Misoginia
neoliberal: explotación reproductiva, prostitución y pornografía.
Autora: Ana Cuervo Pollán.
Granada:
Comares Editorial, 2024.
Nerea Pin Portela
Universidad de La Laguna - España
Recibido: 21-02-2024
Aceptado: 10-04-2025
La misoginia fue y es
esencial en el borrado de las mujeres de la historia, el neoliberalismo crucial
para convertir a todo ser humano en una mercancía con derecho a ser explotada.
Así, esta misoginia neoliberal que da nombre al libro se presenta como
condición necesaria de cualquier tipo de explotación acometida contra las
mujeres. Misoginia, para que cualquier práctica que tome a las mujeres como
medios no provoque rechazo, neoliberalismo, para que no existan más
restricciones al uso y abuso de las capacidades humanas, que las
que alguien esté dispuesto a soportar para sobrevivir. Así pues, la propuesta
del libro es señalar los tres grandes negocios que se lucran de la explotación
de las mujeres en la actualidad. No obstante, este libro supone solo un pequeño
resumen con un carácter divulgativo de lo que ha sido la tesis doctoral de su
autora: La maternidad en las sociedades abiertas: estrategias patriarcales
en torno a la reproducción y la sexualidad. Es decir, lo que aquí nos
encontramos es una aproximación a toda la investigación que Ana Pollán ha llevado a cabo en torno a los problemas que
enfrentan las mujeres en sociedades abiertas que continúan reproduciendo
la misma estructura patriarcal que se basa en la dominación y el control de la
reproducción y sexualidad femenina para sostenerse.
Como resultado, este
libro se compone de 4 capítulos divididos dos partes. La primera, que engloba
los dos primeros capítulos, está dedicada a la explotación reproductiva. La
segunda parte, en cambio, parte de la misma reflexión pero se enfoca en la
explotación sexual, a la que dedica los dos últimos capítulos. El grueso de la
cuestión comienza con la explotación reproductiva, y en concreto con el
alquiler de mujeres para gestar, ya que esta práctica representa la mayor
cosificación a la que las mujeres son sometidas en nuestras sociedades. El
objetivo del texto es mostrar como incluso en sociedades autodenominadas
avanzadas se siguen sosteniendo prácticas abusivas a la vez que se permite que
proliferen nuevas y sofisticadas formas de explotación que se apoyan en una
continua degradación de las mujeres como sujetos. Así, los dos primeros
capítulos sirven como introducción a los problemas de desigualdad actuales y a
cómo estos se manifiestan en la justificación de prácticas como el alquiler de
vientres. Los dos siguientes analizan respectivamente prostitución y
pornografía como dos cuestiones íntimamente vinculadas y ligadas a la
reproducción y mantenimiento de una imagen devaluada de la mujer en favor de su
explotación, tanto sexual como reproductiva.
Al tratarse de un texto
vinculado a la tesis doctoral que lo antecede la estructura misma es
sistemática. El primer capítulo gira en torno a la definición de la gestación
subrogada, la contextualización histórica de esta cuestión y las problemáticas
subyacentes. El objetivo es desgranar todo lo que implica el “alquiler de
mujeres para gestar criaturas” (p. 9) mostrando así a que intereses responde el
desarrollo de esta práctica y lo romantizada que está en sociedad. Como
resultado, su análisis muestra claramente el vínculo que existe entre la
demanda y un deseo de trascendencia genética (pp. 4-5) que se opaca y se hace
pasar por un deseo de paternidad evitando toda reflexión sobre cómo se usa a
las mujeres como un mero instrumento del deseo de otros, cuando ni siquiera son
las que reciben el mayor beneficio (p. 23) de la transacción. Asimismo, se
destaca como la renuncia a la filiación contraviene el principio jurídico “mater
semper certa est” (p. 2), y como esto requiere de todo tipo de artimañas
burocráticas para borrar a la mujer que ha gestado. Más allá de los problemas
médicos que esto supone, desde el principio Ana Pollán
nos muestra que existe un interés en ocultar el carácter mercantil de la
práctica (p. 7), haciéndola pasar como una Técnica de Reproducción Asistida
(TRA) (p. 35) destinada a “parejas heterosexuales con problemas de fertilidad,
a parejas homosexuales masculinas y hombres solos” (p. 37). De este modo nos
encontramos directamente con el problema que supone en sociedad la ausencia de
un análisis feminista crítico, al cual dedica por entero el segundo capítulo: Análisis
de las argumentaciones acerca del alquiler de mujeres utilizadas para gestar
bebés para terceras personas.
Para la autora, el
alquiler de vientres representa el triunfo absoluto de un libre mercado que
demanda el tráfico de seres humanos. Como crítica a esto, el listado de
argumentos expuesto en el segundo capítulo trata de explicitar los problemas
que presenta esta práctica, y porque su abolición se presenta como necesaria
cuando cualquier otra postura lleva intrínseca la utilización de las mujeres
como medios en tanto que simples incubadoras. Desde la consideración de la
maternidad como un “derecho legítimo” (p. 45), pasando por la falacia del
consentimiento informado (p. 51), hasta el problema que supone la
irrevocabilidad del contrato (p. 52), Ana Pollán
recoge todas y cada una de las implicaciones que arrastran estos argumentos.
Frente a todo el esfuerzo por la romantización de esta práctica, expone como pensar
la maternidad como un derecho implica necesariamente el uso de mujeres y abuso
sobre sus cuerpos y capacidades. Como hablar de la libertad de las mujeres para
decidir frente a un contrato irrevocable y que exige una implicación total de
las mismas, es una de las peores falacias de nuestro tiempo. Como la decisión
de una mujer a someterse a una serie de intervenciones que no son inocuas,
nunca “se debe a su voluntad ni a su deseo o convicción, sino a su necesidad y
falta de alternativas” (p. 53). Y como los únicos beneficiados son
intermediarios y compradores, cuyo fin es cumplir un “deseo de trascendencia”
(p. 60) que poco tiene que ver con el deseo de realizar el ejercicio de criar a
un ser humano en su camino a la madurez. De este modo, el alquiler de vientres
se separa de otras alternativas de paternidad como la adopción, donde “el
objetivo […] es velar por el interés y el bienestar de los menores” (p. 62),
mientras que en el alquiler de mujeres se parte de la idea de que un hijo es un
ejercicio de depósito genético en el mundo, lo cual se podría lograr igualmente
a través de la donación de gametos.
La segunda parte del
libro está dedicada a la explotación sexual, pero continúa vinculada a la
cuestión principal sobre la explotación de las mujeres (p. 79) y a la postura
forjada aquí. Los capítulos 3 y 4 siguen una línea similar a esta primera
parte, pero carecen del argumentario final, ya que desde el inicio parten de la
misma crítica a la explotación de mujeres y su romantización. No obstante, sin
bien en general al hablar de la explotación reproductiva el abolicionismo se
presenta como la postura más coherente, respecto a la prostitución y la
pornografía esta postura es comúnmente malentendida y desprestigiada. Así pues,
la conceptualización de la prostitución se sigue de la exposición de los cuatro
modelos ético-jurídicos o “modalidades normativas posibles” (p. 81), esto es:
el modelo prohibicionista (pp. 81-84), el regulacionista
(pp. 84-91), el alegalista (pp. 91-94), y por último
el abolicionista (pp. 94-104).
La clarificación de cada
uno estos modelos resulta esencial, no solo para
entender la perspectiva que se toma sobre la prostitución, sino también el
contexto histórico en el que surge el debate. Así pues, podemos ver, que de un
modo similar a lo que ocurre con las mujeres que son usadas para gestar, dentro
del modelo regulacionista aplicado en Europa en el
siglo XIX las mujeres prostituidas “quedaban sometidas a un control […]
estricto que coartaba de manera significativa sus derechos y libertades más
básicas” (p. 94). Por esta razón “en el seno de la izquierda y el feminismo”
(p. 95) surgió la postura abolicionista, y solo ante el triunfo del
neoliberalismo actual se recupera la postura regulacionista
como una alternativa amable que cree promover la libertad de las prostitutas
para ejercer. Este giro promueve la vinculación entre el prohibicionismo y
abolicionismo, cargando así a este último de una serie de connotaciones putófobas inexistentes en el postulado original.
En línea con lo anterior,
este capítulo concluye rescatando la pregunta fundacional del abolicionismo: “¿que
hace que los hombres encuentren deseable el acceso sexual a una mujer […] para
obligarla a mantener una relación sexual que no desea […]?” (p. 105). Con esto
se pretende poner de relieve como las otras posturas ponen el foco en las
mujeres prostituidas: el prohibicionismo por creer que son “inductoras y
culpables de perpetuar una sexualidad desviada” (p. 82), el regulacionismo
porque quiere asimilarlas como “trabajadoras sexuales” (p. 84) y el alegalismo porque ve problemas en el control que eso
supone, pero también en lo utópico de su prohibición o abolición, por lo que se
decanta por no perseguir “su libre ejercicio” (p. 91). El abolicionismo en
cambio pone el foco en por qué hay demanda de prostitución, trayendo a
coalición una serie de cuestiones que trascienden el nivel individual, como las
consecuencias que tiene el haber aceptado pasivamente la convivencia con
puteros en nuestras sociedades. Así pues, podemos ver como no existe aquí
ninguna pretensión de decidir por las mujeres sobre la actividad que llevan a
cabo para su supervivencia, pero si se ve imprescindible para una sociedad más
justa y libre poner en cuestión a los hombres que han fabricado una sexualidad
en la que el deseo reciproco es completamente prescindible.
Por último y siguiendo
con la cuestión de la sexualidad, el último capítulo, al igual que los
anteriores, comienza con la definición y contexto de la pornografía
audiovisual. Esta aparece en paralelo al desarrollo del cine en el siglo XX (p.
112), convirtiéndose en otra de las cuestiones centrales del debate feminista a
partir de los años 60, a medida que distribución y demanda crecen. Se parte de
la oposición entre pornografía y erotismo, extendiendo la cuestión que ya
estaba presente en el capítulo 3 sobre cómo se construye la sexualidad y sobre
todo en qué dirección. En este caso podemos ver como el debate inicia con la
popularización de la película Snuff (p. 114)
donde la violación y descuartizamiento de una mujer deriva en dos tipos de
reflexiones muy diferenciadas que a día de hoy continúan definiendo este
debate: la postura pro-sexo y la crítica feminista.
Así, el capítulo discurre
a través de la revisión del debate entre las dos posturas y las principales
representantes de cada una. En primer lugar tenemos al feminismo crítico, que
se consolida a partir de este debate, que gira en torno a la prostitución y la
pornografía, tomando una postura abiertamente abolicionista que deriva del
análisis de las estructuras que sostienen la demanda de ambas, donde
encontramos indiferenciadamente una sexualidad patriarcal y falocentrica,
que por definición se sustenta en la fabricación y reproducción de relaciones
de poder del hombre sobre la mujer. Dicho esto, y pese a que coincidirán con la
postura contraria en que la pornografía ocupa un papel esencial en la
fabricación de la sexualidad, ambas posturas parten de conceptualizaciones
distintas de lo que la pornografía es. Para la crítica feminista, la pornografía
se aleja irremediablemente de la ficción en tanto que “no es metáfora, tampoco
distorsión o proyección” (p. 119): lo que se graba está ocurriendo de facto, y
es por tanto prostitución grabada (p. 141). Frente a esto tenemos, en segundo
lugar, la postura denominada pro-sexo, que encuentra en la pornografía “un
acicate para la exploración y disfrute de la sexualidad” (p. 123). Si bien no
se niega la presencia de “sexismo y misoginia” (p. 123), desde este punto de
vista se huye de la crítica por miedo a caer en una especie de paternalismo o
censura que impida a las mujeres desarrollar su propia sexualidad, sea la que
sea. En ambos casos, los dos polos del debate son acompañados de la
aportaciones de las diferentes teóricas fundacionales de ambas posturas, a
través de las cuales se hace un recorrido histórico que llega hasta la
actualidad. Y de un modo similar a los anteriores capítulos, la conclusión se
asienta sobre este recorrido.
Si bien la autora se
posiciona en los ámbitos que analiza —a saber, explotación reproductiva y
explotación sexual— la posición abolicionista queda más que justificada y
consolidada en todos ellos. En todos los casos recurre a las fuentes de las
posturas expuestas, sean a favor o en contra, mostrando los problemas que
presenta cada una de ellas y los debates que surgen en torno a sus diferencias.
Las conclusiones son sólidas y tajantes, parten de una explicitación y
contextualización de las distintas cuestiones que nos obligan a ir a las cosas
mismas. Aun siendo un libro que es una aproximación a la investigación que lo
antecede, brilla por su rigurosidad y claridad. Recopila toda la información
disponible, expone las leyes y legislaciones vigentes, y además hace una
recopilación magnífica de todas las autoras relacionadas con el desarrollo de
la teoría feminista. El libro expone la interrelación que estas trazan desde
mediados del siglo pasado hasta la actualidad, poniendo el foco en los debates
y disidencias que nacen en la conocida como segunda ola feminista, cuyo
objetivo fue entender y desmontar la opresión estructural de las mujeres. Por
todo ello, en este libro encontramos una maravillosa aproximación a la
estructura de esta opresión y su relación con la explotación reproductiva y
sexual que pretende rememorar y rescatar la importancia de la crítica feminista
en la historia.
Bibliografía
Ana Cuervo Pollán (2024). Misoginia
neoliberal: explotación reproductiva, prostitución y pornografía. Granada: Comares editorial.