuales que habilitan con facilidad
acciones políticas de una sincronicidad particularmente
potentes. Cómo canalizar toda esa energía de manera que no quede sólo en una
manifestación virtual sobre una o unas mujeres víctimas de varones “escrachados”,
es una tarea que requiere otras intervenciones del feminismo en su conjunto,
además de la intervención de la justicia que corresponda. Consideramos que esta
tensión necesita hablarse en el campo feminista, dado que la reacción
conservadora está utilizando “ejemplos” de varones escrachados declarados
legalmente como no culpables para ridiculizar al movimiento feminista,
promoviendo el odio hacia la “ideología de género” y hacia las feministas.
4.2.4. Poner el
cuerpo: el baile como acción reparadora
Lo primero que es
fácilmente observable sobre el despliegue feminista actual, más allá de su
masividad, es la estética y la forma que asume. El repertorio de acciones
feministas incluye la utilización de herramientas históricas como la de nuevas
estrategias de protesta. Pero cualquiera de estas se realiza desde un lugar
novedoso (Casanova, 2022). Donde convive una gran diversidad y lo performativo prepondera aparece de nuevo la búsqueda de
goce y la celebración como formas de resistencia. Los encuentros en las calles
son formas de reencontrarse entre mujeres, de desbordar los límites de lo
político con este encuentro.
Esto último se denota
de la presencia de bailes, performances y prácticas de todo tipo que ponen el
cuerpo en el centro, y lo utilizan como bandera (Furtado,
Grabino, 2018). Todo el despliegue implica
impugnaciones a las formas de militancia tradicional. Porque hacen del cuerpo
mismo el lugar de la transformación, sacándolo nuevamente del ámbito de lo
privado y utilizando lo eternamente sexualizado, subyugado, disminuido, para
revalorizarlo. Ya sea reflexivamente o no, aparece una búsqueda para que del
dolor y la indignación brote la alegría de la resistencia. Justamente por esto,
es que se considera que los desplazamientos generados por la forma de
manifestación feminista implican una revisión de la movilización tradicional y
la creación de nuevos significados y significantes de resistencia. Lo anterior
emana de una creatividad que nace del flujo constante de nuevas militantes,
colectivas y propuestas que caracterizan la efervescencia política del campo
feminista.
Esta línea política
existe tensionando la espontánea respuesta a la violencia o “acción directa”
que hemos discutido emana del feminismo en el último tiempo: la dinámica
individualista del escrache contrasta por completo, por ejemplo, con las
Alertas que surgieron en 2014 por iniciativa de la Coordinadora de Feminismos y
que generaron un llamado de atención a la sociedad sobre los feminicidios. Como
señalan Victoria Furtado y Valeria Grabino (2018) el 13 de
noviembre de 2014 un feminicidio puso en marcha la primera alerta feminista y
desde entonces se siguen realizando. Uno de los aspectos más novedosos de esa
performatividad es que las personas colectivamente ponen el cuerpo, nombran a
la víctima, denuncian la violencia y realizan el abrazo caracol cantando “somos
las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”.
El desbordamiento de
las formas tradicionales del quehacer político, toma varios frentes, entonces.
Un repertorio de acciones renovado, que retoma y renueva viejas formas; un
campo de disputa y articulación virtual que marca al contexto político con
prácticas fundadas; y una identidad propia que caracteriza a este periodo y
está enmarcada en la viejas-nuevas discusiones, que nacen de trazos históricos,
pero también aparecen como emergentes propias de una época. Como ya señalamos
para América Latina, esta novedad no implica conflicto, sino diversidad.
5. A modo de conclusión: Agendas en tensión
y avance reaccionario
En este artículo nos
propusimos identificar las diferencias y clivajes que atraviesan a las
organizaciones feministas y establecer cuáles son antiguas y cuales novedosas.
Este propósito fue logrado y se resume en el Cuadro 2.
En este periodo se
observa una tensión que genera encuentros y desencuentros con la propia
herencia. Las “nuevas feministas” reivindican a los feminismos autónomos que
identifican con la apertura democrática y encuentran un linaje político
inscripto en este contexto específico. Se distancian a su vez, con las formas
políticas que cobra el mismo movimiento desde los 90 en adelante, que
consideran como institucionalizadas y sin capacidad de transformación (Sosa,
2021). Esta confrontación ideológica genera a su vez un enfrentamiento político
entre nuevas identidades feministas que entran en escena en esta década (nos
referimos a las autodenominadas “feministas radicales”), y las feministas de
larga data con un proyecto político transformado por el paso del tiempo.
La
discusión entre “autónomas” e institucionales cobra una nueva vida, y aparece
también una toma de postura entre “las nuevas” y las “viejas”. Se discute
primordialmente en torno a las formas de financiamiento, la construcción de
agenda y la relación con el gobierno. Si antes el debate era con el gobierno
central (en manos de la izquierda Frente Amplio) ahora se corre hacia el
gobierno de izquierda de la capital del país.
La
búsqueda política de construir un entre “nosotras” que genere conciencia y cambio cultural
desde y para la autonomía marca a varios sectores del feminismo uruguayo. Estos
feminismos no buscan demandar, ni siquiera dialogar con el Estado, como ya
analizamos en el apartado anterior, siguiendo a Gutiérrez (2018). Estos
proyectos van a contrapelo de la política tradicional porque no comparten ni sus
objetivos ni sus formas. Es así que rechazan el diálogo con el “universal
masculino de izquierda” y validan y retoman prácticas históricamente “femeninas”
resignificándolas.
La
concepción de la fertilidad política que desarrolla el encuentro entre mujeres
gana tracción para estas militantes. Se enfrenta el ensayo de una política “desde
lo femenino” con lo que podríamos considerar el viejo feminismo, el que disputa
la vida pública desde sus propias lógicas. Esta disputa no es binaria, porque
en ella se posicionan múltiples campos de accionar donde hay menores y mayores
grados de acuerdo, como se ha explorado a lo largo del trabajo. Sin embargo, la
disonancia entre formas radicalmente diferentes de buscar transformaciones
políticas –y cuáles son las que se buscan– hace que no veamos hoy un “movimiento
feminista” consolidado como entidad homogénea; sino más bien a las múltiples
expresiones políticas que el feminismo puede tomar dentro de su mismo campo,
desplegadas. La tensión entre la pluralidad del movimiento y la búsqueda de
consensos operativos, está particularmente presente en este periodo. Es
imposible ignorar la encrucijada política que genera hoy una de las mayores
fortalezas históricas del feminismo: la diversidad de su proyección y creación
política.
Sin
embargo, tampoco podemos ignorar el riesgo que significa la reacción
conservadora que está presente concretamente en el gobierno del Uruguay hoy.
Recordemos que el presidente actual –Luis Lacalle Pou–
votó en contra del matrimonio igualitario, se define como “pro vida” (es decir,
contrario a ley que permite la interrupción del embarazo), votó a favor de
habilitar un referéndum para derogar la ley de aborto y una vez en el gobierno
ratificó su postura. A pocos meses de iniciar el nuevo período de gobierno y en
contexto de pandemia, se aprobó la Ley de Urgente Consideración que tuvo
consecuencias negativas sobre las mujeres (MYSU, 2021). Más recientemente se
aprobó la ley de “tenencia compartida” y “corresponsabilidad” que lo que hace
es “introducir nuevas regulaciones de la familia, de cara al reforzamiento de
un patriarcado que se siente amenazado por la expansión de los derechos de las
mujeres y de los niños” (Moreira y Mazzotti, 2022:
s/d). Esta ley fue evaluada negativamente por UNICEF y por el Institución
Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo que consideró que:
“La
INDDHH entiende que toda reforma legislativa que aborde la corresponsabilidad
debería promover la distribución equitativa de los cuidados a lo largo de toda
la crianza de manera que al momento de la separación madres, padres, hijas y/o
hijos lleguen a acuerdos en este sentido. Asimismo, y a falta de acuerdo, la
actuación judicial debe garantizar que las decisiones que se adopten atienden
las particularidades de cada caso individual y en general el interés superior
de niñas, niños y adolescentes como principio rector. Las modificaciones
normativas formuladas en los proyectos de ley mencionados, se consideran
regresivas y debilitan la protección de los derechos de niñas, niños y
adolescentes” (INDDHH, 2021:4).
La generación anterior
a la explosión feminista juvenil aceptó, negoció e incorporó la necesidad de
ocupar espacios de poder institucionales, trabajar con la cooperación
internacional, integrar el aparato estatal durante el giro a la izquierda
(2005-2020) y construir modelos organizacionales estables y al menos
parcialmente jerárquicos de trabajo y autoridad. Las jóvenes feministas
defienden formas horizontales, no institucionalizadas y ariscas a cualquier
forma de cooptación por los poderes existentes. Creemos que es posible y
deseable encontrar espacios de articulación entre estas miradas en este
contexto tan adverso para el feminismo local y regional.
Cuadro 2: Diferencias
y clivajes en los feminismos uruguayos
Diferencias |
Antiguos |
Nuevos |
Nudo/
Clivajes |
Autonomía vs. Institucionalización |
Sí |
No |
Sí |
Vínculo con la izquierda /Independencia
de la izquierda |
Sí |
No |
Sí |
Sujeto/a de lucha: identidad
esencial vs. Identidades autopercibidas |
No |
Sí |
Sí |
Repertorios de acciones: escraches
y punitivismo vs. vías legales y vías alternativas
al punitivismo |
No |
Sí |
No |
La vida en el centro vs. el
feminismo en clave política tradicional |
No |
Sí |
Sí |
Trabajo sexual vs. abolición
prostitución |
Sí |
No |
No |
Fuente: elaboración propia en base a análisis
documental, análisis de prensa
y
entrevistas a organizaciones feministas.
Agradecimientos
Agradecemos los comentarios recibidos a versiones
anteriores presentadas en la
I Jornada de Estudios Feministas organizada por
Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas de la Universidad de la
República, especialmente a Andrea Carriquiry; y en el
V Congreso de Sociología del Uruguay, en particular a Sol Scavino.
Magdalena Gutiérrez, Gabriela Marzonetto y Graciela Sapriza y quienes evaluaron anónimamente el artículo, nos
aportaron
críticas y sugerencias que mejoraron el trabajo.
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la sede de Cotidiano Mujer.
Garrido, Lucy [Entrevista] en el marco de
proyecto, personal. Montevideo, Uruguay, 8-12-2022. Entrevista realizada en
la residencia de la entrevistada.
Abracysnkas Lilián [Entrevista]
en el marco de proyecto, personal. Montevideo, Uruguay 2-12-2022. Entrevista realizada en la sede de
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Prensa:
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[1] Parte de la letra de la canción
dice: “El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer y nuestro castigo
es la violencia que no ves./ El patriarcado es un juez, que nos juzga
por nacer y nuestro castigo es la violencia que ya ves./ Es
feminicidio./ Impunidad para el asesino./ Es la desaparición./
Es la violación./ Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo
vestía./ Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía./ Y
la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía./ Y la culpa no era mía,
ni dónde estaba, ni cómo vestía./ El violador eras tú./ El violador eres tú./
Son los pacos (policías)./ Los jueces./ El Estado./ El presidente./ El estado
opresor es un macho violador./ El estado opresor es un macho violador./ El
violador eras tú”.
[2]
Como señala Marisa Revilla, en 2007 la CEPAL publicó
el informe ¡Ni una más! El derecho a vivir una vida libre de violencia en
América Latina y el Caribe, resultado del estudio interdisciplinar sobre la
violencia contra las mujeres en todas sus manifestaciones. El título hace
referencia a los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, ¡Ni una más!, cuyo origen
se atribuye a Susana Chávez, activista y poeta contra los feminicidios de
Ciudad Juárez, quien fue también asesinada en 2011 (Revilla, 2019).
[3] En
este periodo, de todas formas, la cuestión del sujeto político entra en una
discusión más amplia, donde solo algunas de las integrantes del incipiente
movimiento de mujeres se reconocían como feministas. Así surge de los
documentos de la época, especialmente de la Revista Cotidiano Mujer “¿Movimiento
de mujeres o mujeres en movimiento?”. Cotidiano Mujer, año 4, n.º 30,
noviembre-diciembre de 1988, pp. 4-5. Y de las entrevistas a integrantes de
Cotidiano Mujer, PLEMUU, AEBU, Frente Amplio”, Archivo
Sociedades en Movimiento, 1985, https://asm.udelar.edu.uy/items/show/355[01/06/2023].
[4] A
modo de ejemplo, el 8 de marzo de 1986, la Concertación de Mujeres integrada
por todos los partidos políticos y las organizaciones de mujeres y feminista
elaboró un diagnóstico en
el que incluyó la preocupación por
la violencia hacia las mujeres, la necesidad de debatir en el Parlamento el
aborto, las políticas de empleo y en particular la exigencia de “igual salario
a igual trabajo”, entre otros temas. “Declaración de
la Concertación de Mujeres”, Archivo
Sociedades en Movimiento, 8 de marzo de 1986, https://asm.udelar.edu.uy/items/show/603 [01/06/2023]. En
el retorno a la democracia, además de estos temas, en el 8 de marzo de 1985
plantearon la necesidad de que hubiera un sistema de cuidados para la infancia
y para adultos dependientes.
[5] Nos
referimos especialmente al drama que significó la cárcel, la tortura, el exilio,
la desaparición y la vida durante la dictadura cívico-militar en Uruguay y cómo
afectó particularmente a las mujeres (la dictadura en Uruguay se extendió de
junio de 1973 a marzo de 1985). La red de mujeres presas políticas se conformó en
1992, “Un largo camino recorrido,” Archivo Sociedades en
Movimiento, https://asm.udelar.edu.uy/items/show/2452 [01/06/2023].
Un testimonio particularmente relevante
para el movimiento feminista es el de Lilián Celiberti, ex presa política y
referente feminista. “Mi habitación, mi celda”, https://sitiosdememoria.uy/recurso/237 [01/06/2023].
[6] “¿Qué
hacen las lesbianas en la cama?” fue el titular de un número publicado por
Cotidiano Mujer, II Época, No 2,
1991.
[7] Las
trabajadoras sexuales en Uruguay son pioneras en la acción colectiva en América
Latina, se organizaron en AMEPU (Asociación de Meretrices Profesionales del
Uruguay) en 1986. Integraron la Red de Trabajadoras Sexuales de América Latina.
[8]
Cotidiano Mujer 3era Época Nº. 24
mayo agosto 1997.
[9] El
9 y 10 de octubre de 1993 se registra el Primer Encuentro de Mujeres Afro, Comisión Organizadora, “Primer encuentro nacional de mujeres negras”, https://asm.udelar.edu.uy/items/show/323 [01/06/2023] y el 17 y 18 de septiembre de 1993 hay un encuentro de
reflexión sobre ese primer encuentro promovido por la organización Paulina
Luisi, Grupo de Mujeres Negras del Movimiento Paulina Luisi, “1er. Encuentro de
Mujeres Negras del Uruguay”, 17 y 18 de septiembre de 1993, https://asm.udelar.edu.uy/items/show/349 [01/06/2023].
[10] En
1992 se funda la Asociación de Travestis del Uruguay, cuyo objetivo era atender
la temática de discriminación
hacia las personas travestis, en 1993 se hace la 1a. Marcha del
Orgullo Homosexual, Archivo Sociedades en
Movimiento, https://asm.udelar.edu.uy/items/show/930 [01/06/2023]., esta marcha se repite todos los años.
[11] Durante este período
gobierna la izquierda en Uruguay (Frente Amplio). Entre 2005 y 2010 el
presidente fue Tabaré Vázquez, 2010-2015 José “Pepe” Mujica y del 2015 al 2020
Tabaré Vázquez.
[12] la diaria, 9 de marzo de 2017 https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/3/el-dia-despues-del-8m/ [01/06/2023].